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Sábado, 7 de marzo de 2009
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Mujer

La vemos desplegando condiciones naturales, tierna, pujante, esplendorosa.

Su género fue galardonado con la maternidad que aún de pequeña la distingue.

Capaz de la entrega más sublime ó de la exigencia más intensa.

Devota eterna del amor, de los hijos.

No mide, no calcula en sus luchas, más a veces la encontramos sometida.

Algo ha fallado en su historia o en su mundo.

Naturalmente está dotada para ser libre y sumar su existencia a la del hombre en una completud de la especie que realmente apasiona.

Sin embargo encontramos discriminación, desprecio, sometimiento sexual en países que no entienden que la igualdad es un derecho.

Los hombres que dictan leyes deberían recordar sus condiciones, sus posibilidades, su espacio femenino en la sociedad.

La vemos, por más que no nos guste, abortando en forma indiscriminada.

Por instinto y por naturaleza seguramente no hubiera sido su elección. Las estadísticas marcan desde siempre la existencia horrorosa de maniobras que interrumpen maternidades, anulando las vidas que se gestan y muchas veces cobrándose las de las propias madres.

O la vemos sufriendo violaciones vergonzantes, destructivas, que transforman su vida o su familia.

O golpeada quizás por el que ama, sin encontrar apoyo en la justicia.

El dolor fue el origen de la conmemoración aquel 8 de marzo. El dolor continúa intacto en muchas de ellas.

Porque en las que prevalecen los naturales derechos, encontramos una mujer diferente. Que lucha con esfuerzo y no claudica, que puede llevar adelante sus proyectos y no retrocede ante los avatares de la vida.

Las posibilidades deberían ser iguales para todas, para elegir con criterios de justicia, el camino por el cual transitarían su historia.

Y al verse respetada igual que el hombre, seguramente forjarían una sociedad distinta.

Edith Michelotti

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