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Lunes, 24 de agosto de 2009
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Tristeza y dominación

El Filósofo Baruch Spinoza dijo alguna vez que "el poder entristece para dominar". En efecto, si algo caracteriza a las sociedades jeraquizadas del presente y de casi todos los tiempos es el cultivo de un espíritu tanático, que con las guerras cobra dimensión mayúscula, la destrucción del prójimo se transforma en mandato social. Y la autodestrucción se canaliza en el culto de los héroes.

Con el gran desarrollo de los medios de comunicación, la potenciación del morbo se multiplica hasta el hartazgo, no sólo por edición de grandes tiradas en la prensa gráfica de sucesos escabrosos o "crónica roja", sino con falshes permanentes sobre crímenes horrendos y la cobertura espectacular de grandes castástrofes.

Un culto de la muerte que rinde grandes beneficios económicos y políticos. Por un lado, la libido o energía vital es desviada hacia la violencia destructora, deja de ser una agresividad constructiva al servicio de la vida y su desarrollo pleno, armónico, erótico. El sistema de dominación genera interrelaciones que manipulan los deseos creativos y los pervierten orientándolos hacia el vacío y el sinsentido existencial. Hacia la desesperanza, es decir el no esperarse en ningún futuro diverso al presente de miserias y horror.

Todo agrupamiento de personas, horizontal, solidario, deliberativo, consensual que luche por alterar las jeraquías y potencie la autogestión social, es un espacio de construcción contra el entristecimiento colectivo que los macro y micropoderes potencian. Es un desafío que vale la pena afrontar.

Carlos A. Solero

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