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Cuando hacÃamos esa interminable cola no podÃa dejar de imaginármelo a Borges a mi lado diciendo "¿Qué estupidez estás haciendo?", pero lo negaba, y me consolaba a mà mismo pensando que era "el partido del siglo". Dejen de engañarnos de una vez por todas: nos pegaron, nos robaron, pasamos 14 horas parados, bajo la lluvia, amontonados por policÃas que tenÃan la orden de no informarnos cuántas entradas venderÃan, por policÃas que llegaron 12 horas antes de que comenzara la venta de entradas, mientras que 50 horas antes ya habÃa mas de tres mil personas. Y yo, que llegué al miércoles a las 3 de la tarde me quedé sin entradas, mojado, resfriado y con una impotencia interminable.
Maradona pidió 4000 entradas para repartir entre los jugadores, y con esta cifra ya se llena un 10 por ciento de la capacidad del estadio, sólo con "familiares y amigos" como el Diego dice. La barra brava de Newell's, mientras yo y otras 3000 personas esperábamos que fueran las 9 de la mañana para comprar nuestras entradas, llegó a las boleterÃas a las 4 de la madrugada y negoció amablemente con la policÃa, como para no sospechar que les dieron entradas.
A pesar del frÃo, la lluvia, la represión, a pesar de la gente que llegaba poco antes de que se pusieran en venta y se metÃa delante de todo con total impunidad, nosotros estábamos ahÃ, yo ya sin ilusiones, pero mirando todo, no tanto con odio, sino con impotencia. Llegó nuestra hora, la hora tan esperada, Ãbamos a sacar nuestra entrada y, cuando estábamos por pasar a las ventanillas llegó una orden; un policÃa gordito y bigotudo, (ingeniosamente llamado "mario bross" por los hinchas aburridos) tomó su altavoz, y con una risita perversa en la cara, dijo "se terminaron las entradas populares". Fue un segundo de silencio. La gente se llevó las manos a la cara, habÃa llantos, tristeza, decepción. Pero una cosa hay que dejar en claro, los únicos que tenÃamos derecho a estar mal éramos los que con las piernas dormidas por la espera seguÃamos parados, y no aquellos "ingeniosos" que llegaron horas antes de que se pusieran en venta. De todas formas, la mayorÃa de los que consiguieron ese polémico boleto fueron ellos, los vivos.
Ahora, por lo menos, sin mi ticket y en mi casa, puedo decirle a Borges que tenÃa razón, y que se quede tranquilo, porque ni yo, ni mis amigos, ni las familias que acamparon con buenas intenciones pretendÃamos ir a ese partido, organizado por los principales entes de la corrupción, la A.F.A, la policÃa de Santa Fe y el Club Atlético Rosario Central. En esa obra de teatro, los espectadores sólo cuentan como billetes.
Fidel Maguna
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