Desde hace varios meses, las figuras medi谩ticas de la Argentina dan cuenta del estado de crispaci贸n imperante en la sociedad, del hartazgo de vastos sectores por las cr贸nicas protestas callejeras que parecen no tener fin.
En realidad, es cierto lo del estado de crispaci贸n, pero la cuesti贸n es que la agitaci贸n social responde a la persistente exclusi贸n social de altos porcentajes de poblaci贸n. Desempleo, precarizaci贸n y flexibilizaci贸n de las condiciones de trabajo generan crispaci贸n y es elemental que el malestar se exprese sin tapujos.
Ahora bien, las figuras medi谩ticas que conviven placenteramente junto a autoritarios y demagogos de diversa laya no soportan que los humillados y ofendidos expresen a viva voz sus demandas.
Cuando los cortadores de calles y rutas son los capitostes de las patronales agr铆cola ganaderas denominan a esa actitud leg铆timo derecho al disenso, pero cuando los descontentos son obreros puestos por los capitalistas al borde del abismo como en los casos de Kraft Terrabussi o los movimientos de desempleados, a eso lo llaman caos.
Y claman por la inmediata represi贸n.
Por cierto, como se afirma en un c茅lebre Pr贸logo de 1859 son las condiciones materiales de existencia las que determinan la conciencia individual, el ser social determina la conciencia individual.
La Argentina, pa铆s sometido a los monopolios y oligopolios, a banqueros y mercaderes, con una 茅lite dirigente funcional a esos intereses continuar谩 con su oleada de conflictos sociales.
La disyuntiva socialismo o barbarie planteada hace d茅cadas por Rosa Luxemburgo mantiene su vigencia. El capitalismo jam谩s aportar谩 bienestar para las mayor铆as, no est谩 en su naturaleza y como los alacranes, mata para vivir.
Entonces estar a favor de la vida y la libertad implica no observar inermes la realidad, sino pensar y actuar solidarios.
Carlos A. Solero
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