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Martes, 2 de noviembre de 2010
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Hay funerales y funerales

No voté ni votaré FPV, pero me conmueve profundamente ver cuando llora un trabajador o una mujer pobre en el funeral de un ex presidente, como me muero cuando matan a un obrero por reclamar efectividad laboral en el ferrocarril. No soy nacionalista ni antiargentino. Para mi, como para Mario Benedetti: "Patria es humanidad". Yo era muy niño y no lo viví, pero el duelo de los descamisados a la muerte de Evita 1953 fue sincero y la desaparición por años de su cadáver fue siniestra. Nunca vi a tantos argentinos de duelo como ante la muerte de Néstor, ni con el regreso de los cadáveres de Malvinas. Hay fiestas populares y fiestas oficiales pero también hay funerales y funerales. Una cosa fueron los funerales de Manuel Dorrego, Peñaloza o Güemes y muy otra cosa el funeral de Bartolomé Mitre o el de Anchorena. Una cosa se siente a la muerte de Ramón L. Falcón y muy otra a la muerte de Radowitzky. Una cosa el funeral de J.F. Uriburu y muy otra el funeral de Lisandro De La Torre. Una cosa fue el funeral de Juan Carlos Sánchez y muy otra el funeral de Roberto Fontanarrosa. El negro había estado en las mazmorras de jefatura en Rosario, por haber ilustrado la tapa de la primera edición del Diario del Che en Bolivia. La despedida del teniente general post mortem Juan Carlos Sanchez fue el cortejo del odio armado, al negro Fontanarrosa lo despidió todo el desarmado pueblo bien nacido.

Al pueblo del treinta lo conmovió el funeral de Carlos Gardel. En el velorio de Mercedes Sosa, la querida negra, el pueblo lloraba y cantaba.

A acompañar a Mario Benedetti al cementerio fue todo el pueblo. Al entierro de José López Rega ni las alimañas. Con la sangre de Aníbal Berón, Carrasco, María Soledad, Pocho Lepratti, Santillán, Kosteki, Fuentealba, Silvia Suppo, Ferreyra, el país entero sangra. A la muerte de Bernardo Neustad el pueblo la dejó merecidamente ahí. ¿Alguien siente la muerte del rosarino más infame, Anibal Gordon?

Sobre el féretro de Nestor las abuelas de la Plaza pusieron sus pañuelos; sobre el féretro de Franco o Pinochet no pusieron más escupitajos porque la guardia no dejaba. Joan Manuel Serrat ya dijo cuál es su último deseo si la muerte pisa su huerto, pero muchos españoles tuvieron que morir fuera de España. Nos conmueven las lágrimas de Milagro Sala por la pérdida de Néstor. Y más conmueve que venga a despedirlo Fernando Lugo, con su cáncer linfático a cuestas. Ese es un representante del pueblo. ¿Hay que renominar a la avenida principal de Río Gallegos, de cuyo nombre actual nadie se acordará, llamándola ahora Presidente Kirchner? Preferiría llamarla Avenida Suramérica, pero que decida su pueblo. Yo no votaré al peronismo, pero nunca vi a tantos trabajadores, nunca sentí a tanto pueblo despedir a un ex presidente diciendo gracias. Es conmovedor.

Rubén Vedovaldi

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