Consecuencias
En épocas pasadas, habÃa sumo respeto hacia la escuela como institución y a la maestra de grado. A nadie se le ocurrirÃa cuestionar las resoluciones académidas de las máximas autoridades de los colegios, como tampoco a la modalidad de enseñanza impuesta por los docentes. Padres e hijos aceptaban cualquier disposición y determinados contenidos curriculares provenientes del ámbito educativo.
En los hogares, la familia respaldaba a la maestra cuando ésta ponÃa en penitencia a un alumno por mal comportamiento en clase, no iba a la escuela para exigir explicaciones de por qué se adoptó esa actitud. En el aula, existÃa un gran respeto hacia la señorita, y cuando ella ingresaba todos se paraban y saludaban con absoluta seriedad. Ninguno la tuteaba o le decÃa "seño".
Actualmente, aquellos hábitos brillan por su ausencia. Todo es muy diferente. Los lÃmites dieron paso a una permisividad inconmensurable. Las últimas generaciones se desarrollaron en medio de la decadencia progresiva de los valores. El respeto, la educación, la honestidad parecen no haber sido prioritarios en el ambiente familiar. Quizás la tecnologÃa, el consumismo, el libertinaje, el individualismo, las ideas materialistas fueron más importantes para una sociedad que privilegia el dinero por sobre la formación integral de una persona determinada.
La dirigencia polÃtica argentina ha influenciado notablemente sobre esta transformación de los seres humanos. Defendió un sistema donde los excluidos fueron cada vez más, y los incluidos resultaron ser sectores minoritarios con enorme poder. Asà generó las desigualdades sociales. Priorizó la riqueza y no las cualidades de las personas. Le restó interés a la educación, disminuyó el presupuesto destinado a las escuelas y universidades, con el fin de acrecentar la ignorancia. A raÃz de esto, las consecuencias son hoy lapidarias para una franja poblacional, sumida en el desamparo total.
Marcelo Malvestitti
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