Un dÃa en la audiencia
Por mi calidad de testigo en la causa DÃaz Bessone y Otros, recién se me permitió ingresar a la sala de audiencias del juicio al comenzar los alegatos de las querellas. El dÃa en que las abogadas de la Liga por los Derechos del Hombre y Familiares alegarÃan por mi caso, al recorrer la sala con la mirada, recordé una frase de Norberto Lechner: "El poder transpira orden".
Sobre un estrado en altura, se encuentran ubicados los jueces constituidos en Tribunal. A su derecha, los abogados y abogadas de las querellas. A su izquierda, el Ministerio Público representado por los Fiscales. De frente al Tribunal, los reos y sus defensores letrados. Detrás de ellos, un blindex divide este recinto del lugar reservado para el público.
La entrada a las audiencias nos es franqueada por personal de GendarmerÃa previo trámite de registro. Hasta allà la frase de Lechner se plasma en toda su profundidad. En un momento sentà que algo rompÃa ese orden estatuÃdo por el poder: el enorme vidrio que nos separa de los asesinos y que refleja las fotografÃas que Alicia Lesgart, amorosamente, lleva a todas las audiencias.
Elevadas por nuestras manos emocionadas, las fotos se alzan sobre los hombros de los represores, interpelándolos; constituyéndose asà en un sÃmbolo de nuestro deseo de Justicia. Desde ellas, cada compañero nombrado por nuestras abogadas recupera entidad, desdiciendo las nefastas palabras de Videla: "No están, no tienen entidad, están desaparecidos".
La transparencia también rompe algo del orden de lo temporal, al devolvernos los rostros de nuestros compañeros desaparecidos y asesinados, confundidos con los de nuestras jóvenes abogadas, Leticia, Gabriela, Jesica y Daniela. Ellas tienen escasos años más de los que nosotros tenÃamos cuando los represores nos tuvieron a su merced.
Sentà que mágicamente, desde este lado del cristal, el poder dejaba de transpirar orden... Este se deshacÃa en los recuerdos, las lágrimas, las manos unidas y la solidaridad de todos los que presenciamos las audiencias, mezclando tiempos, sentimientos, historias y esperanzas.
En un momento, entró un compañero, se sentó delante de mÃ, y levantó una de las fotos que Alicia pone en los asientos vacÃos. Y la imagen de Leonardo, mi marido, reflejada en el vidrio, me inundó el alma de ternura. Me abracé a las pancartas que siempre llevo conmigo al juicio y les dije a mis ausencias queridas, que a pesar de los órdenes del poder, todo valió la pena y que seguimos de pie compareciendo, orgullosos, ante nuestra historia.
MarÃa Inés Luchetti
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