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Jueves, 5 de marzo de 2015
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Yo soy "..."

Esta consigna que tan de moda se puso en las últimas semanas, lamentablemente se llenó de significado en la madrugada del domingo cuando me enteré del asesinato de Damian Lucero. Es que Damian es mi vecino, una persona real, con una vida real, con una mujer real, con hijos reales y ahora, con una muerte real.

Damián fue doblemente víctima de la conocida "inseguridad", que yo prefiero llamar "estado de peligro permanente", porque si no viviésemos subyugados por el miedo, no tendría que haber salido a las 4 de la mañana a buscar a su familiar a la terminal de ómnibus.

Es agotador estar pensando permanentemente en cómo esquivar ese peligro, que en un primer momento era de robo (no hace mucho de esto), ahora transformado en peligro de que nos maten.

Está claro que el Estado ya no tiene razón de ser si no puede cumplir con los preceptos fundamentales del contrato social por el cual fue creado. El estado de naturaleza en el que el hombre era el lobo del hombre, fue remplazado por este Estado Nación que vino a garantizar el derecho a la propiedad privada, teniendo éste la potestad de ejercer la violencia sobre quienes intentaran vulnerarla. Se terminaba así con la ley del más fuerte.

En Rosario, Santa Fe, Argentina, ese contrato ha muerto con cada una de las personas asesinadas en situaciones violentas y sin sentido (aparente). La clase política en su conjunto (Poder Ejecutivo y Legislativo) y la Justicia, han decidido unilateralmente no respetar las condiciones mínimas para sostener ese acuerdo tácito, que a su vez los constituye. Hay una ruptura evidente entre los intereses del hombre/mujer de a pie y sus representantes, generando una vuelta inevitable a aquel estado de naturaleza.

Por ahora, lo único que puedo intentar es expresar un deseo y un compromiso de trabajo incansable para que no se rompan los fuertes lazos interpersonales que todavía se resisten a desaparecer y que son los que están realmente sosteniéndonos como sociedad. La solidaridad, en todas sus manifestaciones, es un buen ejemplo de esto.

Los vecinos del Barrio Luis Agote inmediatamente e instintivamente activamos todos los mecanismos necesarios para sostener y asistir en las primeras horas a uno de sus integrantes: la familia Lucero. Ese gesto es lo que da esperanzas y lo que nos muestra que no todo está perdido. Y depende de cada uno de nosotros, ni más ni menos, su existencia.

Mientras tanto, Yo soy Damián.

Matías R. Formia

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