La historia social contemporánea registra en diversas imágenes el momento en el cual el genocida nazi Adolf Hitler comenzó histéricamente a saltar en la ciudad de ParÃs invadida por sus tropas junto al vagón ferroviario en el que los alemanes firmaron el armisticio de rendición, luego de su derrota en la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
La sociedad argentina viene exhibiendo desde hace varios años sÃntomas de anomia y descomposición.
Altos niveles de exclusión social y violencia interpersonal. Pedidos de mano dura y saturación de barrios y ciudades con cámaras de control y cuerpos represivos artillados. Las consecuencias quedan al desnudo con la cantidad de casos de gatillo fácil cuyas vÃctimas tienen en común ser jóvenes y pobres.
La reciente compulsa electoral evidenció parte de estas cuestiones con la elección de personajes de clara ideologÃa neonazi, cuyos esbirros ya han comenzado a acechar a mujeres y personas homosexuales.
Además, fue posible observar el festival de globos multicolores y música banal en los festejos de uno de los presidenciables. Lo cual para nosotros fue algo asà como un deja vú de la devastadora década del noventa, con la orgÃa neoliberal que aniquiló la trama social, sembró la amnesia colectiva e hizo un culto del vacÃo de sentido instalando en el lenguaje colectivo las nefastas muletillas del "todo bien" y el "ya fue".
Sigmund Freud en su estudio PsicologÃa de las masas y análisis del yo esboza su tesis acerca de la identificación de las masas con los lÃderes, del proceso mimético que lleva al sometimiento. Erich Fromm en su libro El miedo a la libertad explica los mecanismos psicosociales que llevan a las personas al arrebañamiento y la servidumbre ante los poderosos.
Wilhem Reich en su PsicologÃa de masas del fascismo argumenta acerca de como la represión de libido y los sentimientos de frustración y derrota contribuyen a cimentar conductas y mentalidades proclives a dejarse seducir por los discursos mesiánicos.
La danza con globos multicolores es en todo caso un epifenómeno secundario y cabe preguntarse qué mecanismos y dispositivos están operando en la seducción de millones de personas de este paÃs embobadas con los llamamientos a mutaciones que recuerdan sin dudas a Lampedusa: "Hay cambiar un poco para que nada cambie", es decir que el festÃn de los ricos que siguen esquilmando tenga como telón de fondo el clima social de la alegrÃa compulsiva mientras la mayorÃa nos hundimos en la ciénaga.
A todo esto, debemos enfrentar con concientización que los verdaderos cambios a favor de los explotados nunca provinieron de la acción de los demagogos, sino de la resistencia solidaria y las luchas colectivas sin mediaciones.
Carlos A. Solero (casolero_1@hotmail.com)
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