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Domingo, 7 de septiembre de 2008
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Memoria. "Bajo Control", la muestra con la que Mariela Rojkin cuenta su historia.

Conciencia de sobreviviente

Mariela Rojkin es artista plástica y nació hace 29 años en la Escuela de Mecánica de la Armada, cuando detuvieron a su madre embarazada y a su padre. Pero eso lo supo después, porque antes sintió la presencia de monstruos y hombres de negro que la atemorizaban desde sus sueños infantiles. A medida que reconstruía su historia y crecía como artista pudo sintetizar ambas cosas y produjo una obra tan sencilla como inquietante sobre el pasado reciente y la apropiación de niños en la dictadura.

Por Leo Ricciardino
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Para Mariela es importante que su obra "ayude a reflexionar sobre lo que nos pasó a los argentinos".

Mariela Rojkin cuenta con naturalidad y hasta con ternura su historia familiar que es también -como la de muchas familias argentinas- la historia de un país que vivió bajo el Terrorismo de Estado. Ahí donde aparecieron las sombras de su niñez, las dudas de su adolescencia y las certezas de su juventud; la artista que es Mariela fue hilvanando todas estas sensaciones para construir una obra tan sencilla como poderosa. A partir de allí quien ingresa al hall principal del Museo de la Memoria de Rosario, se encuentra con un mundo infantil claramente reconocible. Pero a medida que se mira con detenimiento, detalladamente, aparecen los monstruos, el terror, los hombres de negro y la amenaza sobre esa niñez. Mariela pudo transformar casi todas sus preguntas en respuestas y con ellas pudo producir con su obra un legado chiquito pero insoslayable. Ese que desde la mirada infantil "recrea un universo simbólico que da cuenta a través de objetos, sonidos y fotografías; del secuestro, la apropiación y el horror", como ella misma dice. Todo un mundo donde incluso hay un lugar para Rosario que "es en mi memoria un territorio-refugio- En él transcurrieron dos años de mi infancia en los que nos reintegramos a la vida social". Mariela se considera y habla todo el tiempo como una sobreviviente.

"Yo nací en cautiverio en la ESMA, mi papá y mi mamá fueron secuestrados en el año 1978, mi mamá tenía 21 años y un embarazo de ocho meses. Yo nací en la enfermería la ESMA, el médico que atendió el parto es Magnacco que hoy tiene 15 años de prisión, nada más, por apropiación de menores", cuenta Mariela a Rosario/12 como para encuadrar desde el principio su historia. Y sigue: "Mi mamá y yo fuimos liberadas un tiempo después de mi nacimiento y mi papá permaneció secuestrado durante un año más. Una vez que nos volvimos a reunir los tres nos vinimos a vivir a Rosario, y fue una especie de exilio interno. Salir de Buenos Aires y estar lejos de la ESMA, reintegrarnos de alguna manera a la vida social. Yo ya tenía prácticamente dos años y Rosario fue un refugio en su momento".

-¿Cómo fuiste conociendo ese pasado tuyo y de tu familia?, ¿Cómo fue el proceso para recuperar tu identidad?

-En realidad las secuelas de haber nacido en la ESMA empezaron a aparecer cuando yo era muy chiquitita. Entre otras cosas, por ejemplo, le tenía mucho miedo a la gente, y otra gran cantidad de síntomas. Entonces, frente a esta situación mis padres -teniendo yo no más de cinco años- me cuentan una historia, por supuesto adaptada para una nena de mi edad. La verdad es que ellos también eran sobrevivientes, entonces era muy duro para todo el núcleo familiar poder hablar de este tema y de hecho después estuvo silenciado, hasta que tuve más o menos 20 años. En ese momento había algo que a mí me molestaba mucho y que yo no terminaba de entender y era que me faltaba un contexto histórico. Porque como en la gran mayoría de los hogares en donde hubo secuestros, predominó el silencio, no se hablaba del tema. Gran parte de los que sobrevivimos a campos de concentración, en su momento mi mamá y mi papá, fueron amenazados. Se les decía que si hablaban se los iba a buscar, se los iba a encontrar y se los iba a matar; no sólo a ellos sino a toda su familia. En este sentido yo entiendo el silencio de mis padres en algún momento. Y el terror, no ya psicológico, sino del cuerpo por la imposibilidad de elaborarlo siquiera, o de pensarlo.

El Documento Nacional de Identidad de Mariela es todo un emblema, por allí pasó principalmente la recuperación de su pasado. "Yo tenía un DNI con una fecha de nacimiento falsa. Un día y un año de nacimientos que no eran los reales, que había sido elaborado en un documento que era legal, pero ideológicamente falso. Había sido dado por los militares un tiempo después de que habíamos salido de la ESMA. Y ese fue el primer paso para empezar a investigar qué había pasado. Recurrir a la justicia, a Abuelas, a la Conadi, para rectificar los datos del DNI y ver quiénes nos habían secuestrado y por qué motivos lo habían hecho. Y también, simbólicamente, poder reconstruir mi identidad a partir de un nuevo documento que tuviese los datos reales de nacimiento. Ese proceso me llevó 10 años. Yo tengo 29 y empecé a los 19 más o menos a indagar todo eso. El año pasado recién la justicia dictaminó que eran incorrectos los datos, que había habido un crimen, que había habido secuestro y le ordenó al Registro Civil rectificar los datos y entregrarme un nuevo documento", cuenta con el orgullo que da el no haber abandonado jamás su propósito.

-¿Tus padres te acompañaron en este proceso o preferían que no hubieses iniciado este camino de indagación del pasado?

-Creo que fue ambiguo. Ellos siempre me acompañaron, siempre estuvieron. Pero pasa que fue muy traumático para toda la familia, porque el miedo lo llevamos instalado todos los sobrevivientes. Yo estuve poco tiempo y recién nacida, pero no me quiero imaginar lo que habrá sido ese cautiverio para un adulto. Pero sí, estuvieron siempre, a su manera y como pudieron, pero estuvieron. Como pueden estar los sobrevivientes, a veces sin hablar, a veces con pequeños gestos.

-¿Cómo decidiste llevar de alguna manera tu historia hacia tu vocación, hacia el arte?

-Sí, la verdad es que cuando yo inicio toda esta búsqueda de mi identidad tenía casi toda mi infancia bloqueada. No tenía casi ningún recuerdo, sólo recordaba a partir de los 14 o 15 años, pero nada d cuando era más chica, y eso me asustaba. Entendía que tenía que ver con lo que había pasado, con mi historia, la de mi familia y con mi identidad. Entonces empecé con mucha ayuda terapéutica, con la contención de gente de los organismos de Derechos Humanos, con ayuda de los profesores de mi facultad también, y empecé a recordar algunas cosas de mi infancia. Ahí entonces surgieron los primeros trabajos que son sueños repetitivos de la infancia. Por ejemplo, aparecía un monstruo que está arriba de un globo aeroestático y me está persiguiendo, y ese es uno de los primeros trabajos, al principio sin demasiada conciencia de lo que querían decir. Y bueno, fueron pasando los años, yo fui elaborando el tema y hoy ya trabajo con un nivel de conciencia mucho mayor. Cuando me pongo a hacer un trabajo sé de lo que estoy hablando, o qué es lo que quiero decir.

-En tus trabajos hay que acercarse para ver detrás de lo que parecen juegos infantiles. Si uno ve detenidamente se ve la opresión....

-Sí, y también la perversión. Porque por ejemplo, hay una serie que es la de fotografías en las que se ve un monstruo de la mano de una nena y esa serie tiene que ver con la apropiación. Son estas relaciones en las que se entablan en que uno como chico construye un mundo con las verdades que le da el adulto, a partir de la realidad que el adulto le da. Y ese mundo muchas veces no es lo que le cuentan.

-¿Por qué la muestra se llama "Bajo control"?

-Tiene que ver con la sensación de haber estado viviendo durante años bajo control militar, a pesar de que ya habían sido destituidos, como sobreviviente la sensación es que uno sigue estando bajo control militar. Esa es mi sensación, a veces es física a veces se va y a veces cuando voy a una marcha vuelve a aparecer.

-Muchos ex presos políticos cuentan que hay olores, lugares, situaciones en definitiva, que los remiten a su lugar de cautiverio. ¿Cómo funcionó en vos que eras una nena tan chiquita?

-Bueno, de hecho se puede ver en mi obra. Hay una de las "cajas" que es un altillo donde hay unos uniformados de negro y abajo hay una cama con unos osos. Ese era uno de mis miedos porque yo sentía que en el altillo de arriba de mi casa vivían unos hombres vestidos de negro, y esos hombres vivían conmigo literalmente, todo el tiempo. Debió ser esa época en que los chicos tienen amigos imaginarios, bueno, yo tenía esos enemigos imaginarios. Eran muy amenazantes, era la manera de sintetizar supongo, de manera infantil, el crimen que había por detrás de esa situación.

-Otro de tus trabajos es una "caja" donde adentro hay una torta de cumpleaños que dice "Bajo control".....

-Tiene que ver con lo que te decía antes, de cómo la infancia se va elaborando a partir del relato de los mayores. Y también de cómo cuando uno es chico crea su universo a partir de la identidad que le da el adulto. Entonces, si no te dan la identidad correcta, si te cuentan la historia al revés, como adulto muy difícil poder desembolverte. Por eso esa caja dice "no creas todo lo que veas...".

-¿Cómo es la relación ahora con tus padres?. ¿Sentís que has saldado todo con ellos y el pasado?

-Sí, la verdad es que el día que yo tuve el nuevo DNI saldé conmigo misma creo, todas las culpas y sentí que en algún lugar había hecho justicia. Un DNI no trae de nuevo a ningún muerto, ni hace que ningún chico que todavía esté apropiado aparezca, y esto es claro. Pero la verdad es que el día que fui a recibirlo estaba mi mamá, mi papá, mis tíos, todos acompañándome. La verdad es que la relación con ellos es una relación de amor, porque yo entiendo que si hubo un enemigo no fueron jamás mis padres y mi familia, fueron los militares. Lo que pasó fue una consecuencia directa del Terrorismo de Estado y de cómo eso impacta en los ciudadanos y en las familias.

-¿Y tus padres reconstruyeron para vos qué era lo que ellos hacían en esos años, su militancia, su compromiso e ideales?

-La verdad es que no. Pero sí lo hicieron otros sobrevivientes y a partir de allí pude armar un contexto que fue muy importante para mí y para mí historia.

-¿Cuál es tu sensación ahora que están volviendo los juicios orales que ya comenzaron a condenar a responsables del genocidio?

-Es un avance enorme, de todas maneras para mí es todavía muy desesperante saber que existen listas y que hay un montón de chicos que tienen mi edad y que permanecen apropiados, yo me identifico mucho con eso, me llega muy de cerca. Es decir, muchos chicos que todavía hoy no saben su identidad y que a pesar de los juicios y las condenas que existen, muchos responsables de la apropiación de esos chicos no hablan, no dan indicios de dónde pueden estar. Y tampoco dan las listas en general, porque aún hay muchísima gente que no sabe dónde está su papá, dónde está su mamá, dónde están los cuerpos, sin poder enterrarlos aunque sea simbólicamente. Como así también hay muchas abuelas que siguen sin saber dónde están sus nietos e hijos que siguen sin saber dónde están sus hermanos. Entonces, la sensación es que hay todavía una enorme deuda y un enorme trabajo por hacer porque hasta que no aparezca el último chico apropiado y se sepa dónde fue el último desaparecido, no se van a poder curar las heridas.

-Mariela, a través del arte y por tu historia, ¿sentís que estás con una misión que te sirvió a vos por un lado, pero también te llevó a difundir esta historia para los más jóvenes?

-Ojalá que sirvan mis trabajos para eso, sé que a veces el arte contemporáneo se vuelve muy hermético. La idea fue un poco (y fue elaborado con el director del Museo de la Memoria de Rosario, Rubén Chababo), trabajar con textos para poder darle un anclaje a todo lo que se veía y que la gente de alguna manera pueda entender, porque soy conciente que a veces nuestro lenguaje como artista se vuelve un poco hermético para la gente que de pronto no se especializa en estas cuestiones. Porque también a mí me interesa que esto ayude a reflexionar sobre lo que nos pasó a los argentinos.

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