A Paula le toca lavar los platos, Graciela limpia las suciedades que se apoderan del piso y M贸nica y Marta se encargan de cocinar. Desde enero, las cuatro conviven juntas en una amplia casa de la zona sur que, r谩pidamente, ha sido impregnada con aires de liberaci贸n. Reciben la visita diaria de Ariadna y Sandra, pero no tienen grandes inconvenientes a la hora de resolver situaciones de la vida cotidiana. Es que el haber estado internadas, entre 3 y 5 a帽os, en el Centro Regional de Salud Mental "Agudo Avila" implica una p茅rdida en la habitualidad de las cosas. Sus lazos sociales fueron institucionalizados y determinados por el mismo hospital. "Estado de cronificaci贸n hospitalaria", define la psic贸loga Ariadna Scandizzi, gu铆a por unas horas al d铆a, de las cuatro mujeres, junto a la enfermera Sandra C贸rdoba.
La iniciativa es impulsada por el equipo de profesionales del Avila y se define, te贸ricamente, como "casa asistida", donde se aloja a pacientes en proceso de externaci贸n con el objetivo de lograr autonom铆a en la ciudad, resolver situaciones de la cotidianeidad y sostener una asistencia ambulatoria. El hogar fue alquilado por el Ministerio de Salud de la Provincia en enero de 2009 y, tras una serie arreglos, las cuatro mujeres comenzaron a incorporarlo como propio a mediados de a帽o, hasta que se quedaron a vivir definitivamente, dos meses atr谩s.
En el corto plazo desde su implementaci贸n, el proyecto ya obtuvo preciados logros. Las moradoras de la casa est谩n recuperando las tareas habituales que hab铆an olvidado, fruto de la 贸ptima convivencia que las une. Con total "libertad mental" -como aclara Marta- hacen las compras, toman un colectivo, se distienden en el parque, visitan a sus familiares y se dedican a los quehaceres del hogar. "Estamos creciendo dentro de la casa", ya que "hab铆amos ido para atr谩s todas", reafirma Marta, con una precisa lucidez.
En el barrio, r谩pidamente las han acogido e integrado. Las invitan a tomar mate y las quieren y protegen. La relaci贸n con el entorno es fundamental para conseguir otro de los principales objetivos del plan: el sentido de pertenencia para con la comunidad, vivenciado en el fortalecimiento de los lazos de amistad y los v铆nculos solidarios.
Han superado "procesos de tristeza, angustia, depresi贸n" en los cuales perdieron su identidad y los han reemplazado por sentimientos de libertad. "Volv铆 a ser activa y sentirme 煤til a la sociedad", revela Marta. Graciela, en cambio, reconoce que "a veces nos ponemos melanc贸licas", pero, con la ayuda de los profesionales, "nos despegamos de todos nuestros entuertos mentales".
La alegr铆a no falta en el hogar. Aparece de la mano de Graciela, -"la m谩s chispita" - que con su "S贸lo se trata de vivir" trazado a base de una prolija entonaci贸n ameniza los d铆as de todas. A Paula se la nota feliz en esta nueva etapa de su vida, con "palabras de halagos para todos los de hospital". Marta es m谩s seria, pero, con firme mirada, conmueve con el relato de su historia. M贸nica, t铆mida, casi no habla, pero esas palabras las transforma en esfuerzo y dedicaci贸n por las tareas de la casa.
"Por las relaciones de convivencia que se hab铆an dado entre ellas en el pabell贸n del Centro de Salud Mental y por c贸mo se cuidaban mutuamente", ellas cuatro resultaron las elegidas para desarrollar la experiencia, explic贸 la directora del Avila, Carla Giribone. "Qui茅n ten铆a deseos de venir a la casa lo planteaba", agreg贸 Scandizzi.
Con el fin de "pensar un espacio que surja como fuente de trabajo", en febrero de 2008 naci贸 Hilos Enredados, un proyecto que contempla, a trav茅s de la costura, las distintas etapas productivas de la "fabriquita" que montaron en la habitaci贸n que da a la vereda de la casa. All铆, todos los martes y jueves de 8.30 a 12.30, con la ayuda de la trabajadora social Mara Graciosi y la psic贸loga Tatiana Moreno, se encargan de confeccionar toallas, toallones, carteras, repasadores, delantales y manteles. Actualmente, est谩n dise帽ando las s谩banas para las camas del hospital.
Todas van recuperando el h谩bito del trabajo. "Es un emprendimiento que hacemos para crecer espiritualmente y que nuestra cabeza no se vaya para otro lado", comenta Graciela, que practica para usar m谩s la m谩quina. Como si fuera poco, fabrican, tambi茅n, las bolsas de cart贸n corrugado, que aprendieron a dise帽ar en los cursos de packaging y serigraf铆a, que hicieron el a帽o pasado. En el 2008, concurrieron a talleres de capacitaci贸n en Costura y Corte y confecci贸n.
"Est谩 el proyecto de trabajar todos los d铆as", recuerda, con efusividad, Marta. Es que al funcionar dos veces por semana, el espacio no da abasto con la gran cantidad de demanda de trabajo que posee. "Hemos rechazado pedidos", se帽ala Graciosi.
No solamente ellas cuatro participan del espacio. Trabajan seis mujeres m谩s, de las cuales una sola vive en el hospital. Cuando se mudaron al barrio, lograron que Mar铆a Rosa, vecina de la casa, se sume e integre a la iniciativa.
La mercader铆a es comercializada por ellas mismas. Cobran el 30% de lo vendido y a fin de mes reciben una proporci贸n de acuerdo al trabajo realizado. "La producci贸n es del espacio y si una tiene un encargue lo administra. Cada una se encarga de su cliente, de cobrarlo y de rendirlo. A veces f铆an y lo cobran en cuotas", cont贸 Graciosi. En forma minorista, venden a compa帽eros, vecinos, conocidos y familiares. Tambi茅n reciben encargos de diversas instituciones p煤blicas y privadas.
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