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Domingo, 11 de junio de 2006
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La nueva cooperativa "La Cabaña" sólo espera aumentar producción

Como ya ha pasado en otros emprendimientos, los operarios de
la planta láctea de Balcarse 1046, se hicieron cargo de la
tradicional fábrica láctea. Cómo es ser dueños de sus sueños.

Por Sonia Tessa
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La foto de la felicidad. Los nuevos dueños de "La Cabaña" son ahora sus trabajadores. "La fábrica es toda nuestra vida", dijo uno de los delegados gremiales de la planta.

Aunque la actividad no sea tan intensa como en las épocas de mayor producción, el aire que se respira en La Cabaña es de ebullición. En la planta de Balcarce 1046, los trabajadores están a la expectativa, contentos por las manifestaciones de solidaridad de la gente que se enteró de su transformación en cooperativa y deseosos de producir cada vez más. Una de las empleadas administrativas, María Cristina Garrido, que justo esa mañana salió a hacer cobranzas, asegura que los pedidos se mantienen, y muchos clientes consideran que ahora las cosas irán mejor. Son 54 empleados que se sobreponen al pedido de quiebra presentado por los propietarios y se disponen a recuperar la empresa. "La fábrica es nuestra vida", sintetiza Luis Angel Horoná, delegado gremial y empleado desde hace 21 años. "Necesitamos que la gente compre nuestros productos, y que los cremeros confíen en nosotros para vendernos la materia prima", afirma Orencio Molina, encargado de pasteurización, quien está en la empresa desde hace 30 años. Están seguros de lograrlo.

La Cabaña produce crema de leche y manteca Inty desde hace 59 años. En septiembre de 2001 comenzaron los problemas. Los propietarios, las familias Sarabali, Burgos y Burde, se presentaron en concurso de acreedores y despidieron a 17 trabajadores. Allí comenzó una larga lucha gremial, conducida por el sindicato de la industria láctea (Atilra) que también acompaña el emprendimiento cooperativo. Con la convocatoria de acreedores comenzó vaciamiento de la empresa. Los terrenos de la planta y de la distribuidora Intyfood, que está enfrente, fueron vendidos, y ahora son alquilados por la firma a través de un contrato que vence en octubre de 2007. Pero ante la decisión de pedir la quiebra, los trabajadores decidieron que no dejarían caer a la firma. Comenzaron los trámites para transformarla en cooperativa y la semana próxima viajarán a Buenos Aires, con el objetivo de recibir la documentación de su personería jurídica. "Con esos papeles vamos a poder encarar la producción, comprar y vender, vamos a poder funcionar como corresponde", se entusiasma Ramiro Alvarez, presidente de la Cooperativa.

El concurso se tramita en el juzgado civil y comercial a cargo de Silvia Cicutto, que será también la encargada de decidir la continuidad de la firma con la administración cooperativa.

Mientras tanto, están produciendo 2.000 kilos diarios, una cifra mucho menor a los 7.000 kilos que venían haciendo en los últimos tiempos, y aún más distante de los 18.000 que producían antes de la crisis, en 1999. Pero creen que están para más. De hecho, en poco tiempo proyectan llegar a una producción de 9.000 kilos diarios. "Tenemos el apoyo de muchos acreedores que apuestan al funcionamiento de la empresa", afirma Molina, con la esperanza expresada a media voz.

Mientras tanto, Garrido se emociona por lo que significa formar parte de la recuperación de la empresa en la que trabaja hace 9 años. "Como la mayoría de las mujeres que trabajamos acá, yo mantengo mi familia. Mi marido tiene 64 años y está desocupado. Sufrió un accidente cerebrovascular en 1995", relata. Pero también se esperanza porque en su relación con los clientes siente que el mercado está intacto. "Nos llaman permanentemente las panaderías y heladerías que siempre nos compraron, para hacernos pedidos", cuenta. Su compañera, Mirtha Costacurta, considera que "el mercado está ganado. La marca es fuerte y además la gente es muy solidaria con las experiencias cooperativas. Ahora el tema es tener la materia prima". Esta joven que trabaja desde hace ocho años como repositora fue la encargada de poner en palabras muchas de las emociones de sus compañeros el viernes a la mañana, cuando afirmó entre llantos: "Acá estamos todos poniendo el hombro para que esto salga adelante".

El sentido de unidad se repite en todos los trabajadores. "Ahora no somos una empresa tradicional sino una empresa de personas, como una gran familia", dicen entre varios. Fernando Carpi trabaja desde hace ocho años, y valora la actuación del gremio durante el largo conflicto que vivieron, en los que hubieron miles de asambleas y momentos de zozobra. El propio delegado -un hombre robusto- reconoce que desde 2001, en ocasiones no pudo contener a los compañeros, porque la situación lo superó a él mismo. "Muchas veces me quebré y lloré. Cuando supe que los terrenos estaban vendidos, que la empresa pedía la quiebra, fueron momentos duros. Como soy padre de familia, sé lo que significa perder el trabajo. Pero las esposas nos están apoyando desde nuestra casa, todas nuestras familias están con nosotros, y con ayuda de todos vamos a poder salir adelante", sintetiza.

Para todos, el futuro es una promesa. "El anhelo mío es que las puertas estén abiertas y terminar aquí. Estamos juntos y vamos a lograrlo", dice Molina, mientras Martín Staffolani, que lleva 10 años en la fábrica, agrega: "Esto es algo nuevo, vamos a ir haciendo la experiencia al andar, pero es seguro que cada vez vamos a estar mejor, nos vamos a ir nutriendo de las experiencias de otras fábricas recuperadas, como Mil Hojas, a la que le va muy bien". Algo es seguro, el camino que se les abre como cooperativa es "una oportunidad de cambiar las cosas", afirma Carpi.

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