"Como toda historia, hay que empezar por el principio", dice Luciana, guÃa de turismo, a través del parlante que lleva colgado en su pecho y, parada en la plaza 25 de Mayo, comienza a contar sobre los orÃgenes difusos de la ciudad, sobre cómo aquella capilla de adobe y paja se transformó en la Catedral, sobre los dÃas en que las autoridades de este poblado sin cabildo se reunÃan a deliberar en una habitación que les prestaba el dueño de una pulperÃa, sobre el robo de la corona de la Virgen y otros tantos hechos históricos y anecdóticos que los turistas escuchan asintiendo con la cabeza. La particularidad de este recorrido es que muchos ya estuvieron allà tantÃsimas veces: el grupo que guÃa Luciana está integrado por habitantes de Rosario que recorren su ciudad como si fuesen turistas foráneos, visitando algunos de esos lugares que las guÃas internacionales destacan como "imperdibles".
Es el segundo recorrido de la edición 2015 de "Turista en mi Ciudad", un programa que la secretarÃa de turismo municipal viene implementando desde 2012 con el objetivo de democratizar el territorio y de profundizar el conocimiento sobre la ciudad entre los propios habitantes. "Todo el mundo ha venido al Monumento pero, al visitarlo con los guÃas profesionales, se resignifica", explica Héctor Pérez, coordinador del área de Turismo Social, mientras unas nubes amenazan la tarde de otoño. El programa es implementado en conjunto con la Dirección de Vecinalesy son estas instituciones las que se encargan de convocar e inscribir a los interesados.
Olga, Pablo, Daniel, Ana MarÃa, José y tantos otros vecinos se subieron más temprano a los ómnibus que recorrieron las vecinales 7 de septiembre, Malvinas, Uriburu y la Guardia, Lisandro de la Torre y Acera con destino al casco histórico de la ciudad, donde se inicia el circuito previsto para este sábado. No hace más de cinco minutos que descendieron del colectivo pero el recorrido ya comenzó: es que, tal como ocurre en las visitas guiadas, el tiempo apremia y hay que apurar el paso.
Luciana alienta a seguir adelante. Después de la plaza 25 de Mayo, el circuito avanza por el Propileo del Monumento a la Bandera, donde se encuentra la llama votiva y continúa por las sala de las Banderas, en la que muchos se sorprenden conaquellos proyectos de Monumento que pudieron ser y no fueron.La guÃa explica que la propuesta ganadora, obra de ┴ngel Guido, era inicialmente mucho más ambiciosa eimplicaba, entre otras cosas, derrumbar la actual Catedral y construir una nueva. Estas maquetas son como promesas de futuro, con sueños de progreso y grandilocuencia incluidos, que se leen con el diario del lunes sobre la mesa. Es curioso imaginarse cómo serÃa Rosario sin el Monumento o como contarÃamos la crónica de tantos acontecimientos históricos si hubiesen transcurrido en un escenario diferente: por ejemplo, en que diseñó Lola Mora o en aquél que se inventó el arquitecto Ermete de Lorenzi.
Algunos aprovechan para sacar fotos antes de introducirse en uno de los espacios menos conocidos del emblema rosarino: los túneles del Monumento. "Por aquà pasó el papa Juan Pablo II durante su visita para poder atravesar la muchedumbre", explica Luciana mientras el grupo se mueve lento, cauteloso, por pasadizos y escalones que los llevan de la sala de las Banderas hasta el ascensor de la torre.
Ya desde lo alto, Daniel mira hacia el sur. Hace algunos años que está a cargo de la vecinal Malvinas yha acompañado a varios grupos por los recorridos de Turista en mi Ciudad: "La gente se va contenta. Conocen zonas o cosas que normalmente no se conocen. Siempre se aprende algo", cuenta acalorado. El grupo desciende y lo deja: él permanece arriba. Observa el rÃo, descansa y saca algunas fotos. Después alcanzará al resto que ya se dirige hacia el colectivo con destino al Planetario.
Es difÃcil valorar aquello que es parte de la cotidianeidad. No hay camellos en el Corán, sugerÃa Borges; nadie es profeta en su tierra, reza la Biblia y el dicho popular. Tal vez por ello, el hecho de recrear la situación de extrañamiento propia de un viaje se vuelve necesario allà donde se quiere descubrir qué mundos habitan en la cuadra donde se vive. Las expectativas, la curiosidad, la escucha atenta y esa mirada que busca explicaciones de todo aquello sobre lo que se posa: eso es la actitud de turista, del paseante en la manzana propia, del viajero en su poblado.
Vestida de paseo, Ana MarÃa saca un peine negro de su cartera y se acomoda el cabello antes de que el colectivo llegue a la próxima parada. A su lado, su marido José luce brillante camisa blanca y pantalón caqui. No vienen de ningún paÃs europeo, tampoco del "interior": son de acá nomás, de Arroyito."No conocÃa con tanto detalle el Monumento, tampoco sabÃa de la existencia de los túneles. Me encantó la visita. Una cosa es verlo por internet y otra visitarlo personalmente", resume la señora, asidua visitante de la vecinal Lisandro de la Torre. "Voy a la vecinal a hacer otras actividades y cuando me enteré del viaje me anoté enseguida", dice la turista rosarina que entiende perfectamente que este paseo es un viaje con todas las letras.
Hay otro Daniel que se animó al viaje exótico. Usa jeans, remera azul y una gorra también azul que publicita una marca de lamparitas. Este Daniel no está a cargo de ninguna vecinal y es la primera vez que sale como turista por Rosario. Nunca, jamás, habÃa entrado al Monumento. "Lo habÃa visto de afuera. De todas las veces que pasé, es la primera vez que entro", explica el hombre que llegó a Rosario el 10 de diciembre de 1980, cuando partió de Santiago del Estero "por razones laborales".
Ahora, jubilado, pasea con sus dos nietos y su esposa por la ciudad. En los pasillos del Planetario, Daniel busca una explicación de por qué no ha ingresado antes a tantÃsimos espacios públicos: "A veces uno sabe que están los lugares pero no entra por temor a que no te dejen o porque no sabe si se puede entrar. Uno no va por la misma ignorancia, por no salir a caminar, a preguntar y uno se va quedando como dormido ¿no?"
También hay vecinas como Olga, que no pueden creer lo que ven. La primera vez que Olga visitó el Parque Urquiza tenÃa 16 años y erauna adolescente que llegaba a la gran ciudad para trabajar como empleada doméstica en alguna casona del barrio Martin.La chica que habÃa nacido y crecido en Entre RÃos caminó durante algunos años la costa rosarina, el parque y las excavaciones del futuro Anfiteatro Municipal hasta que cumplió 24 años, se casó y se mudó a la zona norte de la ciudad. Hoy tiene 67 años y está sentada junto a Pablo, su marido, en las butacas rojas de la sala circular del Planetario a la espera de una proyección sobre las estrellas y la vida en otros planetas y, desde allà dice, risueña, que nunca más habÃa pisado este Parque desde aquel dÃa en que se fue del barrio para casarse. Olga está asombrada:"Esto estaba todo descuidado, con muchos yuyos. Cambió muchÃsimo, está hermoso". Hubo, en el medio, más de 40 años y una ciudad que mutó sin que ella fuese testigo de la transformación.
Se hace de noche dentrodel Planetario, brotan las primeras estrellas y la voz en off de la proyección da las explicaciones del caso. Lunas, planetas, galaxias, constelaciones mientras afuera apareció el Sol y decenas de familias toman mates en el pasto del Parque ¿Cuántos de ellos no habrán entrado, siquiera una vez, al Monumento? ¿Cuántos serán los que viajaron por el mundo recorriendo torres y palacios y jamás pusieron los ojos donde ponen los pies? ¿Será que el viaje más difÃcil de hacer es el que va al interior de lo cotidiano?
Se apaga el video, se encienden las luces y, medialunas mediante, va acabándose el circuito organizado para hoy.Los turistas cansados subirán al colectivo y, sentados en sus asientos, camino de regreso a sus hogares revivirán enlas pantallas de sus cámaras las postales del tour extravagante que acaban de realizar: el viaje al pago chico.
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