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Domingo, 3 de diciembre de 2006
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"Un cine que se recupera siempre es una fiesta"

La actriz rosarina María Fiorentino es madrina del cine Diana, reabierto recientemente en barrio Saladillo. Recuerdos de la infancia en zona sur, de un padre sindicalista de la Carne y de su primera función a los 11 meses.

Por José Maggi
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El viejo Diana vuelve a relucir a metras de "La Mandarina". "Son como imágenes detenidas en el tiempo", dice Fiorentino.

"El hecho de que el cine Diana no sea ni un templo ni un supermercado sino que vuelva a ser, o que siga siendo lo que siempre fue, recuperado por el esfuerzo de la gente, ya es un festejo para cualquier actor argentino con una profunda identidad nacional como yo, y orgulloso de ser argentino. Para cualquier actor un cine que se recupera o un lugar que se abre para nuestro cine, es una fiesta". La que habla desde el otro lado de la línea es María Fiorentino, actriz y flamante madrina del Cine Diana, enclavado en la esquina de avenida del Rosario y Lituania. El histórico emprendimiento cultural fue recuperado por sus propios vecinos, con ayuda de la Nación y el apoyo del Instituto Nacional de Cinematografía. Un lugar que sigue emocionando a la "Negra" Fiorentino, tanto como el bar el Piave, y sus mañanas entre libros de la biblioteca del Sindicato de la carne.

-- ¿Que recuerdos tiene del Cine y de ese barrio?

--Toda esa zona tiene para mi un enorme significado, el barrio de la Carne y el Sindicato tienen unas resonancias emotivas muy grandes porque mi padre fue dirigente del gremio de la carne. Cuando era chiquita y mi mamá trabajaba en el frigorífico Swift, mi papá me llevaba los sábados a la mañana al Sindicato y en una biblioteca circular ojeaba el Tesoro de la Juventud y me comía unas ricas ensaimadas con café con leche en el Piave. Y fue en el sindicato donde aprendí a leer, y entré a la escuela primaria sabiendo leer porque desde los cinco años mi papá me enseño a leer. Por todo esto, esa zona es mítica para mi, y tiene que ver con todo lo iniciático, con todo lo que marco mi vida que es la literatura. La literatura para leerla, para disfrutarla, para escribirla, para transmitirla. Es más en este momento estoy trabajando en la posibilidad de hacer un espectáculo con literatura. Entonces el hecho de que me hayan nombrado madrina del cine, es casi celestialmente para mi hacerle el mejor homenaje a mi papá y al esfuerzo de la gente. Mi papá se llamaba Héctor Pilade Fiorentino, pero toda la vida fue el Negro, como yo soy la Negra Fiorentino. Fue un dirigente sindical que se terminó jubilando por incapacidad después de haber tenido un accidente cerebrovascular, y tengo el orgullo de decir que no se enriqueció: mi madre sigue viviendo en la misma casa que compraron con un crédito del Banco Hipotecario Nacional, y es la única propiedad de la familia. Y eso es un enorme orgullo, porque en algún momento a mis veinte año cuando vine a estudiar actuación a Buenos Aires, yo también milité como delegada en mi lugar de trabajo y tengo un profundo respeto hacia la actividad sindical cuando es entendida como originalmente fue entendida.

--¿Cómo recordás el cine Diana de tu infancia, qué edad tenías cuando ibas, que imágenes guardas de aquella época?

--Recuerdo la entrada del cine y el nombre escrito. No tengo una imagen muy clara del cine. Es extraño porque la primera vez que fuí al cine, según consta en un diario mío de bebé que tengo, fue alrededor de los once meses y parece que pugnaba por no dormirme, y que era una espectadora muy atenta y nada molesta. Así que me llevaron al cine desde muy pequeña. Tengo si un recuerdo más claro del cine Splendid, en la calle San Martín, donde iba como adolescente, así que esta ligado al recuerdo del primer novio, los amigos y todo eso. Pero del cine Diana recuerdo muy potente el nombre y la entrada, y fotográficamente esa zona donde está el cine, el Monumento a la Mandarina, el Sindicato de la Carne, donde esta el bar el Piave y las piletas del Saladillo, está ligado a la primerísima infancia, y son como imágenes detenidas en el tiempo.

--Nombraste el café, el bar el Piave que esta ubicado justo en la esquina de enfrente al cine. ¿Que significó para vos ese lugar?.

--Era impresionante para mi porque soy única hija, y mujer y sabemos que todas las mujeres padecemos el complejo de Electra. Y para mí compartir esos sábados a la mañana en el Sindicato, en ese lugar de trabajo de mi padre siendo yo una niña, me reportaba cierta importancia. Tener acceso a esa biblioteca donde había un mostrador de mármol oscuro y adentro detrás de los vidrios un montón de libros, que miraba mientras mi padre trabajaba. Y el Piave era el lugar donde estaba el premio; era el sandwich portentoso, o esas poderosas ensaimadas con café con leche y el poder compartir el mundo adulto: compartir las conversaciones de los hombres en ese sindicato era acceder a un lugar adonde no todos los niños podían acceder. Y el disfrute era estar con mi papá, que me llevaba a su trabajo, y además ese regalo de tener esa colección El tesoro de la juventud, a mi alcance, y libros y papeles que fueron mis juguetes preferidos desde siempre y lo siguen siendo.

--¿Que otras imágenes tenés de aquel barrio de tu infancia?

--El arroyo Saladillo, un lugar al que fui poco tiempo antes de trasladarme a Buenos Aires, una ciudad que ya es mía porque llevo más tiempo viviendo acá que en Rosario. Y coincido con aquellos que dicen que 'la patria es la infancia', para mi la infancia es la zona sur de Rosario. Es la zona donde viví, donde de alguna manera aprendí lo que significaba una huelga. Para mi ahora es una suerte haber vivido una larguísima huelga que se produjo en el frigorífico Swift que duró entre ocho y nueve meses, en los que mi padre y mi madre salían a hacer changas y soportaban la huelga pidiendo muchas reinvidicaciones, y en la que yo aprendí que la cultura del trabajo existió, y si uno quiere sigue existiendo, donde tuve mi primer novio, donde tuve mi primer amor y mi primer trabajo. Bueno, en realidad primero fui cajera de La Tropical Funcional, un supermercado con pretensiones de Casa Tía, que estaba en San Martín entre San Luis y Rioja, en diagonal donde ahora está el Centro Cultural Bernardino Rivadavia. Pero después ingresé a trabajar en la Obra Social del Personal del Sindicato de la Carne, allí conocí a mi primer novio y estuve a punto de casarme, cuando la curiosidad de saber si podía ser actriz y el deseo enorme de no quedarme con la duda, rompió ese noviazgo y rompió mi arraigo con mi ciudad. Pero allí están mis inicios, es lo más iniciático de lo que puedo tener memoria, asi que estoy agradecida por el honor.

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