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Domingo, 7 de enero de 2007
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LECTURAS DE VERANO

Santa Fe, la patria sojera

Como apertura de una nueva sección dedicada a trabajos de
investigación o literarios de autores locales, Rosario/12 reproduce un fragmento del libro "Del genocidio y robo de tierras al `boom sojero'" (UNR Editora) de Oscar Ainsuain. La oleaginosa que se ha convertido en vedette de la economía argentina encierra un costado oscuro que implica monocultivo, agresión al medio ambiente y desplazamiento
de pequeños productores.

Por Oscar Ainsuain*
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El campo argentino está transitando un acelerado proceso de sojización, que se desarrolla afectando las producciones regionales y provocando un

marcado auge de la deforestación. Este proceso fue impuesto por una pequeña minoría, que es la principal beneficiaria del"boom sojero", sostenido por la alta tecnología, la concentración de la tierra y la riqueza, la degradación ambiental y la evasión impositiva.

En 1976, con la dictadura militar instalada en el poder, se iniciaba el camino de desindustrialización nacional. En ese período, la soja, debido a la creciente demanda mundial de aceite y de harina (su principal subproducto), comenzó a sembrarse comercialmente. Fue así como en la región pampeana se inició un período de crecimiento de la superficie cultivada, que se consolidaría a mediados de la década del '90.

Con la desregulación ideada y llevada adelante por Domingo Cavallo, ministro de Economía del gobierno de Carlos Menem, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) se vio obligado a informar su colección de germoplasma -la base genética de la especie- a las multinacionales productoras de semillas. De esta manera se entregaron los ricos secretos de la producción nacional, y el INTA, el organismo encargado de generar tecnología para llevarla a los chacareros a través de los agentes de extensión, se transformó en una figura decorativa al servicio de Monsanto y las grandes cerealeras como Cargill y Bunge. Al disolverse la Junta Nacional de Granos (JNG), que garantizaba a los productores el precio mínimo sostén en origen, estas grandes empresas comenzaron a ejercer el control de calidad como así también a manejar la exportación de los granos.

En 1996, Felipe Solá, secretario de Agricultura del gobierno de Carlos Menem, autorizó la semilla de soja RR inventada por la multinacional estadounidense Monsanto. RR significa resistente al Roundup, marca comercial del herbicida total glifosato, también desarrollado por Monsanto. La multinacional norteamericana, a partir de 2004, luego de lograr la supremacía en el mercado nacional, comenzó a presionar para recaudar regalías por el uso de sus semillas, argumentando que en Estados Unidos cobraba 14 dólares y en Brasil 7 dólares por tonelada de soja RR.

En ese período, además, se impuso el sistema de labranza de siembra directa. Este sistema se realiza con una máquina moderna y, a diferencia de la labranza tradicional, abre un pequeño surco depositando la semilla y el fertilizante. Este novedoso método, que no da vuelta toda la tierra, deja siempre el suelo cubierto del rastrojo del cultivo anterior. De esta manera se logra impedir la erosión producida por el viento y el agua. Con la transformación de los métodos de siembra se redujeron los costos; por un lado se usa menos gasoil y con la aparición del glifosato -mata todo vegetal menos la soja- se dejaron de usar otros herbicidas.

Los especialistas en temas agrarios sostienen que la siembra directa, la soja RR y el herbicida a base de glifosato fueron los pilares del proceso de sojización. Este proceso se ha consolidado de tal manera que en la cosecha 2002-2003, sobre un total de 70 millones de toneladas producidas, 35 fueron de soja. Hay que indicar, asimismo, que en razón de que la soja y sus derivados ﷓aceites y harinas﷓ son escasamente consumidos en Argentina, la economía nacional se encuentra en una situación endeble debido a que el grueso de la producción agraria pasó a depender del mercado externo que el país no controla.

Esto no es nuevo, ya que una situación similar se produjo con el quebracho, explotado y comercializado fundamentalmente por La Forestal. Tal como fue analizado en capítulos anteriores, el emporio británico metió el ferrocarril en lo más hondo del Chaco creando pueblos y fábricas para la extracción del tanino, dejando de lado cualquier otra actividad económica y cuando le fue más rentable la planta de mimosa en África, abandonó el país. En unos años, miles de desocupados y pueblos fantasmas reemplazaron el "progreso" de los ingleses. Al país le quedó el daño ecológico y social, ya los británicos las ganancias extraordinarias del período en que se desarrolló la explotación.

La expansión de la soja, tal como sucedió con el quebracho, afectó a otros sectores de la producción como el sorgo, las batatas, arvejas y lentejas; los montes frutales y las verduras. Es indudable que el crecimiento de las áreas sembradas ha sido muy importante. Según datos oficiales publicados por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (SAGPyA) durante el ciclo 2001﷓2002 la soja pasó a representar el 42,7% de la superficie sembrada y el 44,4% de granos cultivados nacionalmente.

En la última década, en Santa Fe se ha incrementado un 38% el total de tierras destinadas a la agricultura (principalmente soja) y los cultivos de soja representan un 90% del total. Algo similar sucedió en provincias con menos tradición agrícola como Chaco, Formosa, Salta o Santiago del Estero. Por ejemplo en Chaco, la soja ha desplazado al cultivo de algodón. En Santiago del Estero, Salta y Tucumán se ha producido una avalancha de compras de tierras con montes, los que estaban habitados por pequeños productores, en su mayoría criadores de chivos.

Al drama de los campesinos desalojados habría que agregar que se pasó a talar indiscriminadamente montes para sembrar soja, contraviniendo las más elementales leyes de conservación de suelos. Estas tierras no soportarán una agricultura continua y el aumento del escurrimiento de agua desde estas zonas hacia Chaco y Santa Fe es apenas una muestra de lo que podría llegar a suceder. Para muchos especialistas ambientales se estaría en presencia de un proceso de devastación, erosión y desertización estructural de los suelos sometidos al sistema de siembra directa y cultivo de soja RR.

El crecimiento del cultivo de soja dio lugar a la aparición, en nuestra zona, de una cantidad importante de aceiteras en las cercanías de los puertos del Río Paraná. Ahora China e India -principales compradores de nuestros aceites de soja- han comenzado a arancelar este producto. Este ejemplo evidencia la precariedad del llamado "complejo de la soja". Su crecimiento se dio por las, necesidades del mercado externo controlado por las grandes potencias y desligado del mercado interno.

Concentración de tierras y evasión inmobiliaria

El "boom sojero" se desarrolla en un país donde la concentración de tierras es impresionante. Según datos del Censo Agropecuario 2001, los 936 terratenientes más poderosos tienen 35.515.000 hectáreas, y en el otro extremo 137.021 agricultores poseen solamente 2.288.000.

Benetton (900 mil), Cresud (460 mil), Bunge (260 mil), Amalia Lacroze de Fortabat (220 mil) poseen 2 millones de hectáreas, una superficie similar al territorio de Bélgica. También tienen importantes extensiones los Bemberg, con 143.000 hectáreas, Whertein -presidente de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y la Cámara de Comercio Argentino-China-, con 98.000 y la familia Blaquier, con 45.000. De las 35 familias tradicionales que en el censo del año 1913 concentraban la mayor parte de las tierras, 30 siguen siendo grandes propietarios. Se destacan los Anchorena, con 40 mil hectáreas, y los Gómez Alzaga con 60 mil.

En Santa Fe, la situación es similar. Los 17 principales terratenientes son propietarios de 617.000 hectáreas y los 6.133 chacarero s más pequeños tienen 158.000. El ejemplo de Santa Cruz es por demás de elocuente. Sobre 19.841.000 hectáreas, los 269 terratenientes más importantes poseen 11.490.000.

Los planes económicos aplicados en distintos períodos de nuestra historia -como sucedió en los '90- han contribuido no sólo a mantener, sino a profundizar el proceso de concentración de tierras. A tal punto esto es así, que tomando como base los Establecimientos Agropecuarios Productivos (EAP) de más de 5.000 hectáreas, observamos que en el Censo Agropecuario de 1913,5.300 terratenientes eran dueños del 48% de las tierras, y en el Censo 2001, algo más de 6.000 son propietarios de casi el 50% de las mismas.

Lejos quedó el avance parcial en la redistribución de la tierra, logrado con la sanción de la Ley 13.246. En 1948, en Alcorta, en una histórica concentración, 14.000 productores agropecuarios habían saludado la decisión del gobierno de Perón de promulgar esa ley, que entre otros beneficios establecía la duración de los arriendos en cinco años, con opción a tres años más. Simultáneamente, el Banco Nación otorgaba una línea de créditos para la adquisición de campos. Esto posibilitó que miles de chacareros accedieran a la propiedad de la tierra. Por el contrario, hoy se puede observar que se está volviendo a una concentración similar a la de principios de siglo.

Para Eduardo Basualdo -economista de la Federación Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO)-, los estudios del Censo 2001 "concluyeron que los resultados obtenidos son relativos y que había una concentración muy superior a la esperada".

El economista sostiene que, hasta 1996, el buen precio internacional de los granos mantenía alto el valor de los campos. Sin embargo, a partir de ese momento comenzó un ciclo de bajos precios que provocó una nueva vuelta de tuerca sobre la situación de los pequeños y medianos productores que, presionados por los bancos, en muchos casos vendieron sus propiedades hasta por un 30% menos de su valor real. De esta manera comenzó una tendencia hacia una mayor concentración.

Basualdo explica, además, que por razones impositivas -para evadir el impuesto inmobiliario- los terratenientes comenzaron a dividir las tierras. Por ejemplo, la familia Whertein tiene sus campos a nombre de 40 sociedades distintas. Claro que, tomando en cuenta las unidades territoriales, aun cuando figuren a nombre de distintas compañías, se llega a la conclusión de que Whertein tiene 98.000 hectáreas. Ya sea por su carácter regresivo o por la gran evasión, en Santa Fe, en el año 2004,la recaudación por el Inmobiliario Rural fue de 40 millones de pesos. Según el especialista en temas económicos Rubén Milito, el mencionado gravamen representa "menos del uno por ciento del dinero necesario para el funcionamiento del estado" (Diario Rosario/12, 29 de agosto de 2004).

De acuerdo a lo expuesto por Basualdo, es probable que las conclusiones del Censo 2001 no sean correctas y la concentración de tierras sea aún mayor. A pesar de las leyes de herencia o el propio desarrollo del capitalismo, hoy -como ha sucedido a lo largo de la historia- el latifundio se mantiene incólume en el campo argentino.

Terratenientes y pooles de siembra

Con la irrupción de la soja, se abrió la posibilidad de hacer el doble cultivo trigo-soja en un año. Aprovechando esta situación, muchos contratistas lograron obtener significativas ganancias. Sin embargo, los grandes propietarios se adueñaron rápidamente del proceso de sojización. Primero establecieron la modalidad de contratos cortos de seis meses o un año. Luego impusieron el sistema de quintales fijos por hectárea y más tarde el pago por adelantado. De esta manera lograron evitar los riesgos de las contingencias climáticas y además usufructuaron los intereses del arriendo adelantado.

A partir de 2002, con la suba de los precios internacionales, los grandes latifundistas fueron los principales beneficiarios. A pesar de la baja de precios registrada en 2004, los arriendos que se pagan en la región pampeana siguen siendo alrededor del 40% de lo cosechado. En las tierras más fértiles se ha llegado a abonar hasta 15 quintales fijos de soja por hectárea.

Según datos del INTA Y otras instituciones estatales y privadas que publica el Instituto Agrario de Asistencia Jurídica y Contable del Distrito VI de Federación Agraria Argentina, el 75% de la producción de granos es realizada por arrendatarios.

El Instituto Agrario, basándose en datos oficiales, difunde los resultados de la campaña 2002-2003 de los cuatro cultivos: soja, trigo, maíz y girasol. Las cifras dan cuenta de que se sembraron 24.416.000 hectáreas, con una producción de 66.100.000 toneladas por un valor de 33.544,5 millones de pesos. De este total, el 75% -21.158,4 millones de pesos-, es producido por contratistas. Si éstos pagan a los propietarios, como mínimo, el 40% de la cosecha, se llega a la siguiente conclusión: los dueños de la tierra recibieron 10.063,5 millones de pesos sólo por el hecho de poseer los títulos de propiedad.

A diferencia de los agricultores que buscan agregar a sus campos parcelas de tierra a fin de lograr una superficie mínima para poder sobrevivir, en los últimos años han aparecido empresas que arriendan decenas de miles de hectáreas en forma individual o en asociaciones. Son conocidas con el nombre de pooles de siembra. Entre los más poderosos se encuentran El Tejar o grupos como el de Gustavo Grobocopatel -que se auto denomina irónicamente un "sin tierra"- que en 2004 arrendaba 173.000 hectáreas.

Estas empresas contratan productores que por un lado no pueden comprar campos y por el otro están en manifiesta desventaja frente a los pooles para poder arrendar. Su gran poder económico les permite sembrar científicamente, dado que disponen de datos históricos del comportamiento meteorológico, a los que le agregan la información obtenida de distintos sistemas satelitales. De esta manera, arriendan campos poniéndose al resguardo de las calamidades climáticas. Compran en grandes cantidades, explotan el trabajo de los contratistas y usan sus maquinarias, lo que les ha permitido abaratar notablemente los costos. Al igual que en el caso de los terratenientes estas empresas se benefician notablemente con el "boom sojero".

Los puertos del Gran Rosario

En el año 2003, de los puertos instalados en la provincia de Santa Fe salía más del 85% de las oleaginosas (granos, aceites y subproductos) y el 60% del total de los cereales que exporta nuestro país, porcentaje que subía al 70% en el caso del maíz y al 96% del sorgo. La mayor parte de las exportaciones estaba y está bajo dominio de capitales extranjeros.

La capacidad de almacenaje y ritmo de carga para cereales y subproductos de las principales empresas portuarias del gran Rosario está muy desarrollada, y en el último período se ha acrecentado la concentración de los puertos. Teniendo en cuenta la capacidad de almacenaje y el ritmo de carga; Bunge, Cargill y Dreyfus son las terminales más importantes.

Bunge controla el 50% -la otra mitad está en manos de AGD- de Terminal 6. En ésta, funcionan cinco muelles: Bajos de la Alumbrera, Terminal 6 Norte, Muelle de Barcazas, Terminal 6 Sur y Resinfor. Tiene una capacidad de almacenaje de 900.000 toneladas entre granos y subproductos y una capacidad de molienda de 9.000 toneladas diarias. T6 Norte tiene un ritmo de carga de 700 y 400 toneladas por hora de granos y subproductos. En T6 Sur el ritmo es de 2.000 y 1.500 toneladas por hora. De Resinfor se exporta solamente aceite. Bunge también es propietaria de La Plata Cereal. Allí funcionan dos muelles: Pampa y Dempa. El primero, tiene un ritmo de carga de 2.000 y 1.400 toneladas por hora en cereales y subproductos y el segundo de 900 y 700 toneladas por hora.

En puerto "El Quebracho", de Cargill, funcionan tres muelles: Muelles para Barcas, Muelle Viejo y el Muelle de Fertilizantes. Esta empresa puede llegar a almacenar 1.000.000 toneladas de granos y subproductos y tiene una capacidad de molienda de 9.500 toneladas diarias. El Muelle Viejo registra un ritmo de carga de 1.700 y 1.200 toneladas por hora en cereales y subproductos. Al Muelle de Fertilizantes llegan los productos de Monsanto y se cargan aceites. En Rosario, Cargill junto a la estadounidense ADM embarcan desde las Unidades VI y VII de la ciudad (son del Estado y están concesionadas a Servicios Portuarios) y desde la Unidad III (también del Estado pero cedida directamente a Cargill). Este monopolio también exporta desde Punta Alvear donde tiene un comodato por veinte años y un ritmo de carga de 2.000 toneladas por hora.

En la planta de Dreyfus de General Lagos se puede almacenar 510.000 toneladas de granos y 240.000 de subproductos, con un ritmo hora de carga de 2.500 y 2.000 toneladas respectivamente.

Estos datos corresponden al mes de diciembre de 2004 y se modifican permanentemente debido a las fuertes inversiones que realiza este sector exportador.

En 2004, durante la época de cosecha, a los puertos del gran Rosario ingresaban más de 10.000 camiones por día. Las plantas de la zona procesaban 25.000 toneladas de soja por día. Actualmente está en curso un proceso de remodelación de las instalaciones de las grandes empresas que realizarán fuertes inversiones -se hicieron anuncios por 530 millones de dólares- en la zona. Cargill está remodelando sus instalaciones de puerto "El Quebracho", tiene decidido realizar una inversión de 200 millones de dólares para la nueva planta (en construcción) de Villa Gobernador Gálvez y destinará 5 millones de dólares en una fábrica de malta en Alvear (cervezas premium); Bunge comenzó a realizar obras -destinará 100 millones de dólares- en Ramallo. También están previstas importantes inversiones -80 millones de dólares- de Pérez Companc en el puerto de Molinos Río de la Plata. Vicentín invertirá 40 millones de dólares en su planta de Ricardone. Pero lo novedoso es la radicación en la zona del Grupo Noble -un trader cerealista con sede en Hong Kong- que invertirá 25 millones de dólares para la construcción de un puerto (a punto de operar) de granos en Timbúes.

La tecnología de las grandes terminales es de punta. La soja ingresa a las plantas en camiones y vagones -se descarga automáticamente- y pasa a un depósito donde se seca la semilla. Luego se la muele, se hace la extracción de aceites y se traslada la mercadería mediante máquinas a sus respectivos depósitos. Este ciclo se desarrolla en apenas 300 metros y en una hora se procesan aproximadamente 1.000 toneladas.

Al igual que en el ingreso, la salida de granos y subproductos es rápida. Cada barco tiene una capacidad de carga de alrededor de 43.000 toneladas y recibe 2.000 por hora.

Salvo algunas terminales de Estados Unidos, en el mundo no hay puertos tan rápidos como los de nuestra zona. Hoy Argentina exporta tecnología portuaria, principalmente a Brasil.

* Autor de "Del genocidio y robo de tierras al `boom sojero'. Historia política y económica de la provincia de Santa Fe". UNR Editora. 2006. Volumen disponible en el stand de UNR Editora ubicado en Peatonal Córdoba esquina Corrientes.

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