Desde La Habana
"Muchas gracias por aguantarme ustedes que les cuente estas historias", dijo Raúl Castro saliendo de "la casa del Che" en el stand santafesino de la Feria del Libro, antes de subirse al colectivo que trasladó a media docena de ministros del Consejo de Estado.
La luna brillaba sobre el mar, y desde la fortaleza que interrumpe el Malecón, se adivinaba el parpadeo de las luces de otra ciudad que nunca duerme. "Viene Raúl, por los movimientos, seguro que viene", dijo a este cronista un funcionario de tercera lÃnea entre asustado e ilusionado. La plaza San Francisco de AsÃs, en la cabecera del morro, estaba atestada de personalidades: Quino, David Viñas, Juan Carlos Baglietto, embajadores, funcionarios, artistas y escritores cubanos y un centenar de jóvenes uniformados con remeras rojas y azules con la leyenda "trabajo social". A la hora señalada, un pelotón de negros con guayaberas blancas apareció en el empedrado abriendo paso, y bajó Castro, no Fidel sino su hermano Raúl. De saco claro y camisa oscura, de paso lento y gafas con marco de oro, saludó a Jorge Obeid, a José Nun, y alargó su caminata hasta el final de la primera fila para abrazar a Hebe de Bonafini. "Raúl nunca participa de estos actos. Es un hecho importante", remarcaba insistentemente nuestro cicerone cubano.
"Con esto ya están hechos", trataba de congraciarse un funcionario de la embajada argentina. Pero hubo más; después de la apertura formal, Raúl -como le llaman todos su colegas de gobierno- recorrió el stand de Argentina -paÃs invitado de honor- rodeado de más guardias que escritores, y contra todos los pronósticos, y para preocupación de sus agentes de seguridad, rompió el protocolo al aceptar la invitación de Obeid para visitar "la casa del Che".
Allà se armó la charla, justo en el "living" de la casa. Sólo faltaba el café -o el ron- para estar a tono. Obeid, Bonasso, el canciller Felipe Pérez Roque y este cronista rodearon al comandante a cargo del gobierno. Sólo periodistas santafesinos, Rubén GoldÃn -que ofició de cameraman- el Secretario de Cultura santafesino, Jorge Llonch y tres integrantes de la delegación provincial, asistieron a un relato que comenzó con la pregunta de Rosario/12 acerca de "su primer encuentro con el Che". Raúl alzó la vista y le dijo al Canciller: "Oye Felipe, ya has contado lo de los gatos". Felipe sonrió y Castro habló como lo hubiera hecho Fidel.
"El Che trabajaba de médico legista en México, y de noche hacÃa investigaciones por el tema de la alergia. Para eso necesitaba animales, gatas, y además, preñadas. Asà que allà andábamos buscando en los botes de basura, donde tenÃa que haber gatos, y que además habÃa que tirar pa' rriba, pa'ver si eran hembras, y encima tenÃan que estar en estado de gestación. Y aquà va la parte final del cuento: entrábamos de noche, porque él trabajaba allà y era amigo de un sereno. Yo le ayudaba en una mesita a amarrar a los animales y los anestesiaba. Le abrÃa, le tomaba por la matriz y le colocaba una precillita y como un sismógrafo, iba marcando. Terminó, la cosió, y me dijo 'a esta le podemos hacer varios experimentos'. Nos fuimos. Pasaron varios dÃas -él la tenÃa medio escondida allÃ, en el laboratorio- y sacamos la gata muerta. Ahà estaba, tiesa. Y dice el Che: 'Esto imposible, vamos a hacer una autopsia'. Le abre, y de buenas a primeras dice: 'que bestia soy... al coserla le suturé los intestinos... se murió de hambre'. Entonces yo le dije: tu no me pones a mà ni una inyección. Y lo cumplÃ. Sólo una vez en México me dio una gripe, un poquito de fiebre y me dio una cafiaspirina. Después en la Sierra Maestra sacaba muelas. SabÃa anestesiar la parte de abajo pero no la de arriba, y cada vez que me tocaba allà no se aguantaba... y el Che haciendo fuerza, agarrado de cualquier cosa. Era lo más audaz que habÃa... hasta en eso".
-Eso fue antes de que el Che se conociera con Fidel..., alcanzó a interrumpir este cronista.
-SÃ, sÃ... Yo lo conocà dos meses antes, pero ya conocÃa un grupo de cubanos que habÃan estado en Guatemala con él y Nico López. Fue él quien me dijo: 'busca a un argentino: le decimos Che'". Lo encontré enseguida.
-¿Y dónde lo encontró?, quiero decir, ¿en qué lugar?-, interrumpió una vez más Rosario/12.
-En el Paramount 49, que era la casa de una cubana llamada MarÃa Antonia, que era la que nos arropaba a todos allÃ. TenÃa la dirección de él y fue allà que también lo conoció Fidel. Era un departamentico un poco más grande que éste, con una cocinita que cabÃan apenas dos de pie...
-¿Y eso fue en el año...?
-Cincuenta y cinco... -dice alargando la "y" hasta completar con el cinco.
En la fortaleza no quedaban muchos invitados. La mayorÃa habÃa partido hacia el brindis en La Habana Vieja, ya habÃa sonado el "cañonazo de la 9", y en "la casa del Che" continuaba la tertulia. Miguel Bonasso recuerda un episodio acerca de una vaca que le habÃan comprado a un campesino, y que el Che se empecinó en asarla a la estaca.
"Fidel dijo que habÃa quedado deliciosa" -terció Felipe, que se parece más a Fidel que su propio hermano.
"Pasa que en las memorias, Raúl habÃa escrito que habÃa quedado cruda", agregó Bonasso, antes de que el Canciller le dijera que "Fidel no querÃa dañar la imagen del Che".
Pero el que habÃa estado allà mismo, en el asadito, habÃa sido Raúl que retomó su relato: "Un pedazo quedo crudo, pero con el hambre que traÃamos al Che se le ocurre hacerla como en las pampas, con una cruz -a la estaca- y yo me comà unas vÃsceras que quedaban allÃ, pedacitos... pero comimos como dos dÃas de la vaca, ya al final le estaban saliendo unos gusanitos y tenÃamos que rasparlos para poder comer".
Bonasso recuerda que Fidel sostuvo "si lo dijo Raúl debe ser asÃ, él lo escribió en ese momento y yo trato de recordarlo de memoria".
"Yo me acuerdo hasta de la casa del campesino, Piña se llamaba...", reafirma Raúl que cierra el relato con una reivindicación del asador, que seguramente no recibió el tradicional aplauso. "La experiencia fue muy buena porque después de eso jamás le volvimos a dar una vaca al Che para que la cocinara, se asaba en un palito por trozos, pero esa vez el Che nos tuvo allà horas enteras, en el primer campamento que hicimos, después de salir de Picana donde reunimos los 7 fusiles, allà se nos unieron varios".
Los morenos de guayaberas blancas comenzaban a inquietarse, afuera de "la casa del che", en la explanada de la Fortaleza medio centenar de periodistas de todo el mundo esperaban la salida de Comandante. De Fidel nadie habÃa dicho una palabra, tendrÃan que esperar, en el comedor Raúl dejaba atrás los recuerdos mas amenos y penetraba en las horas del combate.
"Hace ya 50 años de aquello.... caramba... el 18 de diciembre. Fidel estaba allà con dos hombres, y uno estaba desarmado. Fidel no, el nunca dejó el fusil, ni ahora... -se rÃe- y agrega: "Cuando tuvo el accidente del 2003 lo primero que hizo fue ver en la ambulancia si podÃa jalar del gatillo... y no quiso que le dieran anestesia". Retoma el relato de hace medio siglo. "Eso fue asÃ: el 2 de diciembre desembarcamos, el 5 nos destruyen y el 18 nos encontramos Fidel y yo, y el 20 llegan Camilo y el Che, pasamos la Nochebuena allà y después de ese campamento fue la vaquita aquella. Allà fue cuando Fidel me da un abrazo y me preguntó: '¿cuántos fusiles traes? Cinco le dijo yo. 'Y dos que traigo yo son 7, ¡ahora sà ganamos la guerra!' dijo y yo no quise ponerlo en el diario y se lo dije a él mucho tiempo después, 'yo creà que tu te habÃas vuelto totalmente loco'".
Los jefe de la custodia se comunicaban con sus radios; "ya salimos", se escuchó que un joven rubio y fornido con saco a cuadros le decÃa a su par fuera de la casa, Reynaldo un mestizo de chomba a rayas que se parecÃa más a un barra argentino que a "Boogie el aceitoso".
Raúl se acercaba a la puerta de salida, pero faltaba la historia del Gramma, "ese barquito que no servirÃa ni para pasear por el Malecón".
"Fidel nunca ha perdido, nunca perdió, una vez estábamos presos en la misma celda, nos pasaban todo tipo de libros: El Capital de Marx, obras selectas, textos de Lenin, todo eso pasó hasta que un dÃa alguien nos manda un libro que dice 'Stalin' y en la cárcel dicen 'ese no pasa', y Fidel le escribÃa al director de la cárcel que era un militar todos los dÃas reclamándole hasta que le mandó el libro. ¿saben quién era el autor?... Trotsky... Y entonces allà estudiamos, cada vez que le entrábamos a El Capital yo le decÃa eso no se puede estudiar solo... el siguió leyéndolo, yo no... cambié de libro. Después jugábamos al ajedrez antes de acostarnos y por lo general él me ganaba, pero un dÃa de esos que yo andaba con buena luz le he dado tunda tremenda, pero entonces no me dejaba acostarme hasta que él no emparejara... eso ya era abuso de poder. 'Tengo sueño' le decÃa, 'tu te quedas ahÃ' me contestaba hasta que él no tuviera un partido por encima de mÃ. Y es por eso que le ganó la guerra a Batista en 25 meses, ¿a quién se le hubiera ocurrido? Es decir 25 meses partiendo de 7 fusiles y después 15 o 18 que reunimos contra un Ejército, policÃa y órganos represivos que contamos en 80 mil".
"Raúl, cuéntales antes de irnos, cuando el Che preguntó ¿cuándo llegamos al barco? al montarse al Gramma", sugirió el canciller, mientras Carlos Lage avanzaba hacia la salida.
"Eso le pasó a más de uno... yo me enteré que ése era el barco y subà resignado. Por poco nos quedamos en el estrecho del Yucatán donde empezó a hacer agua y agua. HabÃa que caminar en punta de pies porque todos estaban borrachos del mareo. HabÃa mal tiempo, estaba prohibido salir. HabÃa un cable atravesado, cantamos el himno, apagamos el motor y con el impulso lo pasamos por arriba y salimos, y ya un poco más afuera aquello era un revoltijo, el barco hacÃa agua, el agua subÃa, sólo un grupito se enteró y con unos cubos sacaban el agua, la bomba está rota y Fidel midiendo con un cordelito con una tirilla, hizo un cálculo y dijo 'estamos a 80 kilómetros de la costa'. Pero él lo habÃa probado al cálculo sin contar 82 hombres y armamento para 100, eso nos redujo la velocidad 7 nudos. Santiago se subleva el 30 de noviembre -que era el dÃa que debÃamos coincidir- y eso fue un boomerang porque Batista reforzó con tropas enviadas por avión y cuando llegamos ya estaba reforzada la provincia. Pero en esa ocasión fue que subÃa el agua y pensábamos, no llegamos a la costa... habÃa un botecito ahà atrás, que cuando llegamos al desembarco se hundió justo cuando el agua nos llegaba a la nariz. Entonces pregunto yo si hay salvavidas y Fidel que estaba midiendo me dice 'hace rato que no sube', más tarde otra vez... Hasta que nos dimos cuenta de que por una ley fÃsica los barcos navegan con su lÃnea de flotación. Cuando va mas lerdo baja el calado y se mete agua por las tablas que deberÃan quedar fuera, por eso entraba agua hasta que se hinchó la madera y se selló. Y oÃamos por radio cuando llegamos a Priente la sublevación de Santiago y llegamos el 2 de diciembre en lugar del 30 de noviembre. De los 7 dÃas de travesÃa solo uno de buen tiempo, lo demás era un cachumbambe... Ese no era un barco ni para salir a pasear por La Habana....
-¿Cachumbambe? - preguntó este cronista.
-El movimiento del barco... eso fue una aventura, pero yo lo digo siempre, Fidel nunca perdió a nada, cuando jugábamos a las canicas, a las bolitas como dicen ustedes, él tenÃa que ganar, por eso los americanos no nos han ganado. Es un tipo fabuloso.
Salió de la casa del Che, les dijo a los periodistas que esperaban afuera que "Fidel mejora dÃa a dÃa", se dio vuelta para despedirse de sus interlocutores de la casa y lamentó que se hubiera hecho tarde. "No voy a poder ir a visitarlo, cuando lo vea le diré que estuve en la casa del Che", concluyó.
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