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Jueves, 2 de febrero de 2006
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LA RELACION CON EL SABER DEL PSICOANALISTA

La demarcación del campo psi

El psicoanalista francés Jean Szpirko, que periódicamente visita la ciudad, respondió con la siguiente nota a preguntas que le dirigieron los responsables de la revista "Hospitálisis".

Por Jean Szpirko *
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La relación con el saber del psicoanalista no podría ser el objeto de una "formación". En la institución, en el hospital en particular, ¿es posible "hacer un análisis"?

Me parece importante poder interrogar el término de "psi" que encierra muchas ambigüedades, como si este término prefijo común al nombre de diversas disciplinas constituyera una suerte de factor común entre ellas. La no diferenciación del psicoanálisis de otros ámbitos "psi" hace necesario efectuar brevemente, ante todo, una demarcación, precisar de nuevo una diferencia fundamental entre el campo "psi" y el psicoanálisis. Esta demarcación puede efectuarse de manera radical considerando el status del saber y el lugar que le está destinado.

En todas las disciplinas diferentes del psicoanálisis ya sea que aspiren o no a calificarse como ciencia un "experto": experimentador, médico, educador, político, cura, moralista o moralizador... se encuentra siempre en posición de decir cómo se aplica el saber propio a su disciplina. Por su parte, el saber en psicoanálisis es muy particular, ya que se trata de un saber a partir del cual un psicoanalista aprendió como efecto de su propio análisis y de los "controles" que siguió, y en el seno de grupos de trabajo que no puede "comprender" nada, absolutamente nada de la demanda o de la queja que escucha! ¿Hay que insistir? Si bien es posible comprender ciertas leyes físicas, ciertos mecanismos biológicos, químicos, metereológicos, psicológicos..., nadie puede "comprender" a otro, ponerse en el lugar de otra persona; se trata de una ilusión que, deliberadamente, quiere desconocer las diferencias.

Esta afirmación puede sorprender a quienes, en el campo "psi" erotizan el verbo "comprender". La escucha del psicoanalista no apunta a comprender. Lo que un psicoanalista escucha no es el sufrimiento sino la manera en que éste se formula: los términos y las modalidades que él utiliza para tratar de hacerse entender/oir... el hecho de haber aprendido a no comprender demasiado rápido lo que recubren los términos utilizados para tratar de decir el sufrimiento confiere a estos términos un valor bien particular. Estos términos que cualquiera puede utilizar están asociados a otros de manera singular. De esta manera son "elevados a la dignidad del enigma", que sólo quien los expresa podrá eventualmente elucidar; en esta elucidación se constituirá un saber. Este saber también es muy particular: es una saber en barbecho, un saber del que dispone la persona que sufre, sin saberlo, sin embargo, en el momento en que formula sus quejas. En ese momento, este saber es una apuesta y queda por construirse. La práctica de un psicoanalista consiste entonces en permitir, en no impedir la emergencia de este saber, enmascarándolo, por ejemplo, con teoría; es decir con el saber referencial tomando a Freud, Winnicot, Mélanie Klein, Bion, Lacan,... Cuando el psicoanalista sostiene el lugar destinado a su función, sus intervenciones o "interpretaciones" no consisten en "explicar", en decodificar significaciones refiriéndose a autores, aún prestigiosos. A lo que él apunta es a permitirle a quien se dirige a él que escuche él mismo lo que dice, al punto tal de tener deseos de explorar los enigmas que yacen en su propia palabra. Estos enigmas traman la singularidad del deseo inconsciente del cual nadie posee el dominio y es explorándolos como se esfuman ciertos sufrimientos ligados a la falta de ser.

Por lo tanto, esta posición del psicoanalista es radicalmente diferente a la que toman los especialistas de otras disciplinas que funcionan como expertos: científicos, juristas, teólogos o psicoterapeutas, cuyo saber constituye una especie de grilla de lectura y de interpretación.

El psicoanálisis se distingue de todas las demás disciplinas, por lo menos por esta "relación con el saber". Más específicamente, se distingue de las psicoterapias, que intentan todas poder comprender o influenciar al otro. Esta "comprensión" algunos utilizan el término de empatía se efectúa, en el mejor de los casos, en nombre de un saber más o menos estructurado que atribuye al psicoterapeuta directa o indirectamente la función de experto. En esta observación, un psicoanalista que se comportara puntualmente como experto estaría entonces en una posición "psicoterapeuta".

La relación con el saber del psicoanalista no podría ser el objeto de una "formación" específica que indique o inculque, con teoría, maneras modelizadas de proceder y conminaciones: "hay que", o "no hay que". Esta relación no se adquiere sino después de haber experimentado largamente, en el transcurso de una cura, hasta qué punto toda tentativa de comprensión o de influencia hace obstáculo y enmascara toda posibilidad de emergencia del deseo inconsciente. Este saber surge por efectos de "après﷓coup" (retroactivamente) que puntualizan la cura de una persona en sufrimiento, cuando ésta expresa lo que le parecía difícilmente confesable, cuando enuncia y se escucha enunciar, sus propias contradicciones sin sentirse en la necesidad de justificarse ﷓¡¿incluso de arrepentirse?! La práctica del analista consiste en permitir la emergencia del après﷓coup de cierto recorrido, sin que nadie pueda jamás presumir por qué obstáculos estará jalonado. Esto no implica que esa persona en sufrimiento haga un análisis hasta su término. En la institución, en el hospital en particular, ¿es posible "hacer un análisis"? No lo creo, pero una persona en sufrimiento puede encontrar allí, ante un analista, la posibilidad de ser acompañada durante cierto tiempo: un analista puede también sostener en esos lugares, la posición necesaria para escuchar lo que se le dice, sin querer modelar, influenciar y autogratificarse con "resultados" que otros especialistas desean hacer conocer en nombre de sus propios ideales que siempre se perfilan detrás de las buenas intenciones.

En las instituciones, muchos escuchas tienen su lugar, y si bien no es siempre necesario que sean psicoanalistas, es importante que puedan estar en condiciones de sostener un lugar que preserve la dimensión subjetiva de quienes se dirigen a ellos. Es necesario entonces proveer a los "escuchas" de la posibilidad de ser también ellos escuchados (y no observados): que puedan a la vez intercambiar con otros "escuchas", verbalizar y tratar de hacer escuchar a su vez las dificultades a las que están confrontados en su práctica. En estos grupos, la presencia de una persona que no oculte las preguntas y las dificultades expresadas, con teoría, recetas o "evidencias compartidas", o recomendaciones, ofrece una posibilidad de reconocer el sufrimiento y de puntualizar la evolución de las prácticas. La presencia de un psicoanalista ofrece esta oportunidad.

* Publicado en la Revista Hospitálisis nº 2, noviembre 2005. Traducción del francés efectuada por Marcela Gianni.

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