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Jueves, 1 de octubre de 2009
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Gabriel Rolón llega con sus "Charlas de diván" al Auditorio Fundación

Un analista que intercambia ideas

Rolón dice que no es manosanta ni pastor, que no escribe textos de autoayuda, sino por el placer de la escritura.

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Rolón propicia un espacio de encuentro.

Gabriel Rolón es un psicoanalista al que le gusta hablar para la gente. Sus dos libros, Historias de diván y Palabras Cruzadas se convirtieron rápidamente en best-sellers y sirvieron para desacralizar el psicoanálisis en muchos ámbitos. Además de ser músico, Rolón participó durante muchos años del programa de radio de Alejandro Dolina, para luego profundizar sus incursiones en los medios masivos. Pero afirma que no habla sobre psicoanálisis, sino desde el psicoanálisis. El domingo, a las 20.30, llegará al Auditorio Fundación con sus Charlas de Diván, que ya presentó en agosto en Rosario.

¿En qué consiste "Charlas de diván"?

Es un intento de hablar con la gente. De intercambiar ideas, conceptos, algo así como un momento de reflexión en el cual la palabra del público, sus preguntas, sus dudas o sus objeciones, son tan importantes que van guiando el rumbo de la charla. Jamás sé de qué voy a hablar, porque me dejo guiar por las dudas o intereses de la gente.

¿Qué clima se genera en este tipo de charlas?

No siempre es igual. A veces el clima se hace distendido, otras profundo. Por lo general oscila el clima íntimo y siempre, en todos los casos, respetuoso.

¿Qué tipo de contacto proponés al público?

El contacto que propicia la palabra. No están obligados a hablar, lo hacen si quieren. Yo siempre le pregunto a cada uno de los que participan con sus opiniones o preguntas cuál es su nombre, trato de ver donde están en la sala, mirarlos y dar respuestas a todas las inquietudes. Obviamente que no tengo la respuesta a todas las preguntas, pero decir "no sé" es también una manera de respetar al otro.

¿Se podría pensar que hay espacio para algún tipo de intervención terapéutica en una charla abierta?

No. De ninguna manera. Las intervenciones terapéuticas se dan en un clima íntimo y privado como el que se genera en el consultorio. Estas charlas se parecen más a un grupo de reflexión formado por personas que deciden pensar un rato juntos sobre algunos temas.

¿Te encontrás en este tipo de charlas abiertas con personas que pretenden respuestas mágicas a sus problemas desde el psicoanálisis?

Sí, pero trato de correrme de ese lugar inmediatamente. No soy un manosanta ni un pastor. Apenas soy un analista que se permite intercambiar ideas y pensamientos con la gente.

¿Te considerás un psicoanalista de divulgación?

No. Porque yo hablo desde el psicoanálisis y no sobre psicoanálisis. Obvio que mi pensamiento está atravesado por la teoría psicoanalítica. Y en ciertos lugares, como en Clásica y Moderna que es un café cultural de Buenos Aires, por ejemplo, pactamos una serie de encuentros temáticos y allí sí hablamos del Edipo, de la Sexualidad, de los Duelos y muchos otros temas. Con público que viene semanalmente. Es una experiencia maravillosa. Pero no es mi interés ser el transmisor del psicoanálisis para el público no psi.

En general, el ámbito del psicoanálisis es más propenso a los debates herméticos, ¿considerás que el discurso analítico puede ser accesible a la mayoría de la gente?

Sí, si le quitamos el rigor teórico que tiene. Obviamente que hablar del grafo del deseo o la metáfora paterna es exclusividad de los analistas. Los demás no entenderían nada. Pero cuestiones fuertes del psicoanálisis como el rol de la sexualidad en la formación de la psiquis o el lugar del deseo, se pueden pensar porque la gente puede no estar especializada y ser igualmente capaz de pensar temas complejos.

Debés conocer que muchos de tus colegas desprecian la circulación mediática del discurso psicoanalítico como una degradación. ¿Cuál te parece que es la utilidad de difundir visiones desde el psicoanálisis?

El psicoanálisis ha invadido nuestra cultura antes de mi llegada a los medios y a los libros. Frases del estilo de "me traicionó el inconsciente" o "fue un lapsus" son parte de nuestro hablar cotidiano. Una teoría tan fuerte no puede no dejar huella en la cultura. Yo simplemente noté que a la gente le da placer poder pensar las cosas desde un lugar que no habían considerado. En lo que respecta a las charlas o a mi participación en medios, con eso me alcanza, con el placer. Si además ayudo en algo, mejor. Mucha gente me ha dicho que empezó análisis después de leer mis libros o de venir a las charlas. Eso es bueno, porque aparece la dimensión del análisis en serio.

Tanto en "Historias de diván" como en "Palabras Cruzadas" contás casos particulares. ¿Crees que esa manera de acceder al análisis ajeno puede abrir puertas a personas que no saben qué hacer con su dolor?

Lo importante a la hora de pensar mis libros fue que estuvieran bien escritos y que su lectura resultara algo disfrutable. No son libros de autoayuda. No pretenden serlo y no me gustaría que se tomaran de ese modo. Lo que sí noto es que su lectura desmitificó la idea de que para ir al psicólogo hay que estar loco o que los analistas éramos unos elitistas que atendíamos sólo a personas de clases altas que iban a las 8 al gimnasio, a las 9 a la maquilladora y a las 10 al analista. Establecer que estamos cerca y a disposición de los que sufren, creo que ese fue el acierto más importante para mí de lo que generan mis libros.

En la última historia de "Palabras cruzadas" decís que la búsqueda del psicoanálisis "no es el bienestar sino la verdad", aunque sea dolorosa. ¿Pensás que siempre la verdad es liberadora?

No sé si es liberadora. Digo que desde la ética de un analista es lo que hay que buscar y priorizar. La libertad es otra cosa.

¿A quiénes les sirve el psicoanálisis?

Para aquéllas personas que están sufriendo y se dan cuenta de que solos no pueden. Paciente viene de padeciente. Si no hay dolor, si no hay angustia, si no hay padecimiento y conflicto, el psicoanálisis no es necesario. Es más, diría que ni siquiera es aconsejable.

En tus historias, mostrás la profunda implicación que tenés en tus análisis. ¿Por qué elegiste ser analista y a partir de qué elecciones llegaste a este lugar de exposición pública que tenés?

Elegí ser analista porque siempre sentí una gran atracción por la angustia. Veía a alguien angustiado y no podía dejar de acercarme, de preguntar o intentar hacer algo. Me duele el dolor ajeno, esa es la verdad. Tiene que ver con cuestiones personales e históricas que prefiero guardar. En cuanto a la exposición pública me llega porque soy músico. El escenario lo conozco desde chico. Después, casi sin darme cuenta se me fueron mezclando y hoy trato de hacer de dos cosas que me gustan una que esté a la altura de lo que la gente espera y merece.

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