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Jueves, 2 de septiembre de 2010
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El intercambio acerca de "la adopción por parejas homosexuales"

Por familias sin exclusiones

El debate se inserta en algunos ambientes psicoanalíticos con entusiasmo escolástico. En ese marco, las identificaciones constituyen el lema y la "idea fuerza". Pero la discusión se ha hecho cuestión, y lo que aparece es el cambio en el mundo.

Por Eva Giberti*
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La crianza y educación deberá reponder, prioritariamente, al "interés superior del niño".

El debate, la discusión y el intercambio acerca de "la adopción por parejas homosexuales" se inserta en algunos ambientes psicoanalíticos con un entusiasmo escolástico que lo torna venerable. La alternativa había sido iniciada, según la estrategia de las organizaciones formadas por gays, lesbianas y transgéneros, varios años antes y había avanzado exitosamente con la edición del libro La adopción: la caída del prejuicio, donde se recopilan ensayos y artículos de diversos autores. Estas comunidades, expertas en luchas políticas, sabían que el tema exigiría plazos temporales muy largos para impregnar el pensamiento comunitario con sus preocupaciones y derechos.

La demanda por las identificaciones. Nos llamaban a quienes con frecuencia opinamos de determinados temas psicológicos y nos avanzaban con preguntas, una de las cuales era un clásico: "Si a usted le parece normal que los homosexuales adopten niños (yo seguramente no había mencionado la palabra normal)... entonces ¿qué va a suceder con las identificaciones hombre, mujer que se aprenden del padre y de la madre?".

Era un clásico. Entonces, o era necesario preguntar: "Por favor, ¿qué entiende usted por identificación?", o bien salir por peteneras y contestar que los chicos precisan figuras tutelares y protectoras, capaces de instituirse como una autoridad aseguradora, sin necesidad de preguntarse si esa persona era hombre o mujer. Además, "los homosexuales son hijos de heterosexuales". Actualmente esa respuesta perdió eficacia porque los conductores de programas la conocen.

Las identificaciones constituye el lema y la "idea fuerza", además del caballo de batalla de los que se pretenden argumentos opuestos a la adopción de niños por parejas lésbicas o gay. Es habitual que se confundan los procesos identificatorios con una idea reduccionista acerca de las identificaciones que se traduce como: "el niño se identifica con alguien y entonces se convierte en ese alguien". O bien, otra simplificación producto del desconocimiento de dichos procesos: "El niño no puede identificarse con un hombre o con una mujer porque los roles no están claros, entonces se le producirán problemas psicológicos". Este proceso del pensar identificatorio constituye un modo operativo que instrumenta el yo en formación, para reconocer y apropiarse de sensaciones y estímulos internos (de su propio cuerpo) que prefiguran un modelo sensible y sensorial en un mundo sensible.

La cuestión es el cambio en el mundo. Algunos psicoanalistas tenían pacientes homosexuales, escribían ensayos, se presentaban en congresos, pero, la estrategia de las comunidades homosexuales, era esperar el momento político para avanzar en el tema de la adopción. Comenzó a dar resultados y a enseñarnos cómo en oportunidades una puede ser parte de un importante cambio social sin darse cuenta, porque naturalizó la discusión de lo prohibido.

La disputa era la última etapa de la enseñanza escolástica donde se finalizaba de analizar las exposiciones que provenían de criterios diferentes gestándose de ese modo la cuestión (quaestio). Y justamente como las cuestiones eran debatidas en público desde posiciones diversas, se originó el género independiente de la disputa (quaestio disputata a partir del siglo XIII). En este punto estamos, es decir, en algo más que la disputa en sí, que remite exclusivamente a la discusión. Lo que ahora tenemos es una "cuestión".

Desde esta perspectiva se podrá escribir extensamente. Cuando Lacan en El mito individual del neurótico muestra cómo al lado del mito edípico, el mito familiar "del modo en que es entendido por el sujeto" estructura su personalidad y decide su destino, ese mito se remonta a la prehistoria de la unión de sus padres y a aquello que tiene de específico.

Pero suponemos que a los chicos no les importa demasiado aquello que le cuentan referido a su origen y en este caso su adopción (no les interesa lo que les cuentan pero sí lo que sucedió según su construcción mental, aquello que les resulta más interesante para su economía psíquica). No nos consta que los chicos repitan en su fantasmática del mito familiar según les ha sido descrito, pero sí podemos pensar ¿y se lo encuentra en los adolescentes adoptados?, que han construido aquello que llamamos su "novela original". Que se distingue del mito familiar y se afirma, se recrea en su originalidad. La crianza y educación realizada por gays y lesbianas constituye una forma de organización familiar que deberá reponder, prioritariamente, al "interés superior del niño" en tanto y en cuanto, para todos los niños propiciamos un mundo en el que las características de la orientación sexual no impliquen exclusiones. *Fragmento. De Imago Agenda nº 140.

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