En su artÃculo: "Psicoanálisis, polÃtica y cientificismo", (Rosario/12, 11 11 10), su autor plantea que el psicoanálisis, después de un siglo de vida, no ha conseguido saber cuál es su ubicación en el campo general de saberes, ni qué es exactamente, y que esto que le ocurre no serÃa casual, sino consecuencia de una estrategia que obstaculiza el pensamiento sobre su función polÃtica. Al final, el mismo propone marcar la radical distancia del psicoanálisis con la ciencia y con la ideologÃa cientificista, como un modo de contribuir a que el psicoanálisis obtenga al fin, una polÃtica.
A lo largo del presente trabajo vamos a tratar de desarrollar algunas ideas vinculadas al planteo de este autor. En primer lugar pienso que el psicoanálisis nació con un "pecado original"; por ser una afrenta al narcisismo de las personas, y por activar mediante sus enunciados las resistencias humanas, es y será combatido. Pero al mismo tiempo, el psicoanálisis es inevitable, dado que no es más que un "efecto del defecto de la palabra para ceñir lo real". Es también un método terapéutico que busca efectos (de análisis) en el contexto discursivo del sujeto.
Paralelamente, en el inventario de los efectos generados en la humanidad por esta disciplina, durante su corta vida, ya se ha ganado un destacado lugar el recalcitrante combate cientificista que constantemente sufre nuestra disciplina, y que no es más que un modo de resistencia a la verdad siniestra, provocadora e inaceptable que representa el psicoanálisis para ese brazo fundamentalista de la ciencia, aliado al gran capital. Además el psicoanálisis al procurar rescatar el deseo humano de la voracidad capitalista de nuestra era, y devolvérselo al sujeto, comete una imperdonable herejÃa por la que es duramente castigado: existe un poder supremo y omnipresente que no escatima esfuerzos para erradicar de la faz de la tierra a la disciplina sacrÃlega. Hasta ahora la actual inquisición cientificista, va consolidando su triunfo en el primer mundo, sólo resta que se complete el exterminio en los pocos paÃses sacrÃlegos que todavÃa osan practicarla.
Queremos creer que si las democracias capitalistas se tildan de tales, deberÃan permitir que afloren los genuinos deseos individuales, y no que los mismos sean vedados, taponados o alienados sutilmente en "el deseo del sistema".
Desde esta perspectiva concuerdo en parte con el autor citado al inicio: creo que suena bastante coherente pensar en la dificultad del psicoanálisis para ubicarse en alguna posición clara y firme con respecto al resto de los saberes; como asimismo desarrollar un pensamiento sobre su función polÃtica.
Paralelamente, todo crÃtico del psicoanálisis deberÃa pasar por la experiencia del inconsciente. Este recorrido tendrÃa que ser un requisito fundamental, dado que para ser plenamente entendida, nuestra disciplina requiere que sus estudiosos pasen por su práctica clÃnica, es decir por el diván, para luego estar en condiciones de poder captar sus enunciados teóricos, que son muy sutiles, y no siempre dicen lo que parecen decir. Basta una mÃnima oposición, antipatÃa o resistencia en el lector lego y aspirante a crÃtico para que desnaturalice todas sus percepciones acerca de lo que lee. Por consiguiente es insuficiente manejarse sólo con la intelectualización o con la lectura para percibir el núcleo profundo de los conceptos y de la teorÃa psicoanalÃtica, e ir más allá de las apariencias. Se necesita el paso por el diván del mismo modo que los propios psicoanalistas en formación también lo requieren. Entonces sÃ, luego de cumplido con dicha exigencia, podrÃa un crÃtico comenzar con sus crÃticas de una manera más objetiva. Hay que ponderar que alguien, tras esa experiencia, podrÃa haber acumulado varias evidencias singulares que le disiparon sus dudas, o que tal vez haya elaborado algunos asuntos que le generaban la pulsional aversión psi que lo condicionaban al inicio. Aunque aquà hay una visible contradicción: de haber existido realmente en nuestro imaginario hombre dicha pulsión contraria al psicoanálisis, difÃcilmente esa persona acceda y confÃe en el instrumento terapéutico blanco de su hostilidad.
SerÃa bueno preguntarles a algunos de los que condenan al psicoanálisis, o que simplemente no lo usan, bajo el pretexto de la falta de cientificidad, si sus angustias son cientÃficas, si sus sentimientos son cientÃficos, si sus experiencias son cientÃficas, si todo lo que les pasa en la vida son hechos cientÃficos. Si sus respuestas son afirmativas, entonces sus posturas son consonantes. Pero si casi todo eso que les ocurre, tal como sabemos, es inevitablemente mÃtico ûes decir que pertenece a la esfera de lo vivencial, de lo emocional o de lo subjetivo y por ende no se puede consensuar ni avalar como válido para toda la especie humanaû, como desechar entonces al instrumento diseñado para ese fin, capaz de vérselas con las vivencias significativas que nos marcaron singular y simbólicamente a cada uno de nosotros; como esperar entonces que para vérnoslas con nuestras propias singularidades, una homogénea ciencia dura, sea más eficaz que una ciencia conjetural como el psicoanálisis, muchÃsimo más flexible y adaptable al mÃtico objeto de estudio descrito.
* Psicoanalista y escritor. Marcos Juárez. www.jorgeballario.com.ar
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