En 2003 se estrenaba Elephant, la pelÃcula de Gus Van Sant. HabÃan pasado cuatro años desde la matanza de Columbine, el tiroteo perpetuado el martes 20 de abril de 1999 por dos adolescentes: Eric Harris y Dylan Klebold, en el liceo de Columbine (Columbine High School), Estados Unidos. Antes de suicidarse, Harris y Klebold mataron a doce estudiantes secundarios y a un profesor, veinticuatro personas más resultaron con heridas más o menos graves.
Al narrar el crimen en masa más sangriento ocurrido hasta entonces en una escuela, el film de Gus Van Sant retoma abiertamente, el tÃtulo y la estética de otro sorprendente film de televisión filmado más de diez años antes, en 1989, por Alan Clarke en Irlanda del Norte. Elephant, de Alan Clarke muestra frÃamente (la cámara los sigue de espaldas), la marcha de dos adolescentes cargados de armas que atraviesan una zona urbana matando, sin razón aparente, a todos los que se les cruzan. Ningún diálogo, ningún comentario, ni el menor indicio. Esta marcha sangrienta resulta aún más violenta ya que no se entiende, no se sabe nada de los asesinos, ni de las vÃctimas, ni de las razones de la masacre. Imágenes de crÃmenes en un silencio absoluto.
En el pasado, la cultura dominante en la sociedad era la cultura del secreto, es decir de bocas cerradas y represión sexual. Terminó ese tiempo. Pasamos a otro modelo, bien diferente, el del empuje a gozar, el del impulso a la experiencia sexual, al mismo tiempo que a la exhibición y a la toma de la palabra. Se claman urbi et orbi las alegrÃas y las penas. ¿Con qué consecuencias? Los analistas deben responder a esto por ellos mismos y por todos. Porque tienen su parte en los desórdenes de la cultura de la época. Su práctica nació en la era de la represión y del secreto. Freud les llevó la peste de la palabra liberada y liberadora, llamando a liberar secretos y pulsiones. Funcionó. La sociedad cambió. ¿Cómo orientarse ahora en este mundo atronador por las grandes declaraciones de las subjetividades? SerÃa útil saberlo. Los sujetos se volvieron inagotables en sà mismos. Sus alegrÃas y sus penas acaparan todos los cuidados y reclaman para sà la atención de todos. Con los realitys televisivos asistimos al florecimiento de los blogs, es una manera de inundar a la sociedad con la subjetividad. A través de Internet, que conecta a cada uno con todos, se despliega un "individualismo de masa". Un comunismo nuevo conquistó a las naciones practicando la colectivización de la intimidad. El mundo, hoy, tiende a convertirse en un inmenso club exhibicionista de intercambios de parejas.
Asesinatos cometidos a la vez de manera silenciosa y muy visible. Mucho tiempo antes de pasar al acto, los asesinos expusieron su odio, señalaron sus blancos y describieron sus proyectos por Internet, después por la televisión, es decir, al mundo entero. Jóvenes que tomaron al mundo como testigo de su dolor y de su promesa de goce salvaje. A fin de que nadie lo ignore y que todo sea visto por todos.
Sin embargo, nadie vio nada.
*Autor del libro El ojo absoluto. Fragmentos del artÃculo completo en Revista Digital Consecuencias, Psicoanálisis, Arte y Pensamiento nº 6.
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