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Jueves, 24 de enero de 2013
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El niño como "rey consumidor" en la familia capitalista

Un espacio para que el habla no se consuma

Por Silvia Conía*

Todo niño que nace, se las tiene que ver con un tráfico de significantes por mediación de sus progenitores quienes a su vez también están tomados en el entrampamiento de la lengua que les viene de la generación antecedente. Con esa antecedencia se cruza la época que aporta una modalidad de goce que puede conformar uno o varios nombres para el siglo XXI: posmodernista, (hiper) capitalista, globalizada. En ésta, el poder controlador y eficaz de la ciencia y su brazo tecnológico ha invadido e introducido mutaciones en el lazo llamado "la familia". La llegada de un niño se puede planificar, pautar, negociar y entonces es un objeto preciado, pero al mismo tiempo puede llegar a ser objeto de deshecho, objeto adquirible y también eliminable; pensemos en sociedades que han llevado a cabo o sostienen aún hoy políticas de exterminio por "conveniencias" de control cuya variable es "el niño" o en su defecto la mujer en tanto posible procreadora.

Ya no solo puede ser ese Ideal del que el Otro puede pretender que quede exceptuado de las renuncias de goce que exige la existencia: no ser afectado por la muerte o ser el polo de atributos de las perfecciones que se han anhelado sino que con la biotecnología a la cabeza se llega a esperar que pueda salvar a algún hermano genéticamente compatible ante alguna contingencia desgraciada. Es decir, como Freud ya lo había ubicado: "su majestad, el yo", el héroe o el "exceptuado".

Podemos pensar entonces, que un niño puede presentar ese carácter enigmático de "fetiche" (voz tomada del portugués "feitiço" para designar objetos de culto fabricados por los pueblos primitivos. Del lat. "facticius": artificial, inventado) que Karl Marx había considerado para las mercancías y que Freud va a considerar en su teoría sobre el fetichismo: un objeto necesario para velar un horror, ser un monumento de goce que se erige, que se fabrica para ser gozado y usado en esa función de desmentida de aquello que es una falla estructural por el hecho de ser hablantes, del palo en la rueda, que con la enseñanza de Jacques Lacan, llamamos, "lo real": sexo y muerte.

Que en una modalidad capitalista de la familia, se erija al niño como amo, como el "rey consumidor" (así lo llama Gilles Lipovestsky) es el engañoso camino de dar a creer que en ese poder de decisión sobre la economía familiar, en la idea de que "elige" lo que consume o no, se le está dando a ese niño un lugar de palabra como sujeto, esa posición de "Su majestad El Yo" del liberalismo está en las antípodas de esa pretensión. Esto que el amo desconoce rebotará en modos de malestar y sufrimiento: niños inquietos que no pueden reposar para dejarse tomar por algún saber (fracaso escolar), aburridos infinitos o enfermos en el cuerpo, entre otros.

Quien, formando parte de ese lazo familiar, decida hablar de ese malestar con un analista podrá encontrar "otro" lugar donde orientarse, ya que el discurso del Psicoanálisis con su política del síntoma le hace un contrapunto al Amo imperante de la época, de modo que su palabra no quede consumida, dar espacio a esa práctica produce efectos reales respecto de ese sufrimiento.

*Psicoanalista. Miembro de "freudianas"-Institución de Psicoanálisis.

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