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Jueves, 2 de mayo de 2013
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El cruce entre trabajo, subjetividad y acción

Lo que no se puede medir en pesos

Por Christophe Dejours*

La evolución contemporánea de las formas de organización del trabajo, de gestión y de dirección de empresa se apoya, después del giro neoliberal, sobre principios que precisamente sugieren sacrificar la subjetividad en nombre de la rentabilidad y de la competitividad. Tomaré sólo dos de esos principios, a título de ilustración.

El primer principio es el recurso sistemático a la evaluación cuantitativa y objetiva del trabajo. Si bien los métodos de evaluación son a veces objeto de crítica, la mayoría de nuestros contemporáneos admite la legitimidad de esa evaluación, porque -﷓hechizados por la dominación simbólica de las ciencias experimentales-﷓ creen que todo en este mundo es mensurable. Si -﷓como hemos visto-﷓ lo esencial del trabajar es del orden de la subjetividad, lo medible no corresponde al trabajo. Muchas evaluaciones, a veces muy sofisticadas, llevan al disparate y a intolerables injusticias respecto del aporte real de los que trabajan. En verdad, no se sabe qué se mide, pero por cierto no es el trabajo. Por eso, la evaluación funciona sobre todo como un medio de intimidación y de dominación. Pero su vocación principal es relegar a la subjetividad fuera de los debates sobre la economía y el trabajo.

El segundo principio de las nuevas formas de organización del trabajo de gestión y de dirección de las empresas es la individualización y la convocatoria a la competencia generalizada entre personas, entre equipos y entre servicios. Los contratos por objetivos, la evaluación individualizada del desempeño, la competencia generalizada entre los agentes y la precarización de las formas de empleo llevan al desarrollo de conductas desleales entre pares y a destruir la solidaridad. El resultado de esas prácticas gerenciales es el aislamiento de cada individuo, la soledad y la fragmentación de la convivencia, o mejor aún, la desolación, en el sentido que Hannah Arendt, en "Los orígenes del totalitarismo" le da a ese término, es decir el colapso del suelo firme que constituye eso por lo cual los hombres reconocen lo que tienen en común entre ellos, lo que comparten y lo que está en el fundamento mismo de la confianza de los hombres entre sí.

Las consecuencias de esos principios de organización del trabajo son, por un lado, el extraordinario incremento de la productividad y de la riqueza, pero por el otro, la erosión del lugar que se le acuerda a la subjetividad y a la vida en el trabajo. De ello resulta un agravamiento de las patologías mentales laborales --en aumento en todo el mundo occidental--, la aparición de nuevas patologías ﷓-en particular suicidios en los lugares mismos de trabajo, lo que antes del giro neoliberal no sucedía nunca-﷓, y el desarrollo de la violencia en el trabajo, el agravamiento de las patologías de sobrecarga, la explosión de las patologías del acoso.

*Psiquiatra y Psicoanalista, Profesor del Conservatorio Nacional de Artes y Oficios y Director del Laboratorio de Psicología del Trabajo en Francia. Fragmento de Trabajo vivo, tomo II, Trabajo y emancipación, próximo a ser editado por la editorial Topía.

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