Muchos puntos de partida posibles compiten entre sà y me dejan perplejo en el momento de comenzar a escribir sobre este tema, rico como es en malentendidos. Hay que elegir, hay que equivocarse, hay que perder. PodrÃa comenzar por remontarme a la mitologÃa, o a la cronologÃa de las elaboraciones de Freud, o a las modificaciones impuestas en el dicho de Fred por la recuperación de su decir en la enseñanza de Lacan o regresar a puntos elaborados en el capÃtulo anterior, o tomar alguna referencia literaria, filosofilosófica o cinematográfica. Hay que apostar y tratar de entretejer estos comienzos posibles.
Escojo asà un breve epÃgrafe de Lacan que nos sumerge en nuestro asunto: "Que el acto genital en efecto tenga que encontrar su lugar en la articulación inconsciente del deseo, he ahà el descubrimiento del análisis". Que puede completarse con este otro: "Si el reconocimiento de la posición sexual del sujeto no está ligada al aparato simbólico, el análisis, el freudismo, no tienen sino que desaparecer pues no quieren decir absolutamente nada. El sujeto encuentra su lugar en un aparato simbólico preformado que instaura la ley en la sexualidad. Y esta ley sólo permite al sujeto que realice su sexualidad en el plano simbólico. Es eso lo que quiere decir el Edipo, y si el análisis no supiese eso, no habrÃa descubierto absolutamente nada".
Todos podemos constatar que cuando, hace un siglo, al abordar este tema en 1905, debÃa Freud comenzar por demostrar que, contrariamente a la opinión popular y al saber de la época, la sexualidad estaba presente mucho más allá del campo restringido en donde se la encerraba, esto es, en el adulto y en torno de la cópula y la función de la reproducción, hoy, en un nuevo siglo, nos vemos obligados a un movimiento inverso, a restringir y cuestionar la ideologÃa que ve a la sexualidad y sus sÃmbolos anegando todas las tierras. En nuestros tiempos, afirmar el sentido sexual de una manifestación subjetiva es formular una obviedad que a nadie sorprende (ni puede interesar). Es un efecto paradójico del éxito del psicoanálisis que ha marcado a la modernidad con sus tesis provocando de tal modo un nuevo cierre del inconsciente. La mÃstica de la represión ha sido sustituida por una nueva mÃstica, de la liberación y la actuación de los impulsos ahora, ya, que sostiene la misma anterior represión. Pues, y ésa es la utilidad de los dos epÃgrafes, no se trata de la mitificación de un tendencia natural a la satisfacción entendida como "goce" sino de demostrar los modos en que "el aparato simbólico" es el organizador de la sexualidad de hombres y mujeres, de hablentes, para usar el término que no prejuzga. Es también, ese rico aparato lenguajero, el que puede esgrimirse para mantener a la sexualidad bajo la férula de ideologÃas perimidas.
Es una cuestión quizá más fácil de entender que de articular de modo comprensible porque hay que sostener a la vez dos tesis contradictorias en apariencia. Freud mismo no fue ajeno a la dificultad que puede apreciarse en el párrafo final del prólogo de 1920 a sus Tres ensayos de teorÃa sexual donde sostiene que la mayor fuente de resistencias al psicoanálisis procede de su "insistencia en la importancia de la vida sexual para todas las actividades humanas" (el destacado es mÃo) a la vez que califica como "disparatado reproche" al pansexualismo atribuido al psicoanálisis.
Con lo que hemos avanzado en los dos capÃtulos anteriores podemos levantar la dificultad de esta afirmación y negación simultáneas. Se trata, no del pansexualismo de la teorÃa sino del falocentrismo que habrÃa evidenciado la clÃnica psicoanalÃtica, y que indicarÃa que todo el campo del lenguajey por lo tanto de la cultura está marcado por esta función de la castración, lÃmite del goce, condición del goce accesible a los hablentes, navaja que corta y separa a los goces del ser del significante y del Otro asà como a los goces de los hombres y de las mujeres. Allà la sexualidad no es la causa ni el principio explicativo puesto en juego por el análisis sino el efecto, la consecuencia de un posicionamiento exigido a todos los usuarios de la palabra con relación a la castración, reguladora de los intercambios, condición del discurso como vÃnculo social. Queda la cuestión de saber si el psicoanálisis puede ser el camino para pensar y para llegar "más allá de la castración" en nuevas y distintas circunstancias históricas, cuando los discursos tradicionalistas han sido de hecho rebasados por otras formaciones discursivas que impugnan las soluciones universales y plantean, de acuerdo con la letra y el espÃritu del descubrimiento freudiano, la consideración individual de los casos.
* Fragmento del capÃtulo 3 "Goce y sexualidad" del libro "El goce, un concepto lacaniano".
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