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Jueves, 27 de febrero de 2014
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De las figuritas al valor de la completud

Una defensa contra la castración

Por Domingo Caratozzolo*

Hace unas semanas me dirigía a mi consultorio, cuando se acercaron dos chicos a ofrecerme en venta figuritas como aquéllas con las que jugaba en mi niñez. Se trata de pequeños cartones que llevan impresas figuras, en este caso de jugadores de fútbol, que son las más frecuentes entre los niños. Estas se venden en sobres y el juego consiste en apostar con ellas y ganar o perder, intercambiar, vender y comprar, en el afán de tener todos los jugadores de todos los equipos. Estas figuritas se pegan en un álbum cada una en un casillero predeterminado, con el propósito de llenar todos los espacios vacíos y tener todos los equipos de fútbol completos.

Acepté la propuesta de los chicos y comencé a adquirir aquéllas que pertenecían al equipo del cual soy seguidor. Pero tropezaba con obstáculos: en primer lugar faltaban algunos jugadores de mi equipo, en segundo lugar otras las tenían reservadas para ellos y no estaban a la venta. O sea, que no pude hacerme del equipo completo.

Esta compra de figuritas decepcionante en su resultado me permitió pensar acerca de esta actividad. Podía entenderla como un rasgo anal de juntar, intercambiar, vender, comprar. Pero consideré que algo más se escondía en esta actividad, pues en verdad yo había quedado desilusionado al participar del juego, de no poder "completar" el equipo.

Estas consideraciones me llevaron a reflexionar que si "completar" un equipo o todos los equipos del álbum es el objetivo de este juego podemos inferir que consiste en un desplazamiento del deseo de verificar que no hay falta, que no hay carencia, de que está todo, de que hay falo. Si la alternativa es tener falo o estar castrado, podemos plantearla como estar completo o incompleto. Una colección incompleta carece de valor, el valor de la completud.

De allí el alcance de la "figurita difícil", que es aquella que los fabricantes escatiman para que la completud no se logre fácilmente y puedan incrementar las ventas en su procura. Conseguir todas las figuritas, llenar el álbum, constituye un incentivo para el niño que tiene que empeñar su esfuerzo para alejar el fantasma de la castración.

Este afán coleccionista que es frecuente en la pubertad se manifiesta a menudo en la colección de sellos postales; los chicos dedican mucho tiempo y energías a este menester que en la mayoría de los casos se abandona casi repentinamente para no ser nunca más objeto de atención. También en esta afición vamos a encontrar que los conjuntos tienen un valor no equiparable al de las piezas sueltas. Si, por ejemplo, tomamos un conjunto que está formado por ocho sellos y cada uno de ellos por separado vale cinco, el conjunto costará mucho más que multiplicar ocho por cinco. O sea, que la completud tiene valor, es un valor. La defensa contra la castración.

*Psicoanalista. www.dcaratozzolo.com.ar

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