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Jueves, 17 de julio de 2014
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La Filia habilita vínculos con poca exigencia

La amistad comienza en la derrota

Por Sergio Zabalza*

Sabido es que desde la Grecia Clásica, Eros y Filia conforman las distintas modalidades con que el amor ejerce su poderosa influencia en los vínculos humanos. El primero convoca el campo de las relaciones más intensas y apasionadas, allí donde la sexualidad, por demandar el encuentro íntimo de los cuerpos, desata todo tipo de fantasmas, tragedias y novelas, sea desde Paris y Helena o Romeo y Julieta, hasta los novelones que suelen transitar las tardes de la tele. La Filia, en cambio, más conocida como lo que suele denominar amistad, habilita la confianza y la buena fe, sin las cuales ninguna comunidad puede subsistir más allá del nivel primario de los impulsos. Freud advirtió que ambas dimensiones no subsisten una sin la otra, por eso calificó a la amistad como pulsiones de meta inhibida. Es decir: tendencias amorosas cuyo particular recorrido en torno al objeto, admiten una descarga que no compromete el ejercicio de la sexualidad explícita.

La amistad, la filia o como quiera se la llame, nace entonces de la cesión o renuncia a una satisfacción cuyo cauce encontrará mejores sitios donde resarcirse. Nada mejor para verificar el punto que atender a los ejemplos de la vida cotidiana. Compañeros de andanzas, fiestas o éxitos hay muchos -﷓y está muy bien que así lo sea-﷓, pero cuando de veras se necesita una mano, allí están los amigos. La amistad, entonces, guarda el rasgo del desinterés como marca distintiva de su impronta amorosa, no está casada con el exitismo. Hasta bien podríamos concluir que un amor de pareja no es viable si al mismo tiempo no alberga en su seno alguna modalidad de la filia o amistad. No es casualidad que la práctica de la filosofía sea contemporánea de un diálogo franco en el marco sincero de la amistad, el ejercicio del pensamiento precisa de una derrota cuya condición es la aceptación de un problema que admite más de una perspectiva o abordaje. Desde este punto de vista, la amistad es el vínculo que menos exigencias le pone al otro, un verdadero amigo es quien deja ser. Deleuze y Guattari lo dicen a su manera cuando abordan al amigo como "una presencia intrínseca al pensamiento, una condición de posibilidad del pensamiento mismo". Para estos días un tanto teñidos por el sabor amargo de la derrota, nada mejor que abrevar en el hospitalario hueco de la amistad.

*Psicoanalista. Hospital Alvarez.

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