Suele pensarse que el pensar en demasÃa es un rasgo propio de la obsesión. Asà es que se utiliza el término "obsesivo" en el lenguaje ordinario, y se considera al neurótico como alguien enfrascado en sus pensamientos. Sin embargo, este aspecto es descriptivo y no atiende a lo crucial: la duda obsesiva no está vinculada con una actitud enrevesada, sino con el afán de disolver el carácter de acto que tiene el pensamiento.
En sentido estricto, entonces, el obsesivo no piensa, ya que su pensar nunca es conclusivo. Se hace y se deshace. Presenta una posición y la contraria, asà se indetermina en la vacilación y la irresolución. Dicho de otro modo, el sÃntoma obsesivo se determina en función de una alternativa. La duda obsesiva tiene la estructura de la opción. De ahà que sea corriente que este tipo clÃnico busque siempre un margen por el cual siempre quedarÃa una "puerta abierta" al tomar una decisión. Asà lo decÃa un analizante, al darse cuenta de cierto giro que usaba al hablar: "Por lo menos..."; es decir, ese "menos" indicaba un resto que quedarÃa a su favor en el caso de que su elección fuera infructuosa. Si tenÃa que estudiar durante el fin de semana, se distraÃa obligatoriamente con una pelÃcula, de modo que "Si me va mal, por lo menos pude verla".
En resumidas cuentas, puede notarse de qué manera el obsesivo padece la posibilidad de elegir. En qué podrÃa fundamentarse su elección? Era el caso de otro obsesivo que recurrÃa a este método: pensar qué opción le gustarÃa que no existiera. Sólo podÃa decidirse por la negativa! Por lo tanto, cómo producir el análisis del obsesivo donde todo apunta a resistir a la determinación?
En principio, es importante advertir que jamás un analista lograrÃa este movimiento subjetivo a partir de sancionar el carácter inexorable de toda elección. El aspecto decisivo radica en apreciar que el obsesivo sólo da curso a su sÃntoma cuando esa elección ya fue hecha. El sÃntoma, entonces, apunta a aturdir el acto, a borrar con el codo lo escrito con la mano.
Para dar cuenta de esta cuestión detengámonos en el caso de un muchacho que consultó por sus celos y la inquietud de saber si querÃa continuar con la relación. Durante las primeras entrevistas desplegó la variedad tortuosa de sus celos, hasta que se le indicó que estos no habÃan comenzado en cualquier momento, dado que en los inicios de la relación él habÃa estado viéndose con otra mujer en forma simultánea. Esta mujer, durante algunos meses, fue el motivo de diversos encuentros sexuales y ocasionales, hasta que en cierta circunstancia, decidió interrumpir ese affaire para "elegir" a quien pasó a ser su pareja. De este modo, los celos no comenzaron de forma espontánea, sino como resultado de una elección.
El sÃntoma no es algo que "tenga" o que meramente se "padezca", sino que es un acto o, mejor dicho, la indeterminación del acto. De ahà que Freud lo definirÃa magistralmente (en sus Conferencias de introducción al psicoanálisis) como "actos inútiles", actos irresueltos, neurotizados, pero actos al fin.
Es una posición neurótica la de indeterminarse en elecciones, tanto como (entre analistas) es una teorÃa neurótica la de creer que el acto vendrÃa al final de un análisis; en ambos casos, sÃntomas de la obsesión.
*Psicoanalistas, docentes e investigadores UBA. Autores de Introducción a la clÃnica psicoanalÃtica (2013) y Celos y envidia. Dos pasiones del ser hablante (2014).
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