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Jueves, 13 de noviembre de 2014
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Las puertas que el psicoanálisis puede ofrecer a la medida del niño

Acerca del decir y el despertar

El deseo de investigación y la curiosidad en el niño. Perturbaciones en la función educativa que sucede cuando no se puede regular el goce por la vía del despertar. Un anticipo sobre intervención en EOL Rosario del autor de la nota.

Por Alejandro Daumas (*)
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La curiosidad es constitutiva de todo niño.

El niño junto con el joven son los sujetos contemporáneos por excelencia. Son quienes soportan sobre sí algunos de los efectos que caracterizan esta época. La función educativa es entendida como aquella que tiene la facilidad, el don de regular el goce por la vía del despertar. Y no se trata aquí de una norma sino de aquello en lo que Freud pone el acento: en el despertar del saber. Él lo llama curiosidad. La curiosidad está ligada en el niño a su propia constitución subjetiva. Es por ese deseo de investigación que descubre, conoce e inventa modos de relacionarse con el mundo y con el otro. Sin embargo, hay hoy en nuestra época una perturbación en la función educativa que se da cuando no se puede regular el goce por la vía del despertar. Y ahí nos encontramos con dos problemas que competen directamente al niño, pero también competen directamente a la articulación del niño a la práctica analítica.

Ellos son la depreciación del saber y la depreciación de la función de la autoridad. Competen directamente a la práctica analítica, tanto uno como el otro, porque articulan ellos dos la recepción o no en el niño de la interpretación y también del alojamiento o no de la transferencia. La transferencia al ser el concepto fundamental que sirve para pensar la relación constituyente de la experiencia analítica, en la cual puede dirigirse una pregunta, ya que ese otro es depositario de un saber.

Vemos hoy cierta increencia en el otro, que repercute en la dificultad para sostener ese lazo. Y por ello la interpretación es la que permite a través de su acción, de la presencia viva del analista,servir de anclaje del sujeto. Eso sí, a ese decir del analista, debemos exigirle que no releve las marcas del practicante (fantasmas, ideales, morales) y que tampoco vincule el decir a una significación cerrada o coagulada de sentido. Muy por el contrario será el punto de partida frente a la errancia y al"deseo embrutecido" permitiendo abrir el espacio para un nuevo interrogante.

También hay ocasiones en que se rechaza la interpretación y es la inserción con el otro lo que pacifica el goce mortífero. La época nos revela asimismo manifestaciones que involucran el lenguaje, el lazo, la percepción, el cuerpo. Los excesos en los pasajes al acto y los acting dan cuenta de salidas sin el Otro o de impasses en este registro.

Lo más delicado y primordial es situar eso que hace signo sin el sentido, de manera de que, a partir de allí, se pueda ordenar algo de ese goce irruptivo, descarriado.

El decir y el despertar son las maneras en que podemos figurarnos los modos de nuestras intervenciones. Por ello se trata de investigar en los arreglos y desarreglos contemporáneos la manera de que esas depreciaciones den lugar a un decir nuevo que perturbe la relación del niño o el joven con esa desinserción del lazo, con esa fragilidad de los lazos, tan propios a nuestra actualidad.

Es bastante común por ello encontrar que el mundo ficcional contemporáneo hace que el niño no pueda fijar una orientación articulada entre ficción y realidad que le permita engancharse a una enseñanza o engancharse al deseo de saber que es producido por la función educativa. Ese desenganche del otro y del saber es nuestro obstáculo, el cual hace necesario el trabajo permanente ya que "en aquellos que llamamos niños, tenemos la suerte de poder intervenir antes de que los efectos de la repercusión entre el arreglo y el desarreglo del goce del Otro, hayan tomado la forma de un ciclo definitivamente establecido, e incluso si lo está, queda un margen que permite todavía, orientar otro ciclo el del síntoma, a fin de que el sujeto pueda encontrar allí un orden y una seguridad a su medida". (1)

Por eso la oportunidad que se le ofrece hoy en un psicoanálisis a un niño es que encuentre, como nos dice Jacques Lacan en el homenaje a Lewis Carroll, que "el niño encuentre una puerta de su talla".

Esa puerta que se talla lleva el cincel con el que opera la interpretación al brindar la posibilidad para cada niño de encontrar un modo singular de arreglo que posibilite otra relación por fuera del "tapiz de su calamidad", con un deseo orientado hacia su invención.

(1) J.-A. Miller. El niño y el saber.

*Miembro de la EOL y de la AMP. Corresponsable Dto. estudios "Pequeño Hans".

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