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Jueves, 18 de junio de 2015
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Otra forma de pensar la industria del turismo

Europa vs. Eurolandia

Las redes industriales del capitalismo acercan el goce a la
masa de ansiosos consumidores a través de líneas de montajes
turísticos (recorridos, entretenimientos y servicios).

Por Jorge Ballario *

En esta época del culto a la imagen y a la apariencia, y del predominio del mandamiento cultural que nos impulsa a gozar y a pasarla bien, las personas se ven compulsadas a ese goce. La supuesta objetividad del disfrute pasó a un primer plano. Hoy, las grandes empresas calculan incluso el grado de satisfacción que sus productos pueden brindar, y el público se mimetiza con esos valores. Además, existen redes industriales globales que acercan el goce a la masa de ansiosos consumidores. Europa se ha convertido en la meca del turismo internacional. No es para menos, constituye la cuna de la cultura occidental, además de poseer una variada y rica historia. En Europa surgieron grandes civilizaciones que dejaron imborrables huellas culturales y económicas, como asimismo una invalorable contribución a la historia del arte, de la filosofía, de la literatura y de la arquitectura.

Ahora, si en un ejercicio de imaginación, aislamos la infinidad de recorridos turísticos de ese continente, los ya conocidos más castillos, iglesias, museos, pueblos medievales, símbolos arquitectónicos y paisajes naturales que abundan por el viejo mundo... Sumándole a esa abstracción imaginaria toda la infraestructura turística y logística más desarrollada del planeta, como así también una gran red gastronómica, y toda clase de servicios, en un marco de mucha seguridad y previsibilidad, podemos denominar a toda esa vasta muestra de recorridos, entretenimientos y servicios tipo shopping o parque de atracciones, aunque de dimensiones continentales , "Eurolandia".

Eurolandia sería, metafóricamente hablando, como una caricatura turística de Europa, banalizada por la masiva afluencia de turistas que llegan desde todos los rincones del globo. Es sabido que el turista, por lo general, no se caracteriza por profundizar demasiado acerca de las zonas que visita, especialmente cuando la oferta de sitios de interés es de excelencia, y tan variada como la europea. El turista, movido por la firme lógica productiva de maximizar el costo beneficio de sus viajes, cambia la calidad y la profundidad de sus visitas por una mayor cantidad. Trata de ver el máximo.

Es muy probable que dicho cercenamiento turístico se vea reforzado en el "viejo mundo", mucho más que en cualquier otro itinerario de la Tierra, debido a que esa región posee la mayor densidad turística del planeta. Al menos, sus puntos de atracción son los más difundidos, visitados y explotados. Hay que tener en cuenta que en ese continente relativamente pequeño se aglomeran muchas naciones, y que albergan una colosal variedad y cantidad de puntos de atractivo turístico. Muchos de ellos muestran el gran valor cultural que posee ese "viejo mundo", valor al que la superestructura "Eurolandia" procura superponérsele. Gran parte del arte europeo y de sus monumentos reflejan un sentimiento, una espiritualidad, el esfuerzo de sus autores, la admiración de los siglos: cosas que es necesario poder contemplar con tiempo e intensidad, que impregnan nuestras almas.

El turista actual, deambula por una especie de "línea de montaje" turística de alta productividad, en donde procura ver la mayor cantidad posible de lugares atractivos en el menor tiempo posible. Básicamente, de este punto surge la idea de diferenciar al continente europeo, o a la Unión Europea que fue la cuna de la cultura occidental, con su vasta riqueza artística y cultural de Eurolandia, que sería, en nuestra metáfora, un gigantesco parque de diversiones y entretenimientos turísticos, que ocupa su mismo territorio. Los inmigrantes, los aventureros y los viajeros de negocios se involucran por fuerza mayor de un modo muy distinto, espontáneo, activo y profundo con las culturas a las que arriban y con sus habitantes. Este hecho los obliga a relacionarse con los lugareños y con sus costumbres de un modo más intenso. A los turistas actuales ya no se les "abre tanto la cabeza" como a los viajeros de antaño, no llega a contactarse mucho con el mundo real de esos sitios. Creo que, progresivamente, sus mentes están siendo colonizadas por una cosmovisión discursiva industrializada que los estandariza y clasifica en diversas categorías turismo ecológico, cultural, religioso, de diversión, de aventura, de sol y playa, entre otras para mejorar la productividad del formidable negocio del que forman parte, aunque sin participar de las ganancias.

* Psicoanalista y escritor.

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