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Jueves, 3 de diciembre de 2015
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La ludopatía y las compulsiones en la época de veneración del mercado

Goce cínico que no pasa por el Otro

La manía del juego daría cuenta de la huída del sujeto a
plantearse alguna pregunta. Con Freud, se puede decir también
que es un equivalente de la antigua compulsión onanista.

Por María Juliana Bottaini
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Jugar sin límite es una pasión que no inscribe ninguna pérdida, intentando siempre ganar.

"...dentro de nuestro quimismo propio deben de existir sustancias que provoquen parecidos efectos, pues conocemos al menos un estado patológico, el de la manía, en que se produce esa conducta como de alguien embriagado sin que se haya introducido el tóxico embriagador". Freud, "El Malestar en la Cultura".

Las adicciones por fuera de una sustancia. Manía del juego o ludopatías, compulsiones, pasión patológica, iteración, repetición...

Me interesa pensar la pertinencia del concepto de manía para las adicciones de estos tiempos.

Miller plantea que, para calificar la repetición de goce, hablamos de adicción, y las llamamos así porque precisamente, "no es una adición, las experiencias no se suman, sino que se trataría más bien de una repetición de goce fuera del sentido. En esta repetición de goce sin sentido, se introduce el concepto de iteración. Guy Briole indica que lo iterativo es lo relacionado con el actuar de una manera repetida, es un hacer sin que pueda decirse nada. Sería entonces pertinente usar el concepto de manía, porque daría cuenta de la ruptura respecto del Otro, o la huída del sujeto a plantearse alguna pregunta... rompiendo con la función fálica, haciendo eficaz la tesis lacaniana de que la droga permite divorciarse del falo.

¿Qué nos enseña Freud en Dostoievski respecto de la manía del juego? ¿Es aplicable su enseñanza a la clínica de la época?

Voy a cercar el texto en cuanto al análisis que hace Freud de la pasión por el juego y de cómo se sirve de la novela de Stefan Zweig.

En una época en Alemania, Dostoievski estuvo poseído por la manía del juego (pasión patológica). Es que, ¿quería ganar dinero para poder regresar a Rusia y evitar la cárcel? Decía: "juro que no se trata de codicia, aunque por cierto el dinero es lo que más falta me hace". Jugaba a lo grande, incluso con episodios de cálculos y martingalas. No descansaba hasta perderlo todo. Le prometía a su mujer dejar de hacerlo pero siempre quebrantaba su palabra. Llegaron a una miseria extrema de la cual extraía una segunda satisfacción, ya que se insultaba y humillaba ante ella, pero al día siguiente proseguía jugando. Su esposa se acostumbró a esto porque veía que era un ciclo en donde luego de perderlo todo, D. trabajaba, comenzaba su producción literaria.

Freud nos muestra que en la compulsión al juego hay una pieza infantil que se repite. Para esta formulación, se sirve de una novela de Stefan Zweig, Veinticuatro horas en la vida de una mujer, que describe la pasión de una mujer fascinada por las manos de un jugador en un casino de Mónaco. El resorte de la invención de esta novela, según Freud, es la fantasía de deseo hacia la madre en la pubertad, en el sentido que sea ella quien introduzca al joven en la vida sexual para salvarlo del onanismo. Recordemos que Freud, en su Carta a Fliess de 1887 plantea que el vicio del onanismo es sustituido por la manía del juego: "onanismo es la adicción primordial, de la cual el resto de las adicciones son sustitutos de ésta". La furia del juego es un equivalente de la antigua compulsión onanista (el quehacer de las manos, el jugar con los genitales). En la novela, la madre está igualada a la prostituta y responde a la misma fantasía.

Desde la perspectiva freudiana, la pasión por el juego se anuda al odio al padre, la identificación a él y el castigo superyoico por querer matarlo.

Los casos contemporáneos de ludopatías, ¿podemos pensarlos a partir de esta lógica? En Freud, el juego aparece enlazado a perder y a su repetición. Perder para satisfacer la necesidad de castigo. Hoy nos encontramos en la clínica con sujetos que se empecinan solo en ganar, todo el tiempo, en cualquier actividad. Sujetos que pueden estar atravesados por un circuito repetitivo de goce que va desde la práctica de algún deporte donde lo atractivo es la apuesta que es inherente a su práctica, la timba, las carreras de caballos, las trampas, los negocios al margen de la ley o en una línea endeble, sujetos que no pueden parar, junto a épocas de consumo de varias sustancias. Lo que caracteriza hoy es, en definitiva, el cinismo y por qué no, las canalladas. Cinismo que supone la increencia en el Otro, un goce que no pasa por el Otro. Y los canallas, estos que se colocan en el lugar del Otro. Ambos, constituyen, al decir de Ernesto Sinatra, una "amalgama propia del mercado" y "el goce canallada cínica".

¿Cómo explicar esto?

Ante el desfallecimiento del padre freudiano (padre gozador de todas las mujeres, que prohíbe a sus hijos miembros del clan), le contraponemos, con Lacan, un padre devaluado, desfalleciente, donde el mercado y los objetos que ofrece obedeciendo al discurso capitalista, toman hoy todo el protagonismo. Si este tiempo empuja a la manía (del tóxico, de una actividad, o de cualquier objeto), es una relación al goce sin mediación de la metáfora paterna y una entrega de los sujetos a una metonimia infinita, de un objeto a otro, de una actividad a otra, como le sucedía a Juan.

Se puede constatar que, si algo de esta manía se detiene, suele aparecer una depresión o la ferocidad de una melancolía.

En la escena totémica que describe Freud, el clan mata al animal totémico y se lo devoran crudo, se disfrazan como él y luego, por la conciencia de haber hecho algo prohibido, el animal es llorado y lamentado. A este duelo, le sigue la fiesta jubilosa y el desencadenamiento y licencia para todas las pulsiones y satisfacciones. Para Freud, el animal totémico es el sustituto del padre. Se repite el banquete totémico, la "gran hazaña de la humanidad" en el que se lo venera, celebra y recuerda.

En la cultura que vivimos, la gran hazaña de nuestra humanidad es, frente a la proliferación de objetos, consumir más, el último, o el que aún no salió. Los sujetos consumidos por los objetos, desubjetivados.

¿El mercado es hoy el gran padre de la horda primitiva de Freud?

Hoy se veneran los objetos del mercado, ¿las máquinas tragamonedas, la banca, para luego un sujeto arrepentirse y castigarse como Dostoievski, o el jugar maníacamente es una pasión que no inscribe ninguna pérdida, intentando siempre ganar y triunfar, un goce cínico que no pasa por el Otro?

*Psicoanalista. Participante de la EOL Sección Rosario. Trabajo presentado en la reciente Jornada del TyA (Toxicomanía y Alcoholismo).

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