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Jueves, 10 de diciembre de 2015
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De escenarios, caminos circunstanciales y las modificaciones posibles

Los cambios que atraviesan la vida

Un hombre imaginario, al tomar un camino inédito, quizás se
sienta frente a una nueva vida, pero, a medida que avanza,
y sin darse cuenta, iría retomando su rutina por otra vía.

Por Jorge Ballario*
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La magnitud del cambio está dada también por el carácter del obstáculo que lo propicia.

Todos los días transitamos caminos circunstanciales, que pueden promover un salto significativo en nuestras vidas. En referencia al potencial de cambio que conllevan, propongo denominarlos "escenarios triviales" y "escenarios fundamentales". Hay que tener en cuenta que el concepto de "escenario" que aquí desplegamos nunca está separado de la subjetividad del involucrado: si en la persona no se genera un estado mental proclive al cambio, este, solo con la circunstancia externa, no se producirá. También podría ocurrir que la nueva experiencia contribuya a la futura configuración, en ese sujeto, de una ecuación mental distinta, que lo dejara en condiciones de cambiar espontáneamente, o frente a nuevas circunstancias favorecedoras.

Si ahora imaginamos situaciones de posibles bifurcaciones en el destino de una persona, es probable que confundamos la grandilocuencia de un escenario con el grado de afectación que suscita. O, en términos de nuestro ensayo, confundiríamos un escenario trivial con uno fundamental. En la práctica, nuestro hombre imaginario, al tomar un camino inédito, probablemente se llegue a sentir frente a una nueva vida, pero, a medida que avanza, y casi sin darse cuenta, iría retomando su rutina, por un sendero aledaño. Lo que ocurrió en este caso es que este individuo creyó estar en un escenario fundamental, cuando en realidad nunca se salió del trivial. Otra forma de pensar su hipotética experiencia es que la decisión que tomó era ilusoriamente significativa, debido a la sugestiva ornamentación del escenario trivial por el que deambuló.

Desde este punto de vista, podemos concluir que todo escenario fundamental, básicamente, lo es por una apreciación subjetiva, más que por sus cualidades objetivas, debido a que un escenario trivial para alguien puede llegar a ser fundamental para otra persona. No obstante, hay ciertos parámetros que suelen ser muy movilizadores en la vida de la gente, como cambios sustanciales en las condiciones de vida, pérdida de seres queridos, del trabajo, o de ciertos privilegios. Asimismo, podemos incluir situaciones positivas, del tipo de importantes logros ﷓económicos, profesionales, u otros﷓. Mudarse de ciudad, o más aún, de país, suele ser, en mucha gente, un cambio sustancial de alcance imprevisto, especialmente en las personas que lo hicieron para desplegar alguna vocación, o para desarrollar actividades o destrezas personales que no podían cultivar en su terruño. En muchos individuos, esas experiencias pueden ser transformadoras, pero siempre y cuando el deseo de renovación anide en ellos. Aquí podemos plantearnos el famoso dilema de qué está antes: "¿el huevo o la gallina?" Adaptado a lo nuestro, este interrogante nos interpela sobre lo siguiente: ¿qué es lo más decisivo en el ser humano: el deseo que lo impulsa al cambio, o la nueva situación, que estimula un mayor deseo de transformación? La respuesta pasa por la intensidad del deseo de renovación en cada uno. A más intensidad, se vuelve más determinante; en cambio, a menor intensidad, son más decisivas las circunstancias facilitadoras.

A la luz de estas últimas conjeturas, podemos precisar más a los escenarios triviales: los circunscribimos a las circunstancias, a las situaciones o a los contextos que por sí solos no son capaces de modificar sustancialmente la vida o el destino final de una persona dada.

Ahora, veamos una analogía que nos puede resultar de suma utilidad para comprender lo que venimos diciendo: imaginemos que, en el lecho de un río medianamente caudaloso, entre las piedras, calzamos un gran tronco. En ese sector, el cambio va ser evidente: el agua va a crear otro dibujo, su velocidad alrededor del nuevo obstáculo va a ser mayor. Pero, unos metros más arriba o más abajo del río, se pierde el rastro de ese estorbo, y el resultado final, aguas abajo, en la desembocadura, probablemente sea exactamente igual a la situación anterior a nuestra imaginaria intervención. Entonces, esa modificación en el medio del río constituye una interesante metáfora de un escenario trivial que, como decíamos antes, es incapaz por sí solo de generar una alteración apreciable en la vida del involucrado.

Diferente sería si, en lugar de colocar el tronco, edificamos un gran dique. En tal caso, la cosa cambia radicalmente. Esa sí es una modificación sustancial que puede trastocar totalmente el "destino" del río. Tal gigantesca obra constituye una analogía del escenario fundamental que veíamos.

Como vimos, los escenarios triviales se caracterizan por no alcanzar a generar cambios sustanciales en el afectado. Ninguno por sí solo tendría la fuerza necesaria para generarlos. Pero a veces pude ocurrir que la seguidilla de escenarios triviales, con ciertas características similares, potenciarían su influencia, de modo análogo a la publicidad. Esta no solo genera efectos en el público por el mensaje que conlleva, la identificación que pone en juego y el deseo que promueve, sino que su influencia también crece en forma progresiva debido a las múltiples repeticiones de la campaña. Del mismo modo, una sucesión de experiencias triviales pueden gestar las condiciones para un cambio sustancial en alguien. Por ejemplo, un fumador sin conflictos con su vicio, de pronto, al escuchar, en diferentes contextos, una sucesión de opiniones muy negativas sobre el hábito de fumar, proferidas por personas que gozan de su confianza, decide abandonar tal práctica.

*Psicoanalista. En Marcos Juárez. Ha escrito libros y artículos.

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