Es habitual que los adultos se preocupen por la relación entre los niños y la violencia. En particular, los niños parecen ser seres espontáneamente violentos que juegan a la pelea, con armas e incluso celebran videogames en los que se trata de robar, disparar y, en el mejor de los casos, matar. Frente a esta coyuntura, los adultos consultan muchas veces a un analista u otro especialista: "¿Es bueno que juegue a esto?".
El carácter moral de esta pregunta suele incomodar. Y con justa razón, ya que un paso previo estarÃa en interrogar cuál es el valor psÃquico (antes que el valor educativo) de este tipo de juegos. De manera especÃfica, la pregunta se reformularÃa en los siguientes términos: ¿en qué fantasÃas se sostiene esta experiencia lúdica?
En primer lugar, cabrÃa hacer una observación preliminar respecto del estatuto de la fantasÃa en psicoanálisis. Cada tanto ocurre que algún pensador reniega respecto de que Freud habrÃa confundido la fantasÃa con la realidad en los inicios de su teorÃa: al abandonar la teorÃa traumática de la neurosis, y promover que la seducción infantil serÃa una fantasÃa, habrÃa desconocido el carácter real de los abusos en la infancia.
Nada más lejos que la oposición binaria entre fantasÃa y realidad en la teorÃa de Freud. Decir que la seducción implica una posición en la fantasÃa (declararse como "vÃctima") no desmiente que el hecho puede efectivamente haber acontecido. En todo caso, lo que Freud destaca es que ante el hecho no deja de haber una posición del sujeto. Por eso, cuando el inventor del psicoanálisis dijera "Ya no creo en mi neurótica", no se referÃa a una paciente, sino a su teorÃa del trauma en tanto que no implicaba al sujeto como vÃctima. Por esta vÃa, Ãlo traumático pasarÃa a ser lo real de la fantasÃa!
En el caso de los niños, suele ser considerable su interés por lo traumático. AnsÃan ver el lugar en que ocurrió un accidente, o bien fantasean los escenarios más diversos en que ocurren incendios, explosiones, etc. Justamente, a diferencia de los neuróticos freudianos, para ellos no se borra el alcance de la complicidad con lo real. Uno de los aspectos de eficacia de la represión radica en la despulsionalización del deseo, lo que equivale a que adquiera un estado irrealizado, manifiesto en la suposición de un Otro que habrÃa actuado como agente de castración.
No obstante, esto no quiere decir que los niños no estén en relación con la castración, sino que su modo de acceso es singular: a través de la escena que erotiza la violencia, este es el lugar en que se construye una fantasÃa especÃfica, la llamada "escena primitiva", en la que se obtiene la excitación a partir de sospechar que el lazo entre hombre y mujer tiene un tinte agresivo. Por eso es difÃcil encontrar de manera directa manifestaciones sexuales en niños; y cuando aparecen son especialmente llamativas e importantes para un diagnóstico, porque la sexualidad infantil se expresa a través de ese interés especÃfico por lo violento.
Cuando un niño juega a matar, no debe temerse que ese sea el germen de un futuro homicida, ya que muchas veces en dicho acto de sometimiento se pone en juego la posesión relativa al sexo. De la misma manera pueden interpretarse los motivos del disparo el ser herido y la muerte misma. En efecto, no son pocos los jóvenes que incluso ya grandes compiten a ver quién "apunta" más lejos...
La muerte, como tal, no está inscrita en el psiquismo infantil. Es algo que puede comprobarse con las preguntas que los niños formulan en ocasión del fallecimiento de algún familiar: "¿Dónde se fue?", "¿Ahora está en el cielo?". En última instancia, con la verificación de la finitud en la infancia se abre la representación de otro lugar, más no la angustia de un fin.
En todo caso, para que la angustia se anude a la muerte es preciso que la realización sexual inscriba la castración, a partir de la relación con el otro sexo, motivo propio de la adolescencia en su último tramo: sólo cuando advertimos nuestro ser para el sexo es que la muerte se vuelve un problema, y muchas veces la cancelación de la vida sexual es el equivalente de la muerte misma.
* Psicoanalista. Doctor en PsicologÃa y FilosofÃa (UBA). Docente e investigador (UBA).
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