Subvertir. Mucho antes que Subversión se popularice en Informática como la marca de un sistema de control de versiones, (es decir un software que administra el acceso a un conjunto de ficheros, y mantiene un historial de cambios realizados), para los que nos considerábamos trabajadores de la salud mental o del campo psi, para muchos psiquiatras, antropólogos enfermeros y psicólogos de nuestra generación, aquella nacida alrededor de los '50, subversión en el campo psi tenÃa otros sentidos.
Desde entonces en muchas sociedades democráticas se transmutaron significativamente las condiciones de sujeción al derecho de los pacientes, en cierto modo también el imaginario colectivo acerca de la locura.
Los procesos de desmanicomialización u otras estructuras institucionales comunitarias alternativas se hallan en marcha para enfrentar a la cronicidad con la misma energÃa con que se apela a las biologicistas innovaciones psicofarmacológicas. A veces porque dichos cambios son funcionales al poder polÃtico de un Estado heredero de la crisis del llamado estado del bienestar.
La globalización de la economÃa en un planeta donde la riqueza está cada dÃa más concentrada, el incremento de la exclusión social y otros factores han producido alteraciones intensas en las condiciones de existencia de la vida social.
La historia de nuestro pensamiento y nuestra práctica en el campo psi está atravesada por cuestionamientos al orden establecido o por la defensa de las transformaciones revolucionarias instituidas contra las fuerzas restauradoras. Subversión era la sustantivación que las dictaduras y sus aliados proferÃan para amedrentar a quienes temÃan se les alterase el pensamiento y la propiedad.
Muchos temÃan identificarse con la adjetivación totalizante de subversivos con que los defensores de los sistemas injustos pretendÃan tildar a sus enemigos porque quizás, asumirse como subversivo, implicaba confirmar el estereotipo de un indiscriminado revolucionario destructor.
Lo cierto es que amábamos la subversión, nos complacÃa toda alteración del orden, ejercitábamos maniobras creativas para obrar y resistir a la estupidez y al miedo.
Nos embrollábamos trazando ardites, rediseñando revueltas contra todo lo que nos limitaba en nuestro impulso ante la bronca que nos despertaba la injusticia. Eran revueltas contra los estómagos revueltos por el asco ante la miseria. Motines contra los corsets morales.
Demandas contra los mandamás. Reclamos contra los amos que no nos amaban.
Acusaciones a los enjuiciadores que siempre interpretaban la Ley de acuerdo a su bolsillo o al de sus poderosos defendidos. Condenábamos a la burla descalificatoria. Desaprobábamos sus pruebas porque intuÃamos que escondidos en sus mangas se guarecÃan abundantes y ominosos ases marcados. Criticábamos la crisis desordenando los sentidos instituidos.
Nuestros disturbios pretendÃan turbar la marcha de todopoderosos mecanismos aceitados. No tenÃamos propósitos tibios: querÃamos cambiar el mundo, todo el mundo, cambiar a los hombres, a todos. A menudo en nuestra prisa de sublevación no cabÃa la confusión. Para la resistencia una empecinada actitud desafiante constituÃa nuestra identidad hecha de las artes de la confabulación para las zancadillas a los regÃmenes despóticos. Eramos los conjurados para cambiar el curso de los torrentes hambreadores más caudalosos. Nuestra protesta era por otra testa aquella que imaginamos en un hombre nuevo a veces dispuesto ante la emergencia a trocar el consultorio por el fusil.
Rebelión y juventud eran cuasi sinónimos pero nosotros conocÃamos a jóvenes viejos y engominados con sospechosos escuditos en sus solapas y a viejos amantes, insubordinados ante Dios, apasionados de las asonadas y las algaradas.
Amantes cándidos, a veces, irresponsables con respuestas, contestadores contestatarios, presionados torpemente apresurados. Inventando estratagemas como inhallables gemas. Sedición era sed de dicción de la palabra libre. Levantamiento indicaba poner de pie a una ciudad dormida.
Insubordinarse significaba no ordenarse ante el orden preceptivo. Alzamiento era nuestra caliente condición sexual contra la arbitrariedad de los abusivos corazones helados. Alboroto, algo roto que tenÃa como imperativo categórico la misión de la insumisión. Clamor de amor. Revolución: el sueño amoroso, difÃcil de lograr, pero no imposible, a veces muy cercano, que debÃamos defender una vez conquistado. Los soviets y Chile: lo que no pudo ser. Cuba lo que estaba siendo, China lo que querÃamos creer que era, Vietnam que triunfaba y subvertÃa y confirmaba a la vez el concepto de UtopÃa.
* Psicólogo y Escritor Miembro del Foro en Defensa de los DD.HH. del Colegio de Psicólogos.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.