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Jueves, 2 de agosto de 2007
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LA ESCENA TEATRAL Y EL SUJETO CONTEMPORANEO

Para que el teatro incomode

Hoy se presenta en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia el libro "Tablas, potrero y diván" de Sabatino Cacho Palma. Aquí, la propuesta del autor, de lo universal a lo singular.

Por Sabatino Palma*

En tanto trataré de producir una confrontación entre ese gran universal Teatral (pasado y futuro) y mi propia singularidad (experiencia y práctica), me ubicaré en relación a lo que llamamos, a partir de Jacques Derrida, Deconstrucción (1), que brindará el marco operatorio en el que se desenvolverán estas próximas líneas. Mientras, me iré sosteniendo en ciertos conceptos fundamentales que, tomados de las Ciencias Sociales, actuarán como verdaderas premisas teóricas, a las que quisiera nombrar desde el inicio, ya que estos "supuestos" teóricos contienen afirmaciones ineludibles. Entre ellas quiero destacar la idea contemporánea de Sujeto y el modo en que este Sujeto está sujetado y determinado por el lenguaje; lo que implica adscribir a un texto surcado por la eficacia de las funciones simbólicas (en su estatuto de letra o de significante), y admitir la existencia del inconsciente y con él, de todos aquellos elementos que habitan en el hombre y que si bien, pueden ser reconocidos por la palabra, implican un potente y mágico lugar, donde las palabras no siempre llegan, ni siempre alcanzan.

Desde ya, esto consiste en el compromiso de hablar de Teatro, desde el Interior, en el doble sentido: como trabajo de interiorización en el marco de mi propia experiencia y como producción que se realiza y se concibe por fuera de la gran Capital. Hacer lugar a las contradicciones, las dudas, las aporías (callejones sin salida) sin tratar de eliminarlas, ni de suavizarlas; como así tampoco de pasar por alto "lagunas", fisuras y agujeros, aparentando que todo está claro y preciso. El fascismo, a lo largo del siglo XX, donde quiera que haya logrado instalarse, se caracterizó por brindar respuestas "fijas", sencillas, simples y espantosamente unilaterales. Por lo tanto si seguimos apostando a que nuestro Teatro debe ser "hermano" de la Verdad, debemos aceptar que su acceso es complejo y difícil; que por ende, nuestro Teatro siempre provocará algo de incomodidad (como supongo ocurrirá con este texto).

En ese sentido, retomar y repetir la herencia no es para conservarla (2), ni mantenerla intacta; sino para alimentar la vida. En tanto mantener la vida significa, antes que nada, reafirmarnos en lo que nos constituye, reconocernos en la "estofa" en la que hemos sido "hechos", sin que esto signifique quedarnos enclaustrados en ella, si queremos que en ella, realmente algo nos ocurra (acontecimiento, novedad, creación).

Toda la experiencia artística nos confirma que en realidad nuestras respuestas son siempre respuestas parciales y que el valor de cada producción se encontrará en sus posibilidades de reproducción, es decir en lo que cada obra cause y abra como nuevo sendero (un nuevo surco), haciendo lugar a otra obra (reescritura, nueva versión, e incluso promoviéndose como fuente de inspiración de futuras creaciones) o generando nuevas lecturas, con diversos actos de desciframiento, promoviendo distintas interpretaciones en cada nueva presentación (con el transcurrir del tiempo) de la misma obra, que sin saberlo devendrá en otra. Respuestas siempre parciales, pero encaminadas en la insistencia de retomar cada vez, las verdaderas preguntas sobre nuestra humanidad.

Sin dejar de reconocer y respetar, desde la fragilidad atroz de nuestra experiencia, según la cual la escena teatral duplica lo efímero y circunstancial de la vida humana, a todo aquello que por el peso del tiempo, por ser duradero y esclarecedor, es mucho más potente y grande que todo lo que podamos realizar en nuestro breve itinerario personal.

Sostenerme en estos aspectos esenciales, me brinda la posibilidad de realizar un trabajo exhaustivo de desmenuzamiento de aquellos pilares que constituyen mi práctica de teatrista; al tiempo que me posibilita herramientas precisas para otorgarle a este texto una fuerte impronta reflexiva (de ahí la inclusión del diván). Ya vendrá mi manera particular de interrogar las leyes escénicas y la Ley de Teatro (de ahí la recurrencia a las Tablas, de la Ley), buscando romper con cualquier alternativa dogmática o totalitaria, en las cuales en un pasado no muy remoto, solía caer con frecuencia.

Puede ser que así, advenga la posibilidad de jugar con la historia y con los conceptos buscando diferentes versiones (potrero mediante), para hacer un libro que se pretende entretenido. Por lo tanto, este testimonio escrito no es más que una manera de poner a prueba (más que de postular) estos elementos iniciales y fundamentales, en busca de aquellos lectores que al permitirse cuestionar, discutir y en definitiva modificar estos textos, puedan en virtud de su propia reconstrucción, realizar un acto de verificación de esta apuesta.

(1) Jaques Derrida, (De la gramatología, 1967, Siglo XXI). Arquitectura: significa "de﷓posición" o "descomposición" de una estructura, y remite a un trabajo del pensamiento inconsciente, que consiste en deshacer, sin destruirlo jamás, un pensamiento hegemónico o dominante.

(2) Tal es así que la denominación de Conservatorio para una escuela de arte, me parece el peor término al que se podría recurrir.

* Psicoanalista y Teatrista. Miembro de la Escuela de Psicoanálisis Sigmund Freud Rosario.

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