Las dificultades que tuvo esta semana el jefe de policÃa de Rosario, el comisario Osvaldo Toledo, para explicar la tenencia por parte de su familia de licencias de taxis para explotar en la ciudad de Rosario mostraron precisamente eso: Lo difÃcil que era la explicación de la denuncia que formalizó el oficial desplazado de la policÃa Juan Raffo. Nadie le estaba diciendo a Toledo que era ilegal que su esposa y su hijo tuvieran taxis a su nombre, lo que subyace en el fondo de la denuncia es cómo -con un sueldo de policÃa- se puede llegar a acumular el patrimonio que significan esas licencias. Porque, quedaba claro, la esposa ama de casa y el hijo veinteañero no podrÃan haberlo hecho solos.
Pero más allá incluso del propio jefe Toledo, el impacto polÃtico de la denuncia está cifrado en que apunta a la "corrupción estándar" de la policÃa. Raffo habló de las por todos conocidas "cajas negras" policiales que incluyen recaudaciones tan históricas como sencillas: Quiniela clandestina, caballos, venta de medicamentos robados. Todo en un esquema "descentralizado" por comisarÃas que tienen obligaciones mensuales para con sus superiores.
Es decir, acá no se habla de un grupo de policÃas corruptos asociados a peligrosos narcotraficantes que se llevan una millonada de una vez. Es más, Raffo ni siquiera tuvo que incluir a la prostitución, que es otro de los rubros históricos y tradicionales del viejo sistema de reparto. Le bastó con acceder a libretas y listados "contables" en los que figuran los aportantes cotidianos con seudónimos.
¿Por qué habló Raffo?. ¿Porque él mismo fue desplazado luego de ser denunciado por actos de corrupción?, ¿por venganza?. Realmente, es lo que menos importa. Lo más importante es que este policÃa denunció lo que todo el mundo conoce y por eso sus dichos no llamaron la atención de nadie. Aunque sà generaron un impacto de proporciones en las filas policiales y también en el gobierno provincial que se vio obligado a apurar medidas que apuntan a sumar control civil a la policÃa.
Pero este elemento que hace tan contundente y verosÃmil la denuncia de Raffo, es el que a la vez transforma a esta acusación prácticamente en un callejón sin salida. No porque no se pueda determinar quiénes son los implicados y los responsables; sino porque serÃa muy difÃcil hallar policÃas que reemplacen a estos en puestos jerárquicos y que no tengan las mismas prácticas.
Y esto es lo que constituye un problema para el poder polÃtico. A pesar de todo lo que se dijo de la policÃa santafesina, es claro que nunca llegó a ser cómo la bonaerense en materia de corrupción y también de gatillo fácil. Es más, no debe haber otra policÃa con tantas purgas como la bonaerense. Sin embargo, de poco sirvieron.
Esto no quiere decir que no haya que investigar, que crear una oficina civil que controle y sancione, ni que la justicia no actúe. Lo que quiere decir es que, precisamente ese grado de corrupción "ordinaria" se revierte en el tiempo, con el paso de los años y el trabajo constante sobre una de las instituciones más complejas que tiene la provincia de Santa Fe.
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