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Lunes, 24 de agosto de 2009
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SIETE DIAS EN LA CIUDAD

La política como asunto personal

Las reacciones ante la firma de Roxana Latorre de un despacho de comisión habilitan algunas preguntas. ¿Los senadores representan al pueblo santafesino o al campo? Una forma de conducción que muestra sus miserias.

Por Leo Ricciardino

Las miserias de la política se hicieron evidentes esta semana cuando estalló el escándalo que puso fin a una relación de años de lealtad entre la senadora Roxana Latorre y el senador Carlos Reutemann. Latorre firmó el despacho de comisión que habilitó al oficialismo a reunir la mayoría simple para votar las facultades delegadas entre las que se encuentran los derechos aduaneros, es decir la facultad del Ejecutivo de fijar las retenciones. ¿Dónde está la traición de Latorre perseguida ahora por babeantes y rabiosos perros reutemistas? Con su decisión de firmar (en disidencia) y luego votar en contra del oficialismo nacional, ¿traicionó Latorre el mandato popular? ¿Cuál es ese mandato, el del campo o del justicialismo? Los votos de Latorre, al igual que los de Reutemann el 28 de junio pasado, ¿vinieron sólo del campo o hubo también mucho voto peronista? El sustrato social del peronismo santafesino ¿es el campo?

¿Es posible pensar que Latorre y Reutemann son sólo senadores del campo? ¿Acaso no representan a los sufrientes obreros de Mahle, a los pobres de las villas de Santa Fe y Rosario que nada saben de retenciones y de soja, a los excluidos de esta provincia que -en su mayor medida son peronistas? Entonces, ¿a quién traicionó Latorre?.

La senadora puede haber traicionado en todo caso a Reutemann, a quien le generó un considerable problema político. Pero se lo generó a él, personalmente, en su compromiso exagerado con el campo. Porque es dinero lo que está en discusión, a no dudarlo. No es ética institucional, porque si no cómo se explica que el enojadísimo Reutemann a la hora de votar contra los superpoderes en la misma sesión del Senado en la que se delegaron las facultades extraordinarias; hizo un discurso en contra del mensaje del Ejecutivo pero después no estuvo a la hora de votar. Como lo reveló este diario en su edición de ayer publicando el facsímil con el diario de sesión de la Cámara alta.

¿Qué es lo que le provoca tanto asco al diputado electo Daniel Germano que pocos meses antes de ser designado precandidato por el dedo de Reutemann estaba a punto de pasarse a las filas del PRO, del macrismo? ¿Cuál es el nivel alcanzado por el ex ministro de Reviglio en su compromiso con el peronismo santafesino?

Nadie pretende desde aquí al menos, una cerrada defensa de la senadora que habrá tenido sus motivos -seguramente compromisos políticos que no conoceremos nunca para obrar como obró. Latorre en todo caso está bebiendo de su propia medicina que terminó por intoxicarla después de 15 años de lealtad no a un programa, no a un partido, no una ideología, sino a un hombre. Y ese es el problema: Reutemann no es el peronismo, no es el campo, no es el partido, Reutemann es Reutemann y sus votos. Nada más. Y nada menos, es cierto. Pero así siempre será muy difícil hacer política con Reutemann y para Reutemann.

Ahora seguramente se reeditará la vieja discusión acerca de a quién pertenece una banca, si a la persona o al partido. El reutemismo le ha pedido a la senadora que no asuma su nuevo mandato a partir del 10 de diciembre y ahí comenzará otra pelea. Pero en honor a la verdad, las bancas peronistas de Santa Fe en el Congreso -con excepción de la que ocupa Agustín Rossi no pertenecen ni al partido ni a sus ocupantes. Pertenecen a Reutemann que armó las nóminas en la soledad de su despacho. Por eso pasan estas cosas, porque se trata de cuestiones personales, no políticas. Es lógico para alguien al que no le gusta que le digan político, a pesar de que lleva más de 20 años en la actividad.

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