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Lunes, 3 de noviembre de 2014
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Siete días en la ciudad.

Un asunto delicado.

Una vez más el gobierno provincial debe enfrentar un caso delicado que demandará de explicaciones oficiales más certeras. La desaparición y muerte del joven Franco Casco representa una gravedad institucional que no debe ser soslayada. Los aprestos para el 2015 en el pináculo de la política santafesina.

Por Leo Ricciardino
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El gobierno provincial volvió a quedar envuelto en un caso que lo complica: la desaparición y muerte del joven Franco Ezequiel Casco. Oriundo de Florencio Varela, de extrema vulnerabilidad y pobreza, llegó a Empalme Graneros a visitar a unos familiares. Lo último que se supo de él fue que había sido detenido en la seccional 7ª de policía. Más de veinte días después apareció muerto flotando en el río Paraná. El agua no se tragó su cuerpo ni las sospechas que quedan en torno de su mala fortuna.

Las sospechas sobre el personal policial fueron inmediatas y lógicas. La comisaría era el último lugar con vida donde se lo vio y la policía es capaz de hacer este tipo de cosas y hasta peores todavía. Lamentablemente, la experiencia y muchos casos de pibes asesinados por los uniformados así lo indican. Esto es algo que hasta los funcionarios saben, pero nuevamente lo que falló fue la reacción. Los fiscales trabajaron tarde y mal, una vez más dejando la sensación de que se trata de un caso que avanza de otra manera por los bifurcados senderos de la justicia, como avanzan los casos de la pobreza y la exclusión social.

Cuando el tema fue noticia, y una cada vez más escandalosa, empezaron las declaraciones y las explicaciones tendenciosas. En un pequeño reportaje de apenas unos minutos, uno de los fiscales filtró al menos cuatro veces la palabra "suicidio" sin tener ninguna prueba contundente que lo indicara. El personal de la comisaría en cuestión fue indagado, pero no los detenidos que allí estaban y vieron el paso de Franco por esos calabozos. Una vez más, la filmación más importante de una cámara de seguridad -la que está enfrente de la seccional y pertenece a un banco- ya había sido borrada para cuando los fiscales reaccionaron. Después aparecieron otras imágenes y testigos poco convincentes que aseguraron ver al joven de 20 años, días después de su detención, pidiendo limosna en una iglesia evangélica. Ni el padre ni su tía pudieron certificar esas imágenes.

Como con el caso de los mellizos de Liliana Montenegro o la computadora personal del asesinado narco Luis Medina; el gobierno se muestra más preocupado por la reacción política de la oposición que por explicarle claramente a la sociedad cada detalle de hechos que son institucional y políticamente delicados. Empieza a ver conspiraciones de todo tipo y termina elaborando un discurso enojado que nada explica y siembra más sospechas todavía.

Es obvio que la oposición va a tratar de poner un lupa gigante sobre lo que interprete como acciones erradas de una gestión o decisiones equivocadas que intenten tapar el dislate inicial en la investigación de cada caso y hasta maniobras para encubrir. El problema es que se encuentran a cada paso casos sospechosos que complican al gobierno de la provincia y que, una vez hecho públicos, empiezan a ser objeto de largas disquisiciones sobre complicadísimos complots que terminan por alejar definitivamente a la verdad de la sociedad. En la función pública los hechos se explican hasta el cansancio, las veces que sean necesarias. Es una tensión discursiva con los opositores y el gobierno tiene infinitas formas de hacer oír su voz. De nada sirve desacreditar el tema, imputar a la prensa o tratar de convertir en víctima al poder político.

En el caso de Franco Casco la primera respuesta fue "la justicia está investigando", como si el gobierno no tuviera responsabilidad sobre el accionar de las fuerzas policiales o no formara parte del Ministerio Público de la Acusación en el sistema procesal penal. Con la independencia que corresponde, los fiscales representan al Estado y por ende también en parte al gobierno de turno en el esquema de la justicia donde se deposita la búsqueda de la verdad y el hallazgo de los culpables, de las responsabilidades.

Teatro de operaciones

Dos hechos concretos marcaron el inicio de las operaciones políticas a gran escala con vistas a los comicios del año próximo en Santa Fe. El primero que movió las fichas fue el peronismo con una cumbre de peso que pretendió ser secreta, con Omar Perotti, María Eugenia Bielsa, Alejandro Ramos y José Freyre, reunidos en un hotel céntrico de Rosario. No hubo fotos, pero igual fue un gesto de unidad que habrá que ver cómo se depura.

Detrás de este primer paso del peronismo, Reutemann entendió que era el momento de decir algo al respecto y marcar que si bien esa cumbre no dependió enteramente de él; sí estaba enterado del cónclave y lo avalaba. También le marcó la cancha con tiza gruesa al socialismo con sus clásicas mojadas de orejas, pero sin levantar el tono de voz.

El senador volvió a demostrar que está intacta su capacidad para hacer reaccionar al socialismo en su conjunto. Formaron una larga fila para pegarle de uno en fondo. Un dirigente por día, por las radios, los diarios y la TV. Le recordaron la desocupación de los '90, la matanza de 2001 y las inundaciones de 2003. La lista completa sin que faltara un solo ítem.

La otra postal, no menos importante, fue la de Hermes Binner y Miguel Lifschitz tomándose un café juntos en El Cairo. No es una pavada, teniendo en cuenta lo que pasó y las cosas que cada uno se aguantó del otro en estos últimos años. Especialmente Lifschitz, que supo mascullar su furia en silencio a la espera de su oportunidad que parece llegar cuatro años más tarde.

No va a resultar sencillo movilizar a ciertos sectores del partido detrás de la candidatura del ex intendente de Rosario, pero la necesidad tiene cara de hereje y se ha comprendido lo oportuno de "blindar" la provincia por cuatro años más. Y esto incluye por supuesto a Rosario, a la que se ha tratado de preservar en los últimos tiempos del relato policial dramático constante, aunque la cifra de los homicidios se niegue a mostrar una baja considerable.

En este entendimiento, el PS no debería enojarse tanto con Reutemann porque el regreso -aunque sea parcial- del senador a la política santafesina redundará en la ruina del principal adversario de Lifschitz hoy por hoy: el candidato del PRO Miguel Del Sel, que se la ha pasado recogiendo los restos electorales del reutemismo en retirada. El peronismo santafesino ha comprendido la necesidad de recuperar su ADN provincial si tiene pretensiones de gravitar en la discusión política del año próximo. El kirchnerismo nunca logró hacer pie definitivamente en la provincia, y tanto Néstor como Cristina lo entendieron desde el arranque. Por eso mantuvieron con el partido y sus dirigentes una relación tan prescindente como distante. Sólo con algunas excepciones bien conocidas. Pero está claro que es momento de ampliar la ya de por sí ancha alameda del peronismo provincial, para ponerse al lado de dirigentes que cosechan votos de variados descontentos sociales.

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