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Martes, 17 de julio de 2007
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De distraídos y pusilánimes

Por Angel D'Ambrosio

Pusilánime: Falto de ánimo y valor. Miedoso, cobarde, apocado.

Un grupo de personas (muy reducido), alegando una supuesta falta de asistencia de autoridades por perjuicios que habrían padecido en las recientes tormentas, decidió interrumpir la traza de Avenida de Circunvalación a la altura de Baigorria congestionada al límite y con cuestiones estacionales que acrecientan su desbordado tránsito.

La inacción del gobierno de la provincia resulta absolutamente injustificable. No se trata de reprimir protestas sociales, sino de que los poderes públicos instrumenten medidas que equilibren los derechos y obligaciones de los ciudadanos. Es cierto que la escasa o nula capacidad de las fuerzas policiales para resolver este tipo de cuestiones por medios no violentos paraliza las decisiones en esta esfera, pero no puede invocarse la propia torpeza para sumir a la población en la indefensión que alienta la extendida defensa de una indeseable "mano dura". Conocedor de estas limitaciones el municipio acudió a la justicia en la procura de una solución para un tema en donde la disposición de medios eficaces le es ajena legalmente. Fue allí donde comenzó un disparatado minué que contribuye aún más al desprestigio del Poder Judicial: de un juez provincial, el recurso pasó al fuero federal, que en forma insólita se declara incompetente pues si bien aceptaba la competencia territorial se apartaba de la causa "por no producirse en los hechos daño alguno para la Nación". Sólo después de esa extensa vigilia una jueza provincial, rescatando elemental sentido de responsabilidad en la función, disponía la liberación de la traza, acción que se produjo en completo orden.

Pero los hechos y su desenvolvimiento dejan el amargo regusto de su eventual y reiterada repetición. Por tal circunstancia sería conveniente que el gobierno de la provincia, abandonando su habitual distracción en estos temas, se preocupara por la formación de una fuerza con los suficientes conocimientos técnicos y humanos capaz de disuadir sin reprimir los excesos en estas cuestiones.

En cuanto al infortunado papel de una buena parte de la justicia habrá que pensar si no ha llegado la hora de promover los remedios constitucionales (jurado de enjuiciamiento por mal desempeño en sus funciones). Porque el miedo es uno de los sentimientos propios del ser humano y, en tal sentido, ciertos temores son absolutamente respetables. Tan cierto como que un pusilánime no puede ejercer las funciones que corresponden a quien administra justicia.

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