Los bares y cafés, como ámbitos públicos que son, siempre fueron receptores de extraños visitantes. Más extraños aún -en el caso especÃfico de "El Cairo"- que los ejemplares de la fauna autóctona, de por sà portadora de cierto grado de excentricidad como el que se encuentra en sitios donde se cultiva, en muchos casos con insuperable profesionalismo, el dolce far niente. Además de quienes pasaban ocasionalmente por el lugar, otros personajes de presencia frecuente llamaban poderosamente la atención de los habitués: por sus costumbres extravagantes y en ocasiones por episodios que quedaron inscriptos en el largo anecdotario que rescatan los testigos presenciales.
Las historias
Ricardo "El Negro" Centurión. Centurión rescata a uno de esos personajes notables: "HabÃa un mentiroso patológico: Pochi, integrante de la Mesa de los Galanes. El Negro Fontanarrosa lo puso en uno de sus cuentos, "El Ñoqui", que en realidad es Pochi. En el original el personaje aparecÃa como Pochi y al Negro una vez se le escapó, pero el tipo nunca preguntó si se referÃa a él: en realidad habrÃa que hacer cuatro libros dedicados a él. Yo estaba un dÃa en "Barcelona", el boliche de El Pitufo, y llega la Pirincha Bertone y dice que habÃa estado en negociaciones para traer a Queen. Justo estaban pasando en los parlantes a Los Beatles y yo le digo: "Ahà tenés, para vos que seguÃs en blanco y negro con estos viejos chotos", para cargarlo... Esto era muy de Pochi: la agarraba como venÃa, la bajaba y chau. Y dice: "Pensar que éramos 20 en el boliche de Liverpool y John Lennon tocaba el piano. El boliche tenÃa una entrada, bla blá y tenÃa una barra, bla bla", y te seguÃa contando cómo era el boliche...".
El Negro Centurión agrega a algunos otros: "HabÃa un tipo, un hombre mayor al que le habÃan puesto 'El señor del baño', que miraba a los jovencitos. Eran todas las cosas que se pueden imaginar: dos más dos, cuatro: pero verlo no lo hemos visto. El tipo venÃa, se hacÃa el pelotudo, pero sentÃamos que algo raro pasaba... Acá venÃan los homosexuales, nosotros le decÃamos a la "zona rosa", por eso de que "El Cairo" tenÃa la zona del juego, la de los que se hacÃan los intelectuales, la zona de los futboleros... HabÃa una mesa en la que era imposible sentarse porque habÃa un tipo al que le decÃan "Sólo futbol" (en ese tiempo habÃa una revista con ese tÃtulo), porque era de lo único que hablaba el punto... Pero cada uno convivÃa en su sector sin siquiera saludarse. En general la convivencia era tranquila: ellos debÃan tener sus códigos para entenderse quién con quién. No sé si habÃa una amplitud como para decir: "No me molesta que esté alguien que no es como yo". Lo que pasa es que nadie le daba bola a nada. Si vos era jugador, ¡a mà qué me importa!, si eras homosexual, ¡a mà qué me importa! El tema era no chocar...
Roberto "El Negro" Fontanarrosa. Sentado en la cabecera ocasional de la mesa, el Negro detectaba la presencia de sujetos de conductas extrañas, algunos de ellos dignos de ingresar (si es que no lo hicieron sin saberlo) en alguno de sus notables cuentos: "Los que por ahà aparecÃan eran desequilibrados, más de lo habitual. Por esos años difÃciles decÃamos: 'Que venga acá la policÃa no es nada. El problema es si llegan a venir de un sanatorio...'. Pero ¡yo también era un juntabichos! Por esa época, me acuerdo que habÃa una señora mayor que estaba loca y que decÃamos que era la novia de Martorell. Se sentaba sola, hablaba sola, se miraba en los espejos, se arreglaba... Otro de los personajes era uno que pedÃa, que andaba con una muleta y una boina con escarapelas; era un tipo complicado, agresivo, que tuvo un par de quilombos. Locos aparecÃan bastante. Después estaba el que llamábamos 'El señor del baño' por una obra que entonces estaba haciendo Rudy Chernicoff y que hizo durante muchos años. Ir al baño era peligroso, aunque Moreyra lo desalojaba. Este era un tipo mayor, con tintura en el pelo, que siempre pasaba para esa zona. Un dÃa apareció un muerto en el baño. Pregunté y me dijeron que un tipo habÃa tenido un ataque al corazón... PodÃa aparecer cualquier cosa en el baño, que era horrible".
Osvaldo Dunda / José Cravero. Cravero abre la nómina: ¡Entraba cada personaje a "El Cairo"! Me acuerdo de un loco que entraba siempre cantando y puteando. Dunda la continúa: "La vieja gorda... VenÃa los viernes a la tardecita, cuando el bar estaba lleno y se ponÃa a cantar "La última copa". Como nadie la daba bola decÃa: "¿No les gusta esto? Esto sà les va a gustar" y se ponÃa a cantar: "Los muchachos peronistas...". Cravero da otro pie: "HabÃa uno que pasaba desnudo, que habÃa sido boxeador: entraba desnudo, daba toda la vuelta y se iba...". Dunda remata el recuerdo: "Vino a la tarde, temprano, serÃan las tres y media o cuatro. HabÃa poquita gente; el tipo habÃa peleado con Horacio Saldaño y quedó muy mal el muchacho. Por ahÃ, alguien dice: 'Mirá ese tipo'. VenÃa por calle Santa Fe como Dios lo trajo al mundo. Lo único que tenÃa puesto eran unos zapatos negros. Fue en el 92, en el verano, me acuerdo... También venÃa un pintor y dibujante, Zinni, de barba blanca y manco; se sentaba contra la vidriera y dibujaba rostros y te los regalaba: ese sà que trabajaba por amor al arte de verdad. Dibujaba con carbonilla o con lápiz. Otro personaje que iba también era el pintor Santiago Piazza, que sabÃa llegar con algún cuadro bajo el brazo que tenÃa que entregar a alguien...".
Luis Saavedra: "Lo que habÃa como nota de color en los años en que Ãbamos al bar, allá por finales de los 50 y primeros años de los 60, era que como iba mucha gente joven -recuerda- en la zona de los billares solÃan andar homosexuales a la caza de adolescentes; habÃa uno que era famoso, que entre nosotros le decÃamos El Puto Farrugia, porque alguien nos transmitió que era su apellido. Por ese entonces, éramos muy prejuiciosos con los homosexuales, uno los veÃa muy mal. Los que por entonces nos considerábamos normales, entre comillas, los heterosexuales, solÃamos rechazarlos violentamente, pero con Farrugia nadie se metÃa porque era un tipo grandote que de una piña te podÃa meter debajo de una mesa. Asà que cuando aparecÃa Farrugia y se ponÃa a dar vueltas alrededor nuestro, nosotros seguÃamos jugando...".
Rodolfo "Chelo" Molina. Chelo Molina rescata a un personaje extraño: "HabÃa uno que venÃa, que decÃa que habÃa sido paracaidista en Argelia. Como tenÃa la cabeza rapada y se parecÃa al tipo de Taxi Driver nosotros le tenÃamos un poco de miedo. No sabÃamos si era verdad o mentira lo que el tipo decÃa y como conocÃa de armas y de ciertos procedimientos de combate, lo mirábamos como a un bicho raro y mucho no nos gustaba que se sentara ahÃ. No puedo decir de quién era amigo, no recuerdo si cayó porque el Negro Herrera lo acercó a la mesa o por Oscar Prado, que ahora está en el sur; tampoco recuerdo su nombre y hace mucho que no lo veo, que no anda por la calle. A lo mejor cayó en combate en alguna batalla lejana... Es uno de los personajes raros que venÃan a la mesa".
Rodolfo "Belmondo" Perassi. Belmondo refuerza la versión de Centurión sobre Pochi y ofrece testigos del suceso: "Estaba el Turco Galli, el Negro Centurión, el Zorro Milicich, Pochi, el mitómano mayor... Lo que vos le dijeras él lo superaba ampliamente, de lo que fuera. Ibamos a jugar un partido al La Salle y nos pasa a buscar por la esquina de Mitre y Salta, el edificio de Bachiochi Rojas donde está ahora la Fundación Libertad, frente al Parque España. Mira el edificio y dice: 'Pensar que parte de esto se hizo con la mÃa...'". Seguimos para ir a jugar el partido pero uno dice: "Hay que ir a buscar una pelota, mirá cómo está desinflada esta". "Yo llevarÃa la otra -dice el Pochi- pero no sé, es la del Mundial 78 y está firmada por todos los jugadores de la selección". Entonces dice: "¡Vamos a buscarla!" y pasamos por su casa y vuelve con una pelota común y dice: "Los chicos estuvieron jugando y se le han borrado las firmas". Era el colmo. Una vez estábamos hablando en un pub como a las 4 de la mañana y comentábamos que el lugar era lindo para hacer algún espectáculo de música. Entonces el Pochi empezó a contar de uno que él habÃa conocido en Nueva York, un pub parecido al que estábamos entonces y dice otra vez: 'Eran como las 4 de la mañana y habremos sido, qué sé yo, veinte personas y John Lennon al piano...'". Una vez le robaron un camión cargado con cueros; el padre tenÃa una curtiembre y le habÃan afanado efectivamente el camión y acoplado con toda la carga. Según él, "millones de dólares en cueros". Contaba: "Entonces agarro el tubo y digo: 'Chacho, me pasó esto...". "¿Chacho Alvarez?, le preguntó alguien. "No, Chacho Jaroslavsky". En ese momento creo que este era ministro del Interior. Y Pochi siguió: 'Salimos por todos lados a buscarlo en un helicóptero de la Federal' y te contaba hasta las armas que llevaban los milicos y todo... "A Pochi lo empezamos a gastar mucho, reconoce Belmondo, pero es que era increÃble. Una vez alguien hablaba de las comidas que habÃa hecho para mucha gente, porque viste que hacer arroz para muchos es un quilombo, él empezó a hablar de un arroz que habÃa hecho en Funes no sé para cuánta gente. Contaba cómo habÃa sido todo y cada tanto señalaba: 'Decà que la garrafa estaba afuera'. El asunto es que el arroz se vuelca cuando hierve y Pochi decÃa que se habÃa volcado tanto arroz que trabó la puerta de la cocina; por eso a cada rato insistÃa con 'decà que la garrafa estaba afuera'. Nosotros nos habÃamos quedado pensando: "¿Qué mierda tendrá que ver la garrafa?". Y era por el arroz... Un mitómano bárbaro".
* CapÃtulo del libro Historias de El Cairo, editado por Homo Sapiens Ediciones.
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