"Es una escritura ensayÃstica, no parece el libro de un sociólogo, sino el de un ensayista. Y el autor se siente heredero de esa vasta tradición argentina. Aquà se piensa a Perón como a un gran texto, como a una glosa que hay que desentrañar". Me gustaron de inmediato estas palabras tan precisas como expresivas del profesor Roberto Retamoso, uno de los encargados de presentar esta semana en Rosario el libro de Horacio González Perón, reflejos de una vida. Otro de los encargados fue el profesor, y también polÃtico, Juan Giani quien despliega sus propios conceptos en esta misma página. Pero Horacio González, además de ser una celebridad académica en todo el paÃs -y especialmente en Rosario. "Es como volver al Barrio Chino", resumió él mismo con una frase de Jack Nicholson en la pelÃcula de Polanski-; es también el director de la Biblioteca Nacional y hoy, un hombre conciente del rol de un intelectual en un momento crucial del paÃs. Horacio González no sólo no le teme a la polémica, no le escapa, sino más bien la busca y provoca. Al punto de decirle a Rosario/12 que "la Federación Agraria Argentina está construyendo con su actitud, una nueva derecha en la Argentina". El conflicto del campo es como un escenario propio para hablar del pasado y del presente casi al mismo tiempo. Y el relanzamiento del libro de González también parecÃa una excusa para ir venir por esa enorme narración Argentina que es Perón, un relato sin el cual "es imposible entender a este paÃs. Perón y la Generación del '37, las dos puntas ineludibles para comprender la Nación", se dijo esa noche de esta semana en los altos de la librerÃa Homo Sapiens.
Sobre el rol de los intelectuales en la polÃtica y en este momento especial del paÃs, González asegurño que "siempre estuvo el ejercicio de la opinión, individual, colectiva. Pero sà es cierto que la participación más o menos orgánica de los intelectuales fue más caracterÃstica de la época de AlfonsÃn. HabÃa ahà un núcleo de intelectuales, profesores y escritores que tuvieron una determinada importancia en las decisiones polÃticas.
Aquello que se llamó la "Intelligenza" radical...
SÃ, pero esa palabra fue tomada de Lenin por Jauretche, que sé yó. Es una palabra que implica la necesidad de que haya un horizonte de reflexión de la sociedad y el hecho de que si determinada cuestión proviene de un intelectual, se hace por lo menos sospechoso o dudoso que proviene de un sector social sin experiencias sociales reales. Bueno, esa palabra siempre va a acompañar la vida intelectual. Pero la verdad es que serÃa mejor no aplicarla porque suena despectiva. Pero sà en este momento se puede decir que surge el mismo dilema. Un dilema conocido en la Argentina: La vida intelectual siempre criticó al poder, siempre se creyó con derecho a criticar las polÃticas que emanaban del Estado y a la vez en las encrucijadas de la vida nacional como esta (el conflicto con el campo) donde se ponen en juego la vida de las instituciones también hubo opiniones colectivas que forma parte de una tradición crÃtica de la intelectualidad argentina. No hay que olvidar que en el siglo XIX hubo un EcheverrÃa, un Sarmiento. En el siglo XX un Ingenieros, un Lugones, y aún para polÃticos vinculados a la lucha directa como John William Cooke nunca dejó de existir la idea de que la vida polÃtica es una parte sustancial de la vida intelectual y viceversa.
Para González, en este caso concreto, "aparecen en las manifestaciones del mundo agrario una situación que exige nuevas reflexiones y nuevas crÃticas. Evidentemente, por un lado está el derecho de manifestarse como una oposición a propósito de una serie de medidas que tienen que ver con la esfera económica. Medidas impositivas, de distribución de la renta, estos son conflictos clásicos en las sociedades, pero en este caso se le agrega de parte de las fuerzas agrarias un estilo y un procedimiento que recuerda a muchos episodios del pasado argentino, de desestabilización, de capacidad de suscitar los viejos discursos como los de Grondona especÃficamente".
Y el director de la Biblioteca Nacional no tuvo ni un momento de contemplación para la Federación Agraria. "Está ocupando hoy un lugar especÃfico dentro de una manifestación que cuestiona los cimientos democráticos de las instituciones. Y sé que este es un pensamiento muy fuerte, pero la FAA está construyendo una nueva derecha en la Argentina. Sus dirigentes esgrimen frases del Che Guevara y fortalecen las perspectivas de un poder rural que de algún modo destruye las mediaciones polÃticas, limita el ejercicio de la polÃtica realizado a través de expresiones no meramente economicistas. Aparecen a través de una discursividad agresiva que no se recuerda en los últimos tiempos en las oposiciones argentinas y junto a ello construyen un espacio apto para que otros polÃticos que ejercen toda clase de vaticinios sobre el fin de las instituciones y otras visiones apocalÃpticas por el estilo", aseguró.
-¿No comparte la idea de que la Federación Agraria está siendo utilizada como "fuerza de choque" de los intereses de los productores más grandes?
-No, nadie es utilizado. No tengo la idea de que haya una utilización. La situación polÃtica argentina generó de algún modo una fuerte disociación entre los discursos públicos y la capacidad de defender intereses económicamente legÃtimos como el del pequeño productor, la familia tambera. Está absolutamente claro que el gobierno cometió errores, porque está claro que los pequeños sectores de la pequeña propiedad agraria tienen derecho -como lo han tenido históricamente desde el Grito de Alcorta en adelante- a manifestar sus demandas. Pero en este momento de la civilización, en este momento de la lucha por los alimentos, en este momento de la Argentina en el mundo, en este momento donde el peso de los medios reconfigura totalmente las entidades públicas, en este momento de descrédito de las ideologÃas polÃticas; acciones como la de Eduardo Buzzi y De Angeli no hacen más que socavar, horadar, las bases de la expresión democrática, de lo que es ya una tradición crÃtica en la Argentina. Y esto es grave porque la Federación Agraria está cumpliendo con este tipo de acciones llevados por una oscura pasión polÃtica, están construyendo una suerte de abismo en la sociedad argentina. Y si bien esto no implica un carácter golpista, sà implica un fuerte deterioro de las instituciones democráticas.
-¿Cuánto de transfondo histórico de la relación peronismo-campo ve usted en este conflicto?
-No. En esta manifestación de intereses agrarios no involucra sólo al peronismo, lo que hace es dividir a todas las fuerzas polÃticas argentinas. Asà como el kirchnerismo significó un llamado que dividió a grupos polÃticos del estadÃo polÃtico anterior (Madres de Plaza de Mayo, grupos sindicales, etc); este sismo agrario va a dividir al peronismo, como de hecho ya se ha visto en los últimos dÃas con las distintas declaraciones. Hay dirigentes agrarios del peronismo que están configurando una nueva derecha que seguramente va a recomponerse a través -si es posible- de un partido agrario. Pero al mismo tiempo, los que hacemos estas crÃticas también tenemos que revisar todos el legado polÃtico y va haber que pensar en nuevas fuerzas polÃticas democráticas capaces de responder más finamente y con más argumentos a esta situación. Porque no es precisamente lo ha hecho el gobierno que se ha visto sorprendido por el hecho de la Argentina adquirió perfiles económicos novedosos que no son los de la Argentina industrial, no son los de la Argentina deteriorada del 2001; sino perfiles novedosos de una nueva burguesÃa que tiene Ãconos de la movilización social y de la consulta a las bases que conviven paradójicamente con la formación de una gran fuerza de neoderechas donde la Federación Agraria es el grupo más activo, no menos activo. Es una gran mutación en la historia a lo que estamos asistiendo y en ese sentido tiene profunda gravedad porque de algún modo hace falta un llamado en la Argentina a todos los actores polÃticos a que reconozcan efectivamente cuál es la relación que hay que construir entre el discurso público y los intereses sociales y económicos que se defienden.
-Algunos intelectuales que intervinieron en estas polémicas, admitieron que el conflicto los ha retrotraÃdo a un peronismo que en lo personal ya habÃan "superado"...
-No es mi caso. Yo tengo una posición de exterioridad al Partido Justicialista y al mismo tiempo considero importante a la historia del peronismo pero creo que el paÃs tiene que pasar a otro mundo histórico polÃtico, a un nuevo cuerpo de idea y ahà el Partido Justicialista deberá saber lo que hace. Porque este partido que siempre representó fuerzas sociales de alguna manera ahora se ha desconectado de esas fuerzas sociales. Es un grupo de polÃticos profesionales muy importantes que va a tener que pensar de qué manera se relacionan con las fuerzas sociales progresistas. Sobre todo porque al mismo tiempo están los justicialistas ortodoxos que pertenecen a un conjunto de intereses agrarios, de empresas agrarias y de estilos de producción agraria que también tendrÃan que revisar el equipaje de sus convicciones y sus expresiones públicas.
González concede que "el campo tiene todo su derecho a expresar sus posiciones respecto a cómo se realiza en una sociedad compleja como la argentina, la percepción de la renta agraria. E incluso a hacer crÃticas al gobierno respecto a que no hay una resdistribución adecuada del ingreso. Yo agrego más a esto: No hay una polÃtica ferroviaria adecuada, la necesidad de reingresar a una polÃtica petrolÃfera autónoma; el gobierno tiene que tomar todos estos grandes temas. También debe responder a una ley ecuánime y democrática de comunicación que repiense todo el espacio comunicacional argentino. Que es un espacio al que hay que resguardarle todas las libertades y al mismo tiempo recordarle cuál es el conjunto de intereses implÃticitos que están presentes inevitablemente a pesar de que se exhibe una pseudo transparencia comunicacional. Son debates de una sociedad madura que ya están dando, y esta me parece que es la parte buena".
Y advierte que loo que hay que desentrañar "es el gran equÃvoco de la Argentina donde un grupo que pertenece a la pequeña burguesÃa rural y a las tradiciones progresistas; por un lado tiene un excedente discursivo donde se habla con iconografÃa de izquierda y se produce un tipo de alianza social que recuerda demasiado a los peores momentos de la historica polÃtica de nuestro paÃs, con un sabor desestabilizador aunque no haya un golpismo explÃcito".
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