"Nunca más la vi", dijo en un hilo de voz Adela Panelo de Forestello, madre de la desaparecida Marta MarÃa Forestello, una de las prisioneras que estuvo en la Quinta de Funes. La mujer, de 86 años, fue la primera Madre de la Plaza 25 de Mayo que testimonió en el juicio oral y público de la causa Guerrieri. Relató que su hija fue secuestrada el 19 de agosto de 1977, en Lavalle entre 9 de Julio y 3 de Febrero. Estaba con su beba de un año. También rememoró las intensas gestiones para tener noticias sobre Marta MarÃa y su nieta Victoria. Fue a la sede del Comando del 2 Cuerpo de Ejército y presentó hábeas corpus. La respuesta era negativa. En la búsqueda de "la nena", concurrió a un Juzgado de Menores, donde le informaron que su nieta estaba en una dependencia policial. Cuando el testimonio terminó, el público aplaudió, se levantó y lanzó el emblemático "Madres de la Plaza, el pueblo las abraza". La presidenta del Tribunal, Beatriz Barabani de Caballero, llamó al "orden y disciplina" y amenazó con desalojar la sala de audiencias, pero eso no ocurrió. También declararon ayer el periodista Reynaldo Sietecase (ver aparte) y Jorge Gurmendi, hermano de la desaparecida Ana MarÃa Gurmendi, secuestrada junto a su esposo Oscar Capella el 15 de agosto de 1977, en la casa que compartÃan en el barrio Industrial.
El testimonio más esperado era el de Panelo de Forestello. El hostigamiento de los represores a la familia de Adela comenzó el 1 de junio de 1976, a la 1 de la madrugada, sufrió el primer allanamiento en el departamento en el que vivÃa junto a su esposo y otra hija. Cuando les preguntó quiénes eran, respondieron que las fuerzas conjuntas de la policÃa, el Ejército y la Prefectura. En esa oportunidad, buscaban a Marta MarÃa pero no se llevaron nada. Un mes después, el 1 de julio, volvieron a irrumpir en su domicilio, y esta vez "robaron todo lo que pudieron". Antes de irse, les dijeron: "Si pueden duermen". Ahora, Adela indica: "SabÃan que una habÃa quedado nerviosa".
Después de esos dos episodios, la familia decidió irse a vivir a Europa. Partieron los tres, ya que Marta MarÃa no quiso. "Ella dijo que no tenÃa por qué irse si no habÃa hecho nada. Además, tenÃa una hija chiquita que habÃa nacido en mayo", rememora Adela. "En España sabÃamos todo lo que ocurrÃa acá. VivÃamos en estado nervioso. A tal punto que mi marido tuvo un infarto masivo que le provocó la muerte en sólo dos dÃas. Ahà decidà volverme costara lo que costase", subrayó la mujer. En los primeros dÃas de noviembre de 1976 pudo volver.
Fue en el verano del 77 cuando vio a su hija por última vez. Quedaron en encontrarse en la plaza Alberdi. Estaban también su yerno, Miguel Angel Tosetti y la beba. Fueron hasta la costa del rÃo y luego ellos la alcanzaron, pero en Oroño y Urquiza, Marta MarÃa le dijo: "Mami, no te puedo llevar más al centro". "Fue la última vez que la vi, nunca más la vi", lamentó la mujer. En agosto de 1977, tras la llamada de Tosetti (como mencionó a su yerno) a un familiar, se enteró de que habÃan secuestrado a Marta MarÃa, y que iba con la nena. Entonces, comenzó un largo peregrinar. En el Comando le decÃan que volviera la semana siguiente, y negaban conocer el paradero de la joven. Mucho después, por dichos de José Baravalle, Adela pudo saber que su hija y su nieta estuvieron dos dÃas en el Servicio de Informaciones de San Lorenzo y Dorrego. Pero entonces no supo nada.
Después del secuestro, buscó por cielo y tierra. Su nieta apareció en la dependencia policial de Cafferata y Catamarca, dirigida entonces por Leyla Perazzo. "Estaba muy deteriorada. Con pañales sucios de varios dÃas, sarna y piojos. Me amargó la vida, pero por lo menos ya estaba conmigo", relató. Desde entonces, crió a su nieta como "una madre, un padre y una abuela".
Los grupos de tareas allanaron la casa de su hija, en Rueda al 5500, y se llevaron el boleto de compra venta, único documento que acreditaba la propiedad. Luego, se mudó allà un policÃa de apellido Ojeda. Aunque Adela logró hacerlo salir de la casa, nunca pudo recuperar la propiedad porque el anterior dueño realizó una venta fraudulenta.
Al año siguiente, su yerno la llamó para solicitarle ver a la niña. Ella accedió y se encontraron en el rosedal del Parque Independencia, adonde Tosetti llegó para encontrarse un rato con Victoria. "Le pregunté qué sabÃa de Marta MarÃa porque yo no tenÃa ningún dato. Me dijo que no me preocupara, que ella estaba bien", indicó la mujer. Respecto de la fecha de este encuentro se generó una controversia en la audiencia, pero el pedido de la defensora Mariana Grasso para cotejar ese dato con el brindado en una declaración anterior fue considerado extemporáneo, ya que la testigo se habÃa retirado de la sala.
El último testimonio de la jornada fue el de Jorge Gurmendi, hermano de una de las desaparecidas que pasó por ese centro clandestino de detención. Ana MarÃa Gurmendi fue secuestrada en el barrio Industrial, y su hermano no sabe si estuvo en algún otro centro antes de ser derivada a la Quinta de Funes. Su padre también presentó hábeas corpus en la justicia provincial y federal, pero nunca obtuvo respuesta. En el Comando les dijeron que su hermana y el esposo habÃan logrado escapar. Por vecinos pudo saber que su hermana estaba llegando a la casa cuando la sorprendió el operativo. Vieron cómo la subÃan al auto sujetada de brazos y piernas, con la cabeza para atrás. En enero de 1978, una familia amiga invitó a los padres de Jorge y Ana MarÃa Gurmendi a un viaje por el sur del paÃs, para que se distrajeran de la angustia que significaba la situación de la joven. Jorge relató que sus padres estaban en la orilla del lago Argentino cuando una enorme ola los arrastró, y sus cuerpos desaparecieron para siempre. "Lo único bueno de esa terrible muerte fue que terminaron con el sufrimiento que les provocaba la desaparición de Ana MarÃa", relató. El testigo dejó en claro que su hermana no sabÃa usar armas, y que siempre habÃa sido una persona solidaria, interesada en los trabajos sociales. Por eso habÃa empezado a militar en la Juventud Peronista. "¿Era esa persona malvada y violenta capaz de empuñar un arma?", se preguntó ante el Tribunal. "Lo niego rotundamente", afirmó, antes de valorar el "altÃsimo valor simbólico de los juicios".
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