Adriana Arce no dudó un instante en identificar al teniente Daniel como Juan Daniel Amelong, al coronel Oscar Pascual Guerrieri, a Sebastián como Jorge Fariña, a Sergio 2 como Walter Pagano y al Tucu como Eduardo Costanzo. La sobreviviente del centro clandestino de detención Fábrica Militar habÃa dicho que no estaban todos los que participaron de su secuestro y tortura en mayo de 1978. Pero señaló que los acusados en este juicio fueron los responsables de tomar las decisiones. Por pedido de la fiscal Mabel Colalongo y del Tribunal que esta semana preside Otmar Paulucci, la vÃctima mencionó a los integrantes de la patota que aún no fueron juzgados. De la mayorÃa dijo sus nombres de guerra y también los apellidos reales. Indicó a quien se hacÃa llamar Rubén Rébora, en realidad Eduardo Rebecchi; que Pepe era Marino González; Armando, Alberto Pelliza. También señaló al Barba Cabrera, al Puma (Ariel Porra), a Ricardo RÃos (Walter Roscoe), a la señora Cristeler, a Carlitos, Mario el Capitán, y a Tito o Pipo, un médico de apellido Ciciliani, que fue el responsable de practicarle un aborto sin anestesia a la vÃctima, con secuelas irreparables. La declaración duró casi cuatro horas, y tuvo momentos de enorme dramatismo. "Llevo 30 años esperando decirles estas cosas mirándolos a los ojos", dijo la sobreviviente de frente a los acusados.
Arce fue secuestrada el 11 de mayo de 1978. Fue la última vez que escribió "dÃa del himno" en el pizarrón de la escuela 68, donde trabajaba como maestra. Desde allà se fue a una reunión del Sindicato de Trabajadores de la Educación en Santa Fe (Sintes), ya que era miembro de la comisión directiva. Tuvo la certeza de que la estaban siguiendo recién al volver, y fue secuestrada cuando salÃa de la Terminal de Omnibus para tomarse el colectivo de la lÃnea E que la llevarÃa a su casa.
Cuando cayó, Arce estaba embarazada. Fue torturada con picana eléctrica en todo el cuerpo durante dÃas. También le aplicaron otros tormentos. Sufrió importantes pérdidas, que pusieron en riesgo su embarazo. El 16 de mayo fue llevada primero a un estudio jurÃdico cerca de la Aduana, y luego a un departamento de Entre RÃos y Tucumán, donde pudo ver un fichero con los nombres de los integrantes de la patota. AllÃ, el médico apodado Tito o Pipo la revisó, pero luego de unas horas fue llevada de vuelta a la Fábrica Militar.
"Las personas que están aquà imputadas son las que evidentemente tomaban las decisiones en este grupo de tareas", afirmó Arce ante una pregunta del abogado querellante del equipo de Hijos, Lucas Ciarnello.
Arce supo que el general Luciano Jauregui, segundo jefe del Ejército en la zona, estuvo en la Fábrica Militar porque ese dÃa los ataron de los ganchos para caballos que habÃa en la zona de detención. Recordó que el militar preguntó quién era la militante del Sintes. También el máximo responsable del plan de exterminio ejecutado por las fuerzas conjuntas, Leopoldo Galtieri, estuvo en el centro clandestino de detención. Arce rememoró ayer las palabras del Comandante del segundo cuerpo de Ejército. "Yo soy quien decido sobre la vida y la muerte, y vos vas a salvarte porque te llamás como mi hija", le dijo.
Después del campeonato mundial de fútbol, que según dichos de los mismos represores, los tenÃa muy ocupados, Arce fue trasladada al Batallón 121 el 6 de julio de 1978. AllÃ, antes de entrar y todavÃa con los ojos vendados, el mayor Hugo Vidarte le hizo firmar una declaración contra sà misma. Meses después, el 2 de febrero de 1979 ingresó en la cárcel de Devoto. Estaba allà cuando le practicaron un consejo de guerra por asociación ilÃcita terrorista subversiva, en "hechos probados y no probados". Cuando llegó a visitarla el juez federal de Rosario, Pedro Tiscornia, ella creyó que tendrÃa a quién denunciarle los ilÃcitos que habÃa sufrido, pero el funcionario judicial se encargó de decirle que no habÃa ido allà para eso, sino para informarle sobre el inicio de una causa penal en su contra, impulsada por el Comando del Segundo Cuerpo de Ejército. Después, con la vuelta de la democracia y las investigaciones que la sobreviviente realizó, pudo ver una comunicación que Tiscornia dirigió a Leopoldo Galtieri tras esa visita. En ella, el juez informaba al comandante del Segundo Cuerpo de Ejército que Arce habÃa querido denunciar secuestros y torturas, pero él se negó a aceptarlo.
"A mà me arruinaron la vida", repitió en varias ocasiones la sobreviviente, que también relató -a pedido de su abogada, Ana MarÃa Figueroa cómo el accionar de la represión ilegal habÃa deteriorado para siempre la relación con sus tres hijas mayor. Y por muchos años con su hijo menor. Además, después del aborto practicado sin anestesia en la mesa del centro clandestino de detención, nunca más pudo tener hijos.
La declaración de Arce abundó en detalles, y mencionó investigaciones posteriores. En su búsqueda incesante de justicia, que comenzó el mismo dÃa que fue liberada de la cárcel de Villa Devoto, no paró de indagar lo ocurrido con ella y con miles de desaparecidos. Pudo ver los archivos obtenidos por el juez Francisco MartÃnez Fermoselle sobre represión ilegal en Rosario antes de que fueran robados de los Tribunales. Declaró en el Juicio a las Juntas y, ante la vuelta de las intimidaciones, debió irse a vivir a España. También allá inició una causa por el genocidio practicado en la Argentina. "Esto es un sueño que nunca pensé que iba a vivir. Quiero que estos señores tengan el juicio justo que yo no tuve", dijo Arce, casi al final, como una declaración de principios. Cuando su testimonio terminó, los aplausos se escucharon por largos minutos.
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