Soledad tiene 22 años. Como muchas otras chicas nacidas en la pobreza y la marginalidad, que a menudo incluye la compleja conformación de la estructura de pensamiento a partir del abandono o la falta de la figura paterna y de una larga cadena de situaciones de peligro y exposiciones, su vida transcurrió sin lÃmites en su adolescencia hasta que llegó a repetir la historia materna: hoy es una mujer golpeada vÃctima de maltrato y violencia. De allà que desde mayo de 2009 en que debió internar a su bebé en el Hospital de Niños "VÃctor J. Vilela" se la contactó con el Area Mujer de la SecretarÃa de Promoción Social y se le ofreció alojamiento, junto a sus dos hijos, una niña y un niño, en Casa Amiga, uno de los dos refugios con que cuenta la Municipalidad de Rosario como hogares transitorios para enfrentar las emergencias por las que pasan las mujeres vÃctimas de violencia. Después de diez meses en el lugar, cuando la dirección de la institución le propuso el egreso se generó una suerte de conflicto: ella no quiere dejar el lugar y pide que se le permita seguir allà porque de lo contrario, y aunque se le proponga el pago de una pensión, en principio por dos meses, "es lo mismo que echarme a la calle" dice y sigue: "Por eso una vuelve a situaciones por las que pasó y termina cagada a trompadas otra vez". Desde el Area de la Mujer, su titular Silvina Santana, explica que se realiza una evaluación de cada persona antes de proponer un egreso y para que cada mujer siga ligada al Area desde el afuera, pero también da detalles acerca de las limitaciones "que a veces producen frustración" en cuanto a que "no manejamos recursos para solucionar los problemas habitacionales, ya que todos los esfuerzos están destinados a que las mujeres que allà están reciban la contención y la ayuda terapéutica para enfrentar la vida de otra manera, lejos de la violencia".
Soledad es un caso concreto de extrema vulnerabilidad, casi como un trágico presagio de cuando se eligió su nombre. Ella no cuenta con recursos útiles ni en lo económico ni en lo familiar y con pocos en el terreno de lo simbólico. Está sola, Pero todavÃa dice que quiere estudiar, trabajar y ser feliz con sus hijos. Santana entiende que se trata de un caso "complejo" que pone a la estructura del área ante el desafÃo de buscar nuevas formas de abordaje para tal situación, ya que con ella cuesta lograr una "habitualidad" en el trabajo y hasta un respeto por las normas de convivencia institucional, según sostiene la funcionaria municipal.
A los 22 años y con dos pequeños hijos, una niña de 6 y un niño de 10 meses, la chica que habló con Rosario/12 sintetiza la desprotección, el miedo, la confusión en que se encuentran tantas niñas y adolescentes madres, con escasÃsimos elementos de formación para intentar conseguir trabajo y con la presencia de la pobreza o la miseria que las acompañó siempre. Soledad se sorprendió cuando en el Vilela le propusieron ir a Casa Amiga después de que se la contactó con el Area Mujer. Fue la primera vez que se abrÃa una puerta diferente. Ella habÃa vivido ocho meses de una violenta relación con un hombre que en una oportunidad fue a buscarla a su casa, una pieza y cocina levantada en blocks en la terraza de la vivienda de sus abuelos, en Biedma al 2500.
El hombre ya habÃa protagonizado escenas de agresión hacia algunos de los 11 miembros del grupo familiar: "Le habÃa roto la cabeza a mi abuelo" dice la joven para luego seguir con expresiones que sintetizan algunas de las sensaciones tan fuertes como paralizantes: "Esa vez tenÃa un cuchillo y me decÃa que si no iba con él me iba a matar y también a los chicos, que no son hijos suyos. Asà que junté algunas cosas y me fui. El querÃa que me quedara en su casa. Paró un taxi, subimos, bajamos, agarró al bebé, nos hizo correr y se cayó dos veces sobre el nene. Estaba empastillado". El golpe sobre el pequeño que ya habÃa estado internado en el Hospital de Niños hizo necesario volver sobre su salud. "Otras veces también se habÃa puesto violento", contó.
Soledad fue madre a los 16. No se cuidaba. Pero la maternidad para ella fue el logro de lo propio, de "bienes" absolutamente suyos. "Yo no me daba cuenta que estaba embarazada, creÃa que era una hernia o algo asÃ. Me enteré cuando fui al dispensario del barrio, ya estaba de 4 meses y medio. ¿El padre de mi nena? El estuvo preso en Piñero, pero con ella me arreglé yo.
¿Y el papá de tu hijo?
Y, a veces me dice que tiene para darme otras que no. También estoy sola, pero a mi no me interesó eso. Yo querÃa tener otro chico y deseaba con toda el alma que fuera varón. Será porque no sé de mi padre, mi hija tampoco lo ve, entonces pensé que cuando mi hijo crezca va a ser alguien que no le faltará el respeto a su madre, que cuidará de su hermana, que nos protegerá. Mi madre también fue golpeada varias veces y con mi hermano dormÃamos en una plaza en Buenos Aires mientras ella iba a trabajar.
Desde que llegó a Casa Amiga la vida de Soledad cambió en algunas cuestiones importantes: se le dio una de las unidades habitacionales para que la ocupe con sus hijos: la niña tuvo que cambiar de escuela y después de sufrir "discriminación", asà lo cuenta la joven, "se acomodó y pasó del preescolar al primer año". Ella se puso a estudiar y tiene que rendir materias del séptimo año, quiere seguir estudiando y tener posibilidades de ir a la facultad. (Cuando esta cronista la escucha, por momentos con la voz entrecortada y hasta con algunas expresiones del lenguaje tumbero, piensa en lo poco que pueden ser 10 meses de alojamiento en la institución municipal, para que deje de caminar al filo y con una carga tan pesada a cuestas).
Es menuda, tiene el cabello largo y lacio y aparenta menos edad de la que tiene. En el lapso en que estuvo en el albergue recibió un llamado de su familia. Asà le dijeron que le habÃan quemado la casa y aunque el caso está en la Justicia ella sostiene que el autor del incendio fue su mismo agresor , todavÃa no se determinaron responsabilidades. Ahora, cuando se le plantea el egreso de Casa Amiga, Soledad A. siente que se la deja en la calle: "AsÃ, cuando no tenemos donde ir ni como criar a nuestros hijos terminamos cagadas a piñas".
Mientras tanto Santana sostiene que el espacio institucional a su cargo no dispone de recursos propios en relación con el tema habitacional, aunque sà existe un trabajo articulado con el Servicio Público de la Vivienda". La funcionaria municipal explica, además, que se le propuso el egreso, como en otros casos en que algunas mujeres lo piden solas, porque se consideró que la situación de peligro en la que ella estaba habÃa cesado y también porque existen dificultades para que ella tenga en cuenta "las normas institucionales que tienen que ver con su propio cuidado y el de sus niños. Tratamos de trabajar con las vÃctimas de la violencia para que puedan encarar su vida afuera, alejarse de las situaciones de maltrato y se recurre a la terapia individual, a la grupal que ayuda en el reconocimiento de indicadores de violencia, sobre todo para el futuro. Además se realiza un abordaje con los niños de acuerdo a las situaciones que se hayan vivido".
Santana acuerda con que cada caso merece un análisis distinto y con que el de Soledad A. "es uno muy complejo, porque se trata de una persona a la que le cuesta sostener las actividades que emprende". Esta dificultad en "la constancia", en la observación de "las normas institucionales" ayudaron a la evaluación, dijo la titular del Area Mujer, "de que estarÃa mejor en una pensión, con normas más flexibles, mientras se continuarÃa armando una red de contención hacia ella". Pero a partir de la insistencia del pedido se volverá a trabajar sobre el caso de la chica.
Soledad, que hizo las correspondientes denuncias por las agresiones recibidas ante la ComisarÃa de la Mujer, quiere continuar estando en Casa Amiga. "Sigo amenazada y ahora sin lugar al que ir porque fue quemado, aunque tampoco quiero volver allÃ. En cambio aquà encontré un sitio donde pensar, liberarme del miedo, estudiar y alejar a mis hijos de tantos peligros".
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