MarÃa Inés Luchetti de BettanÃn empezó a declarar con un fuerte tono polÃtico. Acusó al Ejército Argentino de "traición a la patria", por haber actuado de "barrendero" del poder económico concentrado y mancillar su tradición heroica. "En mi familia hay tres muertos, dos desaparecidos y tengo otros dos cuñados desaparecidos. Eramos todos militantes montoneros", dijo para enmarcar su extensa declaración. Antes de levantarse de la silla donde dio testimonio durante más de una hora les dijo a los magistrados: "Esperamos mucho de ustedes". La testigo contó como una pelÃcula el operativo en su casa del barrio Gráfico, el 2 de enero de 1977 a las 17.30, donde fue asesinado su esposo Leonardo BettanÃn, que habÃa sido diputado nacional de la Tendencia. Acorralada, a escondidas de la patota que habÃa entrado en la casa, Cristina BettanÃn se acurrucó sobre MarÃa Inés -Nené, le dicen los amigos y tomó la pastilla de cianuro. Su esposo, Jaime Colmenares, fue secuestrado.
En la casa, habÃa cuatro niñas: las hijas de 3 y 1 año de Nené, que estaba embarazada de nueve meses, la de Tozi y la de Maggio. Nené y su suegra, Juana, fueron llevadas al Servicio de Informaciones. A las niñas, la patota las dejó en la policÃa de Menores. En su detallada declaración, la testigo habló de uno de los horrores que ayer irrumpió con toda su fuerza: la violación sistemática de las detenidas en el SI. "(Mario Alfredo) Marcote era el violador oficial", dijo.
Nené llegó al SI vendada, pero se le habÃa corrido la venda y pudo ver a un hombre gordo con anteojos culo de botella. Poco después sabrÃa que era José Rubén Lofiego. Cuando comenzaron a pegarle, dio los nombres de compañeros muertos. Escuchó una voz de mujer que decÃa "está mintiendo" y se le acercaba para aconsejarle que hablara. Era Nidia Folch, civil que fue secuestrada y luego colaboró con la patota, prófuga en la causa. También el Pollo Baravalle -que se suicidó en 2008 en Italia participó de sus tormentos.
Como tuvo contracciones, pidió asistencia médica. Llegó un doctor al que llegó a verle la inscripción en el guardapolvo, Dr. Gentile. Con cuatro centÃmetros de dilatación, la llevaron a la escalera que daba a la sala de torturas, y la dejaron tirada ahÃ, donde encontró a Alicia Tierra y Marisol Pérez. Las dos estaban desaparecidas.
Cuando pudo ver a su suegra, advirtió que estaba en "un estado terrible. La habÃan picaneado, la habÃan golpeado, la habÃan violado". En el entrepiso estaba La Favela. Era el lugar al que llevaban a los más lastimados.
A Folch y al acusado Ricardo Chomicky los volvió a nombrar. Folch le hizo pegar una paliza a su suegra, Juana, la misma que vio a Chomicky darle soda a Alberto Tion después de una sesión de tortura, sabiendo que eso lo matarÃa. "En ese infierno habÃa un infierno paralelo: unos militantes que habÃan optado por pasar al enemigo", dijo Nené, quien aseguró que nadie los obligó a ese grado de colaboración.
El 15 de enero a la noche el parto era inminente. Nené fue llevada a la asistencia pública, donde tuvo a su hija. La testigo lloró al recordar cómo la recibieron las compañeras en la AlcaidÃa, rompieron sábanas para improvisar un ajuar a su bebé. "Nunca voy a terminar de agradecerles el cariño y la solidaridad", afirmó.
En la AlcaidÃa, Nené y otras detenidas pidieron asistencia espiritual de un sacerdote. Llegó el capellán de la policÃa Eugenio Zitelli. Nené le contó que las detenidas eran torturadas y violadas. "¿Cómo violadas?", se sorprendió el religioso, quien dijo que "la picana era válido en una guerra como forma de obtener información, pero lo otro prometieron que no iba a pasar, porque atañe a la moral".
Aunque estuvo a punto de ser trasladada a Devoto, en mayo de 1977, la bajaron del avión porque estaban por firmar su libertad. Apenas salió, ese mismo mes, con su suegra se exiliaron en Italia, donde comenzaron con las denuncias. "Hace 30 años que estoy preparando esta declaración", concluyó ayer.
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