El fiscal federal Gonzalo Stara reforzó con tres testimonios el pedido de indagatoria Eugenio Zitelli, que fuera capellán de la policÃa rosarina durante la última dictadura. Se trata de las testimoniales vertidas en la causa DÃaz Bessone frente al Tribunal Oral Federal Nº 2 el 18 de octubre por Tomasa Verdún, Graciela Esperanza Villarreal y José Raúl Villarreal. Los tres refirieron la presencia de un sacerdote en el Servicio de Informaciones, y uno de ellos reconoció la voz de Zitelli. Stara solicitó al juez federal de la cuarta nominación, Marcelo Bailaque que incorpore los tres testimonios "como elementos de convicción que refieren a la posible responsabilidad penal de Zitelli en los hechos que se denunciaron oportunamente y que se investigan en esta causa".
A Zitelli se le imputa haber privado de la libertad corporal en forma ilegal, abusando de sus funciones, mediante el uso de violencia y amenazas, y por haberse prolongado el cautiverio durante más de un mes además de haber impuesto tormentos psÃquicos a Graciela Beatriz Borda Osella, MarÃa de las Mercedes Sanfilippo, Olga Delfina Cabrera Hansen, MarÃa Inés Luchetti de Bettanin, Elba Juana Ferraro de Bettanin, DarÃo Castagnani y MarÃa Herminia Acevedo de Fernández, mientras permanecieron privados ilegÃtimamente de su libertad en dependencias de la Jefatura de PolicÃa de la provincia de Santa Fe. Concretamente, por haberlos sometido en forma sistemática y generalizada, a condiciones inhumanas y degradantes de detención, caracterizadas por prohibición de habla, golpes continuos, amenazas constantes, desnudez forzada, deficiente alimentación, condiciones deplorables de higiene y salud, además de haberlas sometido a sesiones especiales de interrogatorios bajo la aplicación de corriente eléctrica en distintas partes del cuerpo, golpes y otros suplicios".
En tercer lugar, el fiscal Stara lo imputa de "haber tomado parte de una asociación integrada entre otros por Leopoldo Fortunato Galtieri, Julián Gazari Barroso, Carlos Alberto RamÃrez, AgustÃn Feced, Raúl Haroldo Guzmán Alfaro, Hugo Diógenes Sandoz, Ramón Genero DÃaz Bessone, José Rubén Lofiego, Mario Alfredo Marcote, Ramón Rito Vergara, Carlos Scortecchini, Carlos Ulpiano Altamirano, Lucio César Nast, la que estaba organizada, decidida y dispuesta a poner en práctica una pluralidad de ataques a los individuos y a la sociedad, mediante la comisión de delitos indeterminados, pero esencialmente dirigidos contra la vida, la libertad y la integridad psÃquica de las personas".
Cuando Tomasa Verdún relató su paso por el Servicio de Informaciones y, en particular, sobre las sesiones de torturas dijo: "HabÃa más personas, yo los escuchaba cuando torturaban a los otros. Conmigo estaban tres que iban y venÃan o alguno a veces se iba a ver que información me sacaban. HabÃa más gente colaborando que estaba torturando".
La FiscalÃa le preguntó si desde eso que oficiaba de sala de torturas fue conducida a algún otro lugar del Servicio de Informaciones en algún momento. La testigo respondió: "Mientras estaba ahà porque me torturaban y después estaba muy, muy lastimada, estuve muy enferma. VeÃa a los que estaban torturando todas las noches y todos los dÃas traÃan chicos en cantidades y torturaban a todos. Cuando estaba tirada veÃa que decÃan prepárense porque esta noche van a volar en un avión. Lo primero que pensé que era en serio volar en avión, pero después escuchaba que se reÃan y gozaban, escuché que iban a la orilla del rÃo, no sé a los que llevaban, desaparecÃan"...
El desgarrador relato continúo. "Asà es que, por eso vuelvo a repetir que fue la noche del terror, las noches que vivà ahÃ, de dÃa, de noche, veÃa a los compañeros, cómo torturaban a la gente que estaban ahÃ, es más un, un dÃa que estaba tirada asà veo uno con sotana, creo que un sacerdote, un cura, no sé qué era cuando lo vi dije 'ay, qué alivio por lo menos alguien se va a ocupar de nosotros que estamos aquà tirados'. El se iba y hablaba con los que estaban torturando".
La testigo contó: "Vi la parte de los pies, de la sotana cuando estaba hablando con los que estaban torturando. No pude escuchar qué decÃan porque era el horror, los gritos creo que de acá no sé hasta dónde se escuchaban, fue muy terrorÃfico. Ya le digo que cuando vi este sacerdote pensé que venÃa alguien que nos podÃa decir por favor no, no sé, dije 'encontré uno bueno', alguien que me va a salvar porque no tenÃa nadie para preguntarle de nada ni por qué esto, ni por qué aquello, o por mis hijos, que era lo que más me interesaba porque ellos me decÃan que estaban mis hijos ahÃ, que si yo no cantaba la verdad los iban a matar a mis hijos".
Luego de este relato, la FiscalÃa le preguntó si, estando en AlcaidÃa, por conocimiento directo o a través de otras personas, supo que en algún momento hubiera ido un religioso, mientras ella estaba detenida. La testigo respondió que sÃ, que "ahà se habÃa acercado un sacerdote, era alguien que fue a hablar con una de las chicas creo, ahà me enteré que estaba él, que era el padre Zitelli que es quien iba a hablar con una de las compañeras".
La FiscalÃa le preguntó si lo pudo ver y ella respondió que sà y si la persona esa que ella describió que pudo ver por debajo de la venda estando en el Servicio de Informaciones era la misma persona que luego vio en la AlcaldÃa. La testigo respondió: "Creo que sà porque no habÃa otro, creo que era el único que tenÃa (sotana). No habÃa otra, supongo que sÃ. Además cuando fue a hablar con las chicas ahÃ, también con MarÃa Inés (Lucchetti de BetanÃn) lo señalaban como el sacerdote, el padre". La FiscalÃa le preguntó si recordaba cómo estaba vestido ese sacerdote en la AlcaldÃa; la testigo respondió: "Con sotana andaba".
Por su parte, Graciela Villarreal manifestó en la audiencia que, estando en Devoto, le dijeron que iban a salir para Pascua, no para Navidad. "Asà pasaron los años, hasta el cura -recuerdo-, el cura que nos fue a visitar de Rosario, nos planteaba que firmemos el arrepentimiento". La testigo no recordaba el nombre de este sacerdote.
Por su parte, José Raúl Villarreal apuntó: "en esa especie de sótano, no sé cuánto tiempo ahà ya realmente uno pierde toda la noción del tiempo, no sé si por el estado mismo, porque habÃa muy poca luz y porque está oscuro, está permanentemente oscuro. Empiezan a alimentarnos de una forma despreciable, el olor de la comida era de un podrido terrible. Recuerdo el aliento de otros presos. Y pensaba 'bueno, cerrá el estómago y comé porque no sabés qué podés comer mañana'. Uno lo tragaba. En esa situación estuvimos dÃas. Después de un par de dÃas que estábamos en ese sótano, siento la voz, una voz hablando en nombre de Cristo y, no sé, sugiriéndole a los detenidos que estábamos allà que confiáramos en Dios. Soy católico, no practicante, pero bueno me resultó fácil concluir de que era un eclesiástico que estaba allà entre nosotros y hasta donde puedo ver, con gran asombro, veo que la persona, este cura era el que le habÃa dado el último adiós a mi padre, porque mi padre que falleció en el año 1969, pertenecÃa a las filas policiales. Como se usaba todavÃa en aquellos tiempos que se velaba al fallecido en su domicilio, y mi padre fue velado en mi domicilio donde detienen a mi hermana. El capellán este habÃa estado hablando conmigo en aquellos tiempos, para sorpresa mÃa, estaba entre medio de todos los que habÃamos sido golpeados, que estábamos todos en ese sótano. Estaba la palabra de este cura en medio de todos los detenidos allÃ. No puedo recordar el nombre pero era el capellán de la policÃa porque era el mismo que despidió los restos de mi padre en mi casa con guardia de honor y todo. Mi padre estaba en funciones en la policÃa cuando falleció. Si bien era administrativo, no era operativo".
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