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Lunes, 13 de junio de 2011
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En Rosario viven 120 personas mayores de 18 años en situación de calle

El frío que cala los huesos

Por el cese de actividades en la secretaría de Promoción Social, las personas que viven a la intemperie vieron interrumpida la asistencia que le brinda el equipo destinado a promover sus derechos básicos, como la salud y la identidad.

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Luciana Gracia y Patricia Reynoso integran el equipo que atiende a personas en situación de calle.

Unas 120 personas mayores de 18 años que viven en la calle en la ciudad se encuentran sin asistencia por el cese de actividades en la secretaría de Promoción Social que lleva un mes, en reclamo de recategorizaciones y regularización laboral. El equipo actual de intervención está integrado por la psicóloga Andrea Bertocchi, la trabajadora social Luciana Gracia, y dos operadoras de calle, Patricia Reynoso y Mariana López. Desde 1997, existe un programa municipal específico, que fue fundado por Susana Bonavía, pero quienes lo integran actualmente se incorporaron a partir de 2005. Cuando llega el frío, la preocupación por estas personas en situación de calle se hace presente, pero lo más importante del trabajo del equipo municipal apunta a una restitución de derechos que les permita a ellos ser protagonistas de su propio cambio. La obtención de DNI, la tramitación de pensiones u otros subsidios, la posibilidad de asistir su salud, y ofrecerles alternativas para el tratamiento de sus adicciones, son algunas apuestas de este equipo que "no da abasto", como sus propias integrantes reconocen, para atender todas las situaciones.

Mientras Promoción Social esté paralizada, la Municipalidad hoy atiende reclamos puntuales, a partir de las intervenciones de la Guardia Urbana Municipal y Control Urbano, más enfocadas en el pedido de algunos vecinos de "sacarlos de allí" que en el conocimiento de cada situación. "Les conocemos los nombres, sabemos que muchas veces no quieren ir al refugio a pasar la noche, porque llevan toda una historia de vida en la calle, y no los obligamos", apunta Reynoso, mientras desgranan las historias que conocen a partir de ganarse la confianza de quienes viven en la calle. "El 9 de julio de 2007, esa noche que nevó en toda la región, salimos con los ex combatientes de Malvinas a buscar a la gente y les dábamos algo caliente. Había un hombre en plaza San Martín que estaba todo envuelto en bolsa de nylon y cartón, y no quería saber nada con ir a un refugio. Yo le pedía por favor que fuera a algún lado y él me contestaba que estaba bien", relató Gracia, mientras Reynoso apuntó que esa noche "no hubo traslados" a los refugios. El equipo de trabajo está a cargo del Programa de Asistencia e Intervención Directa, que dirige Laura Saluzzo.

Uno de los temas álgidos es la adicción al alcohol, en los más grandes, y a otro tipo de sustancias tóxicas --como el poxirrán-- de los más jóvenes. "Es una forma de superar el estar y dormir en la calle", apunta Gracia a partir de su experiencia, ya que actualmente es la que lleva más tiempo en el equipo, siempre contratada.

A las habituales llamadas que reciben de vecinos que piden la expulsión de la persona en situación de calle, ellas se toman su tiempo para responderles sus argumentos. "Trabajamos en pos de los derechos de esas personas, nadie tiene potestad de sacar a nadie de un espacio público contra su voluntad", apuntó Gracia. Más de una vez reciben como argumento que el demandante es "un ciudadano que paga sus impuestos" para solicitar el traslado, pero ellas apuntan a la persuasión. A veces, reciben veladas amenazas, como la de una mujer que alertó sobre el peligro que corría "de ser quemado por alguien del barrio", el hombre que vive en Santiago y Rivadavia. Las trabajadoras de Promoción Social mencionan a todas las personas en situación de calle por su nombre de pila, pero piden que no se publiquen porque no les pidieron permiso.

También señalan diferencias "entre el centro y los barrios", a la hora de relacionarse con las personas que antaño se nombraban como "linyeras". "En Oroño y 27 de febrero hay una señora que todos los días le dio la medicación al hombre que vive en la cuadra de su casa para que pudiera curarse. Y también lo ayudaba con la comida. Después, como algunos de los vecinos querían que se fuera, le pagó el taxi para llegar a un refugio, y le pidió al taxista que si veía que ahí no lo dejaban quedarse, se lo llevara de nuevo. Así como hay gente que te pide que los saques, hay otra que es muy solidaria", relataron entre Gracia y Reynoso.

De las 120 personas censadas en situación de calle, el 95 por ciento son varones. Una de las mujeres más conocidas es la que vive en la plaza San Martín. Gracia y Reynoso conocen su nombre, pero nunca pudieron acercarse porque la mujer --reconocible siempre con su carrito de supermercado y sus enseres en alguno de los bancos sobre calle Moreno-- tiene aversión por los empleados públicos. No es la única. Los que sí aceptan el acercamiento, no confían desde el principio. "Cuando uno se acerca, lo primero que te dicen es que no necesitan nada. Una vez que hacés el vínculo, se empieza a trabajar sobre la documentación, la tarjeta de ciudadanía, jubilación o pensiones según la situación, los turnos para asistir a un centro de salud o simplemente un asesoramiento sobre los lugares en los que pueden obtener ropa, o irse a bañar, o a pasar la noche", relatan el trabajo que --desde esta perspectiva-- es una tarea de largo aliento. Dos de estas personas, que habían tramitado su DNI, lo usaron para ir a votar en las elecciones del 22 de mayo, algo que sorprendió a las trabajadoras. "El objetivo a largo plazo es que superen la situación de calle, pero es difícil, porque muchos de ellos llevan años así, o han perdido el vínculo con su familia, y se resisten a abandonar esa calle en la que han construido una forma de vida", apuntó Gracia.

Desde que están en las carpas frente a la Municipalidad, han recibido la visita de algunos de sus asistidos, que se acercan a ver cómo están, o a solidarizarse. Con otras, tratan de mantener un contacto que les haga saber que el estado no los ha abandonado del todo. Hace unos días, Gracia volvía de la plaza 25 de mayo y vio a uno de ellos tirado en la puerta de un cajero, con una botella de alcohol de quemar en la mano. Estaba hinchado y muy golpeado. El hombre llegó a despertarse y preguntar: "Luciana, ¿cómo estás?". Ella se preocupó y llamó a la ambulancia del Sies, que lo trasladó al Hospital. Muchas veces, los traslados son un problema, así como los turnos médicos o en el registro civil. No cualquiera tolera el contacto con personas que, por vivir en la calle, tienen otra situación de higiene y muchas veces, despiden olor. Para Gracia y Reynoso --así como sus compañeras del equipo--, todo eso está incorporado. Más allá de esas trabas, se trata de asistir a personas vulnerables.

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