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Domingo, 29 de julio de 2012
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Vecinos del barrio Latinoamérica se organizaron para mejorar su calidad de vida

Un consorcio para ejercer los derechos

Los habitantes del fonavi de Ovidio Lagos, Amenábar, Rodríguez y Fontezuela, donde residen unas 6000 personas, están empeñados en deshacer el estigma que los propone como algo más que villeros de propiedad horizontal. Logros y proyectos.

Por Luis Bastús
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Rosa Ortiz, Griselda Ramírez, Enrique Musso Weber, Estrella Francisti y Teresita Madia forman parte del consorcio.

En uno de los 98 barrios sociales que hay en Rosario -en general, denominados Fonavi- sus habitantes se organizaron para deshacer el estigma que los ponía en la consideración pública como algo más que villeros de propiedad horizontal. Son los vecinos del barrio Latinoamérica, el de las torres contenidas entre Ovidio Lagos, Amenábar, Rodríguez y Fontezuela, donde residen unas 6000 personas. Desde que empezaron a tramitar las escrituras de sus 1166 departamentos, fueron los primeros que lograron establecer consorcios para cooperar por beneficios comunes y, por ende, dejar de sentirse ciudadanos de segunda. Es una experiencia piloto coordinada por la provincia y la municipalidad, que de a poco intentan replicar en los demás fonavis de toda Santa Fe.

Este barrio tiene dos orígenes. Uno es el que la Universidad Nacional de Rosario construyó originalmente para su personal, las torres de Lagos al 2700, y el grupo de tiras que las circundan, que se erigieron precisamente por el Fondo Nacional de la Vivienda en 1977 y que empezaron a adjudicarse desde 1982. Ahora todo el conjunto se llama barrio Latinoamérica, en honor a la escuela de Rodríguez 2842, que la inédita organización vecinal consagró como el epicentro de un sentimiento de pertenencia que no suele abundar entre los habitantes de cualquier Fonavi. La falta de escrituras a lo largo de casi 30 años hizo que "nadie se sintiera dueño y, por lo tanto, cualquiera hiciera lo que quería, con enormes problemas de convivencia", según Rosa Ortiz, presidenta de la cooperadora escolar y una de las vecinas que participa de la mesa interbarrial que pronto desembocará en asociación vecinal. Griselda Ramírez, otra de las que impulsa la organización, enumeró: "Pasabas y te tiraban agua desde arriba, destruían los espacios comunes, ruidos molestos a toda hora, si ante una filtración el vecino se negaba a pagar, se te podía caer el techo encima sin conseguir un arreglo. El que sufría algún perjuicio, se embromaba".

Cuentan que el disparador fue una convocatoria del Ministerio de Educación para pintar la escuela. Eso, y la aprobación de la ley de escrituración en 2008 activaron la participación. La Dirección de Vivienda y Urbanismo empezó por ese Fonavi, porque al menos ya tenía los planos de mensura. "Ver la posibilidad de sentirnos dueños de nuestra casa nos hizo un clic en la cabeza", resumieron Rosa y Griselda, entusiasmadas junto a Enrique Musso Weber, Estrella Francisti y Teresita Madia, por mostrar la silenciosa transformación que los enorgullece.

Un día de 2009, el corazón de esas cuatro manzanas fue ocupado por técnicos de Vivienda y del Distrito Municipal Centro, y de cada departamento fueron bajando sus moradores: los adjudicados originales, los que compraron sin querer saber, los que alquilaron sin remedio, los que se metieron, los que usurparon. Todos con sus papeles y sus circunstancias, a empezar el trámite de escritura. Hasta ahora, lo consiguió poco más del 70 por ciento. El mejor promedio dentro del conjunto, resaltan las voces cantantes del Latinoamérica. "Al resto le quedan problemas puntuales, como ocupantes que tienen los 5 años de antigüedad que la ley exige para habilitarlos a escriturar la vivienda como propia, o hay una declaratoria de herederos de por medio, o enredos con los departamentos que fueron vendidos 3 o 4 veces. Ocurre a menudo, el Fonavi es vivienda social, y si la desocupás tenés que devolverla a la DPVyU; pero como nadie quiere quedarse sin nada, entonces la venden sin avisar y así sigue la cadena, sin ningún papel", describieron.

"Algunos no querían escriturar porque iban a tener que empezar a pagar impuestos", lamentó Musso. Y Rosa dedujo: "El que no quiere la escritura es porque jamás le dijeron que la casa es suya. Entienden que la provincia les regaló una vivienda y basta. No es así. ¿Cómo no íbamos a tomar esta oportunidad de escriturar gratis? Nos habían dicho que a los cinco años íbamos a ser propietarios, y nos dejaron esperando 25 años".

En ese limbo dominial está la gran mayoría de las 74985 viviendas sociales que hay en la provincia, según datos de la DPVyU.

El proceso de escrituración en el Latinoamérica puso a los vecinos dentro del encuadre jurídico de la ley de propiedad horizontal. Y eso los habilitó a erigirse en ser el primer barrio fonavi en contar con consorcio hecho y derecho. En rigor, han sido 33 consorcios los que formaron, uno por cada torre de 8, 12 y 16 departamentos que integran el complejo. Mientras recorren los senderos, estos vecinos puestos a coordinar voluntades proyectan disipar diferencias entre uno y otro margen del barrio con una buena mano de pintura para todos los monoblocks. "Podemos proponerlo a votación en el próximo Presupuesto Participativo. ¿Saben que van dos años que somos el barrio en el que más gente vota para el Presupuesto Participativo?", se ufanan. Es que así consiguieron pequeñas grandes victorias como el semáforo de Lagos y Gálvez, las placitas infantiles, las veredas, el cerco perimetral, las rampas, el alumbrado.

En el playón, donde todo está pintado de auriazul, unos pibes juegan al basquet y cruzan sonrisas al escuchar el plan de pintar a nuevo, pero siguen saltando sin chistar.

Musso contó que en las torres con más de tres pisos ya existía cierta forma de consorcio no reconocido. "Si no, no hubieran tenido ascensor ni agua. Las expensas tenían que pagarlas, mal que mal", explicó. Pero con la escritura en ciernes, pudieron acogerse a los reglamentos de copropiedad y empezar a legitimar reglas.

La provincia capacitó a una veintena de vecinos en contabilidad, legislación y rudimentos de la rutina de un consorcio. Y el Programa de Mediación municipal asignó un elenco de abogadas que interactúan con la comisión para allanar los problemas que se van suscitando y mediar entre vecinos enfrentados por alguna diferencia. Hasta ahora, parece que todo va mejor.

"Nos fuimos encarrilando, y hoy estamos organizados. Antes no había reglas de convivencia. Ahora -cotejan-, ante una filtración, o ruidos molestos, o expensas impagas, se habla con el vecino, y si no se allana, vienen las mediadoras, y si no, se va a juicio. Ya logramos el desalojo judicial de uno muy problemático. Ahora tenemos los mismos derechos de quienes viven en los edificios que miran al río".

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