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Miércoles, 7 de agosto de 2013
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Trágica explosión en una torre de edificio y otra colapsó

"¡Váyanse que explota todo!"

La válvula que debía reemplazar un gasista estaba descalzada del caño maestro que alimenta al edificio. En ese punto se produjo el escape de gas que se acumuló en el subsuelo. Una chispa del motor eléctrico del ascensor desencadenó la tragedia.

Por Luis Bastús y Lorena Panzerini
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El humo negro se expande en el edificio de Salta 2141.

Primero fue un zumbido extraño y poderoso, enseguida la carrera alocada del portero y del gasista por calle Salta, atajando el tránsito y la gente. "¡Váyanse que explota todo!", gritaban. Y unos minutos después, la explosión más aterradora que jamás haya estremecido la ciudad. Rosario vive desde ayer a las 9.38 la peor tragedia de su historia, con epicentro en el edificio situado en Salta 2141, que al cierre de esta edición contaba con 12 personas muertas, 62 heridas y 15 desaparecidas. Los nueve pisos del ala media de las tres que componían la torre se derrumbaron sobre sí. Desaparecieron allí 18 departamentos y es donde los equipos de rescate concentran sus tareas para encontrar sobrevivientes, algo que descuentan les insumirá los próximos días.

El gasista contratado por el consorcio y que trabajó ayer hasta el momento de la deflagración, fue detenido anoche por orden del juez en lo correccional Juan Carlos Curto (ver aparte). Desde la empresa Litoral Gas negaron que hubiera recibido denuncias por el servicio desde esa dirección, pero los vecinos afirmaron lo contrario. Por eso el magistrado allanó las oficinas céntricas de la empresa concesionaria del servicio que cortó el suministro recién tres horas después del desastre.

Las postales iniciales del caos mostraban vecinos a la deriva sobre el asfalto regado de vidrios y objetos que un segundo antes decoraban en paz livings y dormitorios hacia arriba. Una mujer trataba de salir por la ventana destartalada del quinto piso cuando el bombero llegaba en escalera y le rogaba que no se tire. En planta baja arreciaba una lengua de fuego sin control que lamía hasta los balcones del segundo piso, y los gritos, y las alarmas desbocadas, y las sirenas apuradas pusieron el sonido de los primeros instantes del horror.

El humo subía negro. Enseguida personal de la Guardia Urbana Municipal y Defensa Civil despejó calle Salta hacia Balcarce para permitir la salida de las primeras ambulancias. Litoral Gas cortó el suministro tres horas después, y para ello tuvo que realizar dos perforaciones en la vereda para empezar a controlar la situación y liberar la presión remanente; mientras el fuego todavía daba pelea a los bomberos. Los heridos leves fueron trasladados al Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias (Cemar), y los más complicados al Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca) y al Centenario. Desde ese efector se confirmó la primera víctima fatal antes de las 11 de la mañana. En el vecindario se rumoreaba el peor pálpito: serían varios más.

Anoche, fuentes de la investigación señalaron que los peritos traídos por el ministro de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, encontraron la válvula que debía reemplazar el gasista descalzada del caño maestro que alimenta al edificio. Y empezaron a trabajar sobre la hipótesis de que en ese punto se produjo el escape de gas que se acumuló en el subsuelo y a todo lo largo del compartimento del ascensor. Si eso fue así, es posible que una chispa del motor eléctrico del elevador haya desencadenado la tragedia. El edificio cuenta con habilitación de la Dirección de Obras Particulares municipal desde 1976.

La intendenta Mónica Fein llegó pasadas las 10, y aunque recibió algunos insultos propios de la desesperación y el dolor de la gente, permaneció en el lugar durante varias horas. Es que en ese momento los motivos del hecho no estaban claros. "Era un ruido como de aire saliendo de un compresor, ni pensé que sería gas", describió Franco, vecinos del piso 7º, a quien el estallido lo aturdió. Cuando volvió en sí, su habitación ya no tenía paredes y podía ver los departamentos del ala del frente en la misma situación. "Veía el precipicio. Me quedé debajo del marco de la puerta porque no sabía si era un terremoto o qué. Empecé a escuchar gritos, y vi que había cosas de la vecina en mi casa", dijo antes de ayudar a salir a la propietaria del departamento lindero.

La información fría en los medios nacionales rezaba "explosión en Rosario". La esquina de Salta y Oroño estaba repleta de rostros aterrados por lo que generó el estruendo y el derrumbe de la torre central, cuando algunas personas todavía permanecían acostadas o preparándose para salir; otros agradecían haberse ido temprano.

"No puedo creer lo que veo, esto es terrible", dijo una mujer que vive a una cuadra y que por la tarde llegaba de su trabajo, tras retirarse a las 7 de la mañana. Recién en ese momento se encontró con el panorama desolador. La torre del centro había colapsado.

En la manzana se veían y se pisaban vidrios. Varias familias salían de sus casas con niños y mascotas, por la orden de evacuación en el perímetro de las cuadras contiguas. La fotografía era "de guerra". Dos empleados del supermercado La Gallega, atrás del edificio, describieron la situación que vieron desde adentro como "trágica".

Defensa Civil y de Salud Municipal improvisaron un centro de atención médica, mientras dotaciones de Bomberos Zapadores y Voluntarios de Rosario, Villa Gobernador Gálvez, Granadero Baigorria, Roldán, y hasta de Paraná, trabajaban en el lugar perimetrado.

Si bien la Justicia ya investiga los motivos del hecho, Franco dijo que cuando escuchó ese sonido, recordó que irían a cortar el suministro de gas en horas de la mañana, "porque hacía diez días había problemas de una pérdida, por lo que se cambiaría un regulador de baja presión", describió. "Una vecina se quejó a Litoral Gas porque tenía poca presión, entonces el edificio se enojó con ella porque vinieron y le cortaron a todos. Estuvimos tres días sin gas, solucionaron la pérdida y reconectaron. Y ayer estábamos avisados que a las 9 iban a cortar el gas para cambiar el regulador".

Rodrigo, un joven que vive sobre calle Oroño, relató que dos días atrás los comerciantes de calle Salta se habían quejado por el ruido que había, "como de una pérdida", y aseguró que llamaron a personal de Litoral Gas, algo que el vocero de la empresa, José María González, descartó desde el principio. Los vecinos sostuvieron que reclamaron en los últimos días por falta de presión y porque sentían olor a gas en los palieres. Y agregaron que ayer, minutos antes del desastre, también hubo quien llamó al 911 para denunciar el peligro inminente.

Por la tarde, el juez Correccional Nº 7, Juan Carlos Curto, ordenó el allanamiento de las oficinas de la empresa de suministro de gas, en Mitre y San Lorenzo, donde estuvo la fiscal Graciela Argüelles. La causa está caratulada como "estrago culposo" (ver aparte).

Pasado el mediodía, ingresaron ambulancias, bomberos y paramédicos al estacionamiento del supermercados La Gallega, sobre Oroño, donde se colocó una mediasombra gris para trabajar en el interior con las personas rescatadas. Marcos Aspiros, un bombero voluntario de Granadero Baigorria que se autoconvocó en el lugar del siniestro, relató que pudo rescatar a una joven que aún se encontraba en pijama. "Pero lo peor de todo fue oír llantos de chicos", lamentó.

El dolor se desbrozó en cada una de las vidas involucradas en el desastre. Como el caso de María Emilia Elías, una joven de 29 años con síndrome de down. Diez minutos antes de la explosión, su hermana se fue a trabajar. Ella quedó en el departamento del primer piso, esperando la hora para cruzar a la granja de enfrente, donde era empleada. No pudo ser. El estallido terminó con su vida.

En la zona se cortó la energía y se ordenó evacuar manzanas aledañas hasta que la situación se encauzó. Anoche esa restricción se mantenía en la cuadra del siniestro. Algunas autoridades consultadas daban por sentado que todo el edificio tendrá que ser demolido una vez que concluya la búsqueda de sobrevivientes y cuerpos.

A los vecinos de las cuadras aledañas se les permitió de a poco regresar a sus viviendas a retirar ropa y efectos personales. Menos los que habitan la manzana del estallido, a los demás se les permitía pernoctar y se les había repuesto la luz y el gas. En paralelo, crecía la angustia de los consorcistas de las torres dañadas, en busca de garantías de que lo que quedó de sus bienes no fueran presa del pillaje. Para eso, anoche se apostaron gendarmes, prefectos y soldados a montar guardia en la cuadra del horror.

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