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Domingo, 15 de marzo de 2015
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Entrevista con "Ema Pimpi" Sandoval, uno de los procesados por el atentado contra el gobernador.

"Yo jamás hice una cosa como la que dicen"

Sandoval ratificó su inocencia y dice que desde el principio lo castigaron en la prisión para que "me haga cargo de todo".

Por José Maggi
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Sandoval (de espaldas) dijo "soy evangélico. Jamás encontraron una arma en mi casa".

"El que representa el verdadero peligro procesal para la causa no es mi cliente, sino el gobierno porque a través del Servicio Penitenciario aprieta a un detenido, a un imputado. Emanuel intentó ser doblegado en su voluntad y casi lo logran. Llegó a decirme que se hacía cargo de todo con tal que lo saquen de los buzones, porque no quería sufrir más el maltrato que le daban". La frase contundente es de Marcos Cella, abogado de Emanuel Sandoval, alias Ema Pimpi, a quien la última semana le confirmaron la detención domiciliaria tras haber pasado 16 meses preso en extremas condiciones de encierro en la cárcel de Piñero y de Coronda, acusado por el atentado a tiros a la casa del gobernador Antonio Bonfatti ocurrido en octubre de 2013. Este es su relato escalofriante, que lo llevó a coserse la boca con alambre en tres oportunidades y que lo empujo a pensar hasta en el suicidio.

Sandovál recibió a Rosario/12 en su precaria casa en la zona de Cavia y Washington. Acompañado de su abogado que pide no exhibir el rostro de su cliente, de 22 años, pero con un pasado reciente marcado por el horror.

Ema Pimpi fue detenido el 10 de noviembre, tras un episodio poco claro ocurrido en un shopping de la zona norte. "Cuando me detienen me llevan tres días a la carcel de Piñero -relata Sandoval- me mandan a los buzones, sin comunicación ni resguardo, sin comida ni nada. Después a la Alcaidía de Rosario donde estuve otros tres días, hasta que viene un policía de alto rango con muchas estrellas y me amenaza diciéndome que donde vaya iba a ser maltratado. Después me llevan a la Unidad Nº 1 de Coronda, directamente al buzón, que es una celda de dos metros por dos, con solo un agujero en el piso que hace de baño, sin agua, ni comida, ni luz eléctrica, con una sola ventana chica.

-¿Tuviste problemas de convivencia que te mandaron a un buzón?

-No, me dijeron que era un castigo, por lo que había pasado con las máximas autoridades de la provincia.

-¿Quién te maltrataba?

-El Servicio Penitenciario, que me amenazaba todo el tiempo. Hasta que mi abogado presentó un recurso de amparo para que me sacaran de ese lugar. Estuve así dos meses. Me pasaban la comdia en bolsas, por una rejilla de una ventana.

-¿Estuvieron a punto de quebrarte?

-Sí, le dije a mi abogado que si me bajaban a un pabellón, me hacía cargo de lo que decían que había hecho, que no quería sufrir más el maltrato que me daban. Hasta pensé en quitarme la vida.

-¿Dónde te trasladaron después?

-A Coronda, donde me verdugüearon, me torturaron psicológicamente porque estuve sin luz dos meses, sin tomar agua, solo me bañaban cuando me traían a tribunales. Me tenían en boxer y en remera todo el tiempo. Vivía comido por los mosquitos, parecía que tenía sarampión y varicela. Así estuve dos meses hasta que me bajaron a un pabelllón cristiano. En ese lugar nunca tuve una pelea ni tuve problemas con nadie, hasta que me trasladaron de nuevo a la cárcel de Piñero, sin motivo alguno. Ahí me tuvieron cuatro meses en buzones, que fueron los peores de mi vida: vi chicos quemarse, vi chicos con la boca cosida, vi chicos torturarse, ahorcarse, de todo. En Piñero me tuvieron con agua fría, sin colchón, en medio del agua, sin luz, sin algo para tomar, comíamos lo que nos daban cuando ellos se acordaban, y era cuando tenía ya el gusano. Solo podía hablar con mi familia dos minutos al día. Después me sacaban dos horas a la semana a un lugar insalubre, donde no habia ni una silla. Tuve relaciones sexuales con mi mujer adentro de un baño tirado en una frazada que me la pasaron los otros presos, lleno de excrementos. Todo esto sufrí en Piñero. Llegué a decirle a mi abogado que si no me sacaban de ese lugar me iba a cortar un dedo y se lo iba a mandar a la jueza. Me cosí la boca tres veces con alambre de fardo, para reclamar que me sacaran. Me trataron como culpable sin tener ninguna prueba en mi contra y se violaron todos mis derechos constitucionales. Me trataron como un narcotraficante, parecía que era peor que Bin Laden.

-Hay quienes sostienen que fuiste a tirotearle la casa al gobernador sin saber quien vivía allí.

-Jamás hice una cosa así. Me junto con muchos chicos pero no para hacer eso. Somos seis hermanos, y estoy todo el día con mi hermano. Todos mis amigos son pibes trabajadores, y pueden ir aa declarar. No ando con gente de otro entorno. Le pido al gobernador que se encargue de resolver todo los demás crímenes que se cometen todos los días, hace años que pasan cosas y no se esclarece nada. Y a mi en 24 horas me consideraron el autor material e intelectual de este ataque.

-¿Por qué crees que te involucraron en el hecho?

-Porque tuve un problema con el comisario Roland Cuñé. Le pegué un arrebato en la boca, le pegué una piña. Todo pasó acá en la puerta de mi casa, hasta donde me siguió desde la estación de servicios de Casiano Casas cuando estaba en un Fiat Uno con mi esposa, que estaba embarazada. Cuñé me quiso sacar plata, me quería extorsionar porque no tenía un papel. Le dije que se llevara el auto con una grúa que yo iba a recuperar después el auto. Pero Cuñé quiso revisar a mi señora y la empujó contra el auto, y le golpeó la panza. Tuvo pérdidas en la maternidad Martin, donde quedé asentado que casi pierde el bebé. Asi que reaccioné y le pegué. Por eso me gritó adelante de mis vecinos que adonde me agarrara me iba a dejar preso, que no me iba a sacar nadie.

-¿Lo conocías al policía Pablo Espíndola?

-Lo conozco porque venía a hacerle el control del arresto domiciliario a mi hermano en esta casa. Vinieron varias veces distintos policías de la comisaría, pero Pablo Espíndola en exclusiva vino a querer cobrar, quería arreglar el problema con el comisario. Es que Cuñe le cobraba plata a mucha gente: si agarraba una moto sin papeles, le cobraba. Una vez me rompió la puerta de mi casa a patadas y me robó cinco mil pesos que teníamos para el cumpleañitos de mi sobrina.

-¿Te gustan las armas, alguna vez disparaste?

-No, nunca. Soy evangélico y no me gusta matar animales. Jamás me encontraron una sola arma en mi casa- concluyó.

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