Julio y Sebastián quedaron desahuciados. En la angustia se contienen, pelean y reconcilian. Su papá, Américo MartÃnez, de 57 años, falleció arrollado por varios vehÃculos la madrugada del 7 de marzo en la Ruta 9, en el ingreso a Funes, bajo el puente del enlace con el aeropuerto, pero la falta de testigos y elementos esclarecedores hacen peligrar la continuidad de la investigación. El sector de la arteria nacional donde se produjo el hecho no se encontraba iluminado y la cámara de seguridad más cercana del Municipio no funcionaba. "Tenemos varias personas que, evidentemente, lo han llevado por delante", consideró el abogado de los hermanos, Carlos Arrébola.
"Perdimos todo, la vida nos castigó bien, bien castigados", se lamenta Julio, de 30 años, el mayor de los hermanos. Él es más expresivo que su compañero. Sebastián es parco, acota pocas palabras, pero cuando se suelta lo hace con firmeza. Viven en una casa muy humilde del barrio Villa Golf, una porción de pocas manzanas ubicada entre el arroyo Ludueña y el aeropuerto, al sureste de la ciudad, donde escasean los servicios básicos y el intenso proceso de crecimiento pasa por al lado, pero nunca toca la puerta del barrio. Son fanáticos de River y se abrazan al Millonario como a un escudo que ahuyenta los fantasmas. Julio sostiene la familia, trabaja frente a la casa haciendo tareas de mantenimiento en el camping de la Unión de Obreros y Empleados Plásticos. Sebastián cursa el cuarto año de la escuela secundaria N 398 y, cuando el estudio lo permite, hace changas junto con su hermano.
A causa de un cáncer de útero, los chicos sufrieron el año pasado la muerte de su madre. Por ese motivo, Américo, que vivÃa en la localidad de Pilar, Buenos Aires, emprendió el viaje a Funes decidido a instalarse junto con sus dos hijos. El apoyo del padre fue vital para superar el dolor por el fallecimiento de Liliana. El hombre cobraba una pensión por discapacidad, una dificultad leve que no le impedÃa movilizarse. A principios de marzo tuvo problemas para retirar el dinero en los cajeros de Funes, y se trasladó a Rosario, a la sede del Banco Nación, donde le explicaron que no podÃan resolver el inconveniente y debÃa viajar a Buenos Aires, a la casa central de la entidad, para cobrar en mano. Sebastián le prestó 600 pesos y Américo emprendió viaje. "Llamame cuando vuelvas que te vengo a buscar a la Terminal", lo despidió el hijo.
"Nunca me llamó, con mis amigos tenÃamos un cumpleaños en el Club Funes de un chico del barrio. Yo tenÃa que trabajar al otro dÃa, al volver el colectivo hizo un desvÃo, lo que menos pensé es que era por mi viejo", recordó el joven de 17 años. En los primeros minutos del sábado 7 de marzo, MartÃnez se confundió al descender del colectivo, "se pasó de largo" y en lugar de bajarse en la garita 1 de Ruta 9, en el ingreso a Villa Golf, se bajó en la 2, a la altura de Newbery, calle que conecta con el aeropuerto. No se preocupó, cenó en una parrilla cercana y pidió ayuda para encontrar su casa. Y caminó por la banquina de la ruta a oscuras. Lo arrollaron varios vehÃculos. Ningún conductor se detuvo.
Sus hijos no supieron nada hasta la tarde del mismo sábado. "Trabajé a la mañana y me vine a acostar, no llegó ninguna llamada, me vino a despertar mi primo, diciendo que habÃa aparecido, que lo habÃan chocado, lo fuimos a buscar a todos lados, los hospitales, hasta que fueron a la morgue, donde se encontraba el cuerpo", contó Sebastián.
La fiscal Mariana Prunotto "no tiene punta investigativa", según Arrébola. "Una cámara, la más cercana, estaba fuera de servicio. Las otras dos son de baja calidad"
-¿A quién le correspondÃa el mantenimiento de las luces de la ruta?, preguntó Rosario/12.
-No está claro de dónde depende, es medio divisorio de jurisdicción, porque la ruta es nacional, pero el puente del enlace vial es provincial", respondió Arrébola. El hecho ocurrió entre la 1.30 y las 2 de la madrugada, "hora a la que se circula bastante fuerte". El abogado cree que "varias personas, evidentemente, lo han llevado por delante".
Julio y Sebastián admiten que "es muy difÃcil" que aparezcan testigos. ConfÃan en que la difusión del hecho arroje una lÃnea, un dato desde donde partir. "Quedamos los dos a la deriva", describe y concluye el hermano mayor.
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